El pasado 25 de septiembre se cumplieron 72 años del comienzo del encierro del beato cardenal Stefan Wyszyński (1901-1982), uno de los grandes resistentes frente al comunismo en Polonia. Lo acusaban de traición y de actividades hostiles al Estado, dos cargos habituales en los regímenes comunistas.
El aparato propagandístico se ensañó con él. Desde la prensa hasta los humoristas, desde las noticias hasta las columnas de opinión —que, en realidad, sólo repetían las consignas del partido— arrojaron sobre su nombre montañas de basura. El cardenal se había negado a condenar al obispo Czesław Kaczmarek, acusado de espionaje y de «fascistización de la vida social» en un juicio farsa. Los dos, pues, terminaron linchados en los medios de comunicación.
A obispo Czesław Kaczmarek (1895-1963) lo torturaron. Entre otros castigos, le aplicaron la terrible privación de sueño mediante interrogatorios día y noche, y lo encarcelaron. Estuvo en prisión entre 1951 y 1955 para pasar después a arresto domiciliario. Murió en 1963 con la salud deteriorada por el maltrato sufrido. A Stefan Wyszyński lo tuvieron encerrado hasta 1956. Fue testigo de las torturas y sevicias que el sistema comunista infligía a los detenidos políticos.
Por toda Europa Central y Oriental la persecución a la Iglesia llevó a prisión a cardenales como el húngaro József Midszenty (1892-1975), que también fue torturado, y el checoslovaco Josef Beran (1888-1969), a quien encarcelaron primero los nazis y luego los comunistas. El mismo destino sufrieron muchos obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados y laicos.
Pero a los comunistas y socialistas no les bastaba destruir los cuerpos, sino que también pretendían acabar con los nombres, con la memoria y con la fama. Las campañas de desprestigio, las mentiras y las manipulaciones eran parte de la estrategia para acabar con la Iglesia haciendo buena la advertencia de que el Demonio es el príncipe de la mentira.
Ni Stefan Wyszyński ni Czesław Kaczmarek ni József Midszenty ni Josef Beran ni tantos otros seguidores de Cristo vivieron para ver el final del comunismo, pero dejaron un ejemplo de cómo vivir la fe en un tiempo de mentiras, de manipulaciones y de violencia contra los cuerpos y las almas. No rendirse ante la mentira, No claudicar ante las tinieblas. No abandonar la Cruz, sino abrazarla. Confiar. Orar. Siguen siendo lecciones válidas para nuestro tiempo.