G.K. Chesterton y Hilaire Belloc, mucho más popular en la actualidad el primero y algo más desconocido el segundo, fueron algo más que dos escritores brillantes; juntos formaron una pareja intelectual de hecho que dejó una huella imborrable en la literatura y el pensamiento político del siglo XX. Su amistad, cimentada en la admiración mutua y en interminables debates entre cervezas y buenos alimentos, dio origen a un concepto que muchos llamaron Chesterbelloc, como si se hubieran fusionado en una sola entidad de pensamiento llena de ingenio y elocuencia.

Desde que juntaron sus caminos a principios del siglo XX estos dos personajes, en el sentido grande la palabra, compartieron una visión crítica del liberalismo económico y el avance del materialismo. No se limitaron a quejarse lastimosamente, sino que propusieron al mundo una alternativa compartida: el distributismo, filosofía socioeconómica que promueve la distribución masiva de la propiedad y la descentralización del poder económico, evitando tanto los males del monopolio capitalista como los excesos de un socialismo estatal, en auge entre las clases populares en aquellos momentos.

Chesterton, con su pluma brillante y su casi inigualable sentido del humor, nos dejó obras como El hombre eterno o Las aventuras del Padre Brown, mientras que Belloc, con un estilo más combativo y didáctico, firmó títulos como El Estado servil y Ensayos históricos. Juntos, mano a mano, defendieron con fervor la tradición cristiana, la familia y la importancia de la comunidad en un mundo que, según ellos —y se demostró que no erraban—, caminaba hacia la deshumanización por el capitalismo industrial.

Aunque Chesterton era anglicano y se convirtió al catolicismo en 1922, mientras que Belloc ya era un católico ferviente, sus diferentes procedencias religiosas nunca impidieron su amistad. Más bien, habría que decir que se complementaban: Chesterton aportó su toque humorístico y de asombro ante las cotidianidades de la vida, mientras que Belloc desarrolló una visión más enérgica y resolutiva.

La influencia de estas dos figuras en el conservadurismo y en el pensamiento político tradicionalista sigue viva hoy en día, aunque hayan pasado por una travesía del desierto durante años de conversión mercantilista, especialmente entre quienes consideran básico lograr un equilibrio entre la justicia social y la libertad personal. Más allá de sus ideas políticas y de sus talentos literarios, lo que realmente brilla en la historia de Chesterton y Belloc es el ejemplo de una amistad basada en el respeto, la inteligencia y, por supuesto, la compañía de unas pintas de cerveza que inciten a la conversación.

Óscar Cerezal
Diseñador gráfico y gestor de servicios. He sido muchos años alcalde, diputado. Luego decidí volver a mi curro. Apasionado de la política, investigador y periodista vocacional, edito un webzine transversal de nombre La Mirada Disidente.