Entre los muros del Valle de los Caídos se esconde un oasis de educación en valores católicos. Muchos conocen la labor espiritual que la comunidad benedictina lleva décadas desarrollando en la Basílica de la Santa Cruz, pero son otros tantos los que ignoran que entre la paz y el silencio de esa abadía se hace hueco el jolgorio de unos niños: se trata de la Escolanía del Valle de los Caídos.
El proyecto educativo de esta Escolanía se fundamenta en la milenaria tradición pedagógica de la Orden de San Benito. Para la comunidad benedictina lo más importante es la formación humana y espiritual de sus alumnos. Sólo así, entienden ellos, se puede proporcionar una auténtica formación integral. Para ello, en la Escolanía del Valle conjugan de una manera única cuatro elementos fundamentales: la formación académica, la formación musical, la vida espiritual y el espíritu de familia.
La formación académica en la Escolanía abarca desde 1º de Primaria hasta 2º Bachillerato. Para poder ofrecer una atención personalizada a cada alumno, las clases son pequeñas, con un máximo de diez estudiantes. La comunidad benedictina pretende buscar la excelencia de sus alumnos en todas las materias. En la Escolanía del Valle destaca el cuidado de las materias de humanidades, como la religión, la historia, el latín o la filosofía.
Además, los escolanes también reciben una completa y esmerada formación musical, a la que dedican varias horas al día. Esta formación abarca tanto el canto gregoriano —canto litúrgico por antonomasia de la Iglesia Católica— como también lenguaje musical, instrumento, polifonía, etc. A lo largo del año escolar, los escolanes dan algunos conciertos, tanto dentro como fuera de España.
Sin embargo, tal y como reconoce Fray Miguel Torres, director técnico de la Escolanía, la vida espiritual de los alumnos es lo más importante. Los Escolanes cantan y hacen de monaguillos diariamente en la misa conventual de la Basílica de la Santa Cruz junto a los monjes. Así aprenden el sentido de la liturgia y a ofrecer a Dios un canto de alabanza desde su más tierna edad. También celebran diariamente una parte de la Liturgia de las horas, cantando Laudes por la mañana, y Completas por la noche, en la capilla de la Escolanía.
Por último, el clima familiar y de compañerismo propio de la Escolanía ayuda notablemente a que todo se desarrolle con mucha alegría y entusiasmo. Además, los benedictinos reconocen que genera una gran confianza entre los alumnos, lo que les ayuda notablemente a crecer y a madurar.
La vida en la Escolanía del Valle, pues, se caracteriza por un clima de amistad, confianza y familiaridad, que ayuda a sus alumnos a dar lo mejor de ellos mismos. Son precisamente los más jóvenes los que reconocen que no faltan nunca el buen ambiente, la diversión y el deporte. El entorno ciertamente favorece las actividades al aire libre, como jugar en el campo o hacer excursiones, algo que, según reconocen los monjes benedictinos, «parece fundamental en un mundo como el nuestro, tan dependiente de las nuevas tecnologías».