Hace pocos meses un amigo me contó una idea que le habían contado. He añadido algún ejemplo y he desarrollado un poco la idea. Pero lo siguiente no se me ha ocurrido a mí.

Hoy los jóvenes aprenden a preguntarse «¿Cómo estoy?». Nuestros padres y nuestros abuelos no se lo preguntaban. Es una novedad positiva. Identificar estados de ánimo puede ayudar a poner las cosas en su sitio. Quizás no has dejado de querer a tu novia, puede que solo estés cansado. Quizás ese trabajo no es tan horrible, es solo que te ha caído una bronca de tu jefe. O puede que no necesites esa moto a pesar del subidón que te ha generado probarla. Saber que estoy cansado/triste/eufórico me puede ayudar a entenderme y a no tomar decisiones precipitadas.

Otra pregunta que nos han enseñado a hacernos es «¿Cómo soy?». De nuevo, la pregunta puede servir. Saber que eres sensible puede evitar tomarse a pecho un comentario de un amigo más bruto. O saber que lo que más te gusta es recibir regalos facilita que la gente que te quiere pueda quererte como a ti te gusta. Entender cómo soy es muy útil para para quererme. Y entender cómo son los demás también me puede ayudar a quererlos bien.

Sin embargo, hay una pregunta que se hace poco. Más fundamental y anterior a las otras dos: «¿Quién soy?». Es útil saber mi estado de ánimo y también mi forma de ser. Pero hay algo primero. Saber quién soy. Claro, si concluyo que mi esencia es ser culturista tendré que ordenar mi vida en torno al gimnasio. Si entiendo que mi identidad más real es tener un yate y un chalé en Madrid, tendré que trabajar once horas al día para forrarme. O irme a otro país donde se gane más. Si mi identidad esencial es ser instagramer tendré que comprar el móvil con mejor cámara y empezar a retransmitir mi vida.

Mi amigo lo ha pensado y ha llegado a una conclusión: «Soy hijo de Dios, hijo de mis padres y amigo de mis amigos». Ya es bastante. Tiene un orden de prioridades en torno al cual organizar su vida. Puede ir al gimnasio, comprar un chalé o subir fotos a Instagram, pero todo eso será un medio para vivir esa identidad profunda. Me parece importante que su identidad apunte a otros. Así no se agota en él mismo. Eso soluciona bastantes problemas.

Mi amigo ha decidido hacer deporte todos los días. Porque le facilita estar despejado, tranquilo y atento. Estar despejado tiene más que ver con cómo estoy. Porque las preguntas de cómo estoy y cómo soy son importantes. Pero cobran más sentido una vez que asumes quién eres. Quiero estar despejado para ser más yo. Para vivir mejor mi identidad esencial. Si fuésemos ángeles decidiríamos quienes somos y lo seríamos para siempre. Pero no funciona así. Tenemos sentimientos, personalidad, necesidades biológicas… por eso vivimos entre ondulaciones. Se trata de que esas ondulaciones nos vayan acercando a nuestro auténtico nombre. Pero de eso hablaremos en el siguiente artículo.