¿Por qué cada vez más jóvenes ven con buenos ojos el franquismo?

No piden mucho, sólo una vivienda digna, habitar un lugar seguro donde se aplique la ley o tener capacidad de ahorro

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Todo sistema político basa su legitimidad en mitos que lo vertebran, mitos fundacionales. No es extraño que parte de la mitología fundacional de un consenso político parta de la negación del sistema que lo precedía, como sucede en España, donde el Régimen de 1978 se ensalza desdeñando al franquismo, que hoy cumple 50 años de su defunción tras la muerte de Francisco Franco. La llegada del sistema democrático supuso la libertad política, la cual se tradujo en el cambio de chaquetas del Movimiento Nacional por las de los partidos que nacían con la Transición Española.

La mitología fundacional necesita de propaganda para reforzar la sensación de legitimidad del nuevo sistema, especialmente si este es rupturista con el anterior. Sin embargo, es un error pensar que proclamar las virtudes de lo vigente en detrimento del pasado es una baza que servirá en todo momento. Así lo demuestran las cacareadas encuestas que ponen de relieve cómo la juventud cada vez más desprecia los sistemas democráticos liberales mientras se abren a la idea de nuevos autoritarismos donde la democracia en sí no sea el fin último del sistema. Precisamente en España salen estudios demoscópicos que apuntan a que uno de cada cinco jóvenes consideran que el franquismo tuvo aspectos positivos. Esto supone una ruptura con el mito fundacional del Régimen de 1978, que ve cómo sus cimientos se tambalean. Llegados a este punto cabe preguntarnos el porqué de esta tendencia… ¿Por qué prefieren al franquismo?

El primer síntoma más evidente es el agotamiento en sí del mismo sistema democrático. En nuestros días se pone de relieve cómo el Estado de Derecho del que se presumía pierde aguas gracias al diseño institucional desarrollado por el bipartidismo a partir de la Constitución de 1978. Hay herramientas para legalmente constituir una casta política que en última instancia sea impune al Código Penal creado por ella misma. Si Pedro Sánchez convenciera a los diputados socialistas y al resto de socios de investidura, toda causa judicial que le asalte podría ser sobreseída a pesar de que cualquier tribunal insistiese persistentemente en aplicar la ley desarrollada por esos mismos diputados. Igual sucede con todo aquel que disfrute del aforamiento, aún vigente pese a las reiteradas promesas de eliminarlo. Estas situaciones permean en la sociedad, especialmente en quienes osan a compararse para descubrir que jamás recibirían un trato procesal análogo. Es decir, la igualdad estricta ante la ley queda en entredicho.

Por otro lado, el funcionamiento de los sistemas democráticos conduce a que los partidos prometan e impulsen medidas para los mayores segmentos de votantes. Esto lleva a que se adopten políticas económicas que favorezcan a los mayores grupos de votantes en detrimento de grupos minoritarios. Así llegamos a la cuestión de las pensiones que, lejos de ser una contraprestación completamente vinculada a las cotizaciones sociales durante la vida laboral, resultan ser más beneficiosas que lo que por ley debiera ser. Así lo demuestra que más de la mitad de los pensionistas cobre una pensión por encima de lo cotizado, según declara la AIReF. El sistema de pensiones, al ser de reparto y no de capitalización, empuja a una situación en la que el endeudamiento público y la presión fiscal tapa agujeros de un sistema de prestaciones dependiente de una demografía decidida a suicidarse al dejar de lado la natalidad. Esto se traduce en un inevitable deterioro de las condiciones materiales de las clases trabajadoras, especialmente de las más jóvenes. De ahí que la comparación de estas condiciones materiales con las de generaciones previas pongan en duda la validez del sistema actual en tanto en cuanto el diseño de éste les impide planificar un futuro.

Por último, los contratos sociales que justifican el sometimiento de una sociedad a un conjunto de leyes encuentran su fundamento en la cesión de libertad a cambio de seguridad. Debido al invierno demográfico que sufrimos gracias al repudio de formar familias sólidas y el carpe diem del consumismo, el sistema actual (no sólo en España sino también toda la Unión Europea) llega a punto de ruptura inevitable. La demografía es una fuerza imparable, pero durante varios lustros se ha tratado de paliar este hecho con inmigración descontrolada y difícilmente asumible. De ahí han surgido problemas no sólo de convivencia sino también de coexistencia que se manifiesta en viviendas inaccesibles e inseguridad en las calles. Especialmente respecto a esta última, el actual Estado no hace el uso de la violencia que legítimamente puede aplicar para evitar la delincuencia. La laxitud institucional para tratar al criminal lleva a la población a cuestionar la razón de ser del contrato social de 1978, cuestión que resuena con más fuerza especialmente entre los jóvenes.

Como resultado de todo lo expuesto anteriormente, la contestaria juventud mira con cada vez mejores ojos al franquismo. Tal vez esa comparación sea idealizada, ya que cada vez son menos los que vivieron dicha época y conservan sus plenas facultades para contarlo. No hay que olvidar que todo sistema político hecho por el hombre está inevitablemente destinado a tener carencias e imperfecciones. Sin embargo, esto no impide que la situación actual de precariedad, inseguridad y privilegios políticos conduzca a un rechazo del vigente Régimen de 1978. En las manifestaciones de Ferraz se puso de relieve cómo esto es una tendencia en la juventud al ondear banderas de España con el agujero que extirpaba a la monarquía parlamentaria, simbólica según para qué debates.

Los jóvenes prefieren el franquismo porque el presente y el futuro de España son desoladores. Por mucha propaganda y descalificación que desde medios de comunicación se quiera lanzar contra el difunto Francisco Franco, no va a cambiar que España estaba hace medio siglo en unas condiciones materiales relativamente mejores que las actuales. No había democracia, es cierto, y las libertades políticas no eran como las actuales. Sin embargo, eso no va a evitar que los jóvenes se comparen con sus antecesores y deseen unas condiciones materiales análogas a las suyas. No piden mucho, sólo una vivienda digna, habitar un lugar seguro donde se aplique la ley contra el delincuente o tener capacidad de ahorro sin impuestos abusivos que esquilman sus nóminas. Los hay que incluso sólo piden formar una familia y proveerle un futuro próspero y seguro. Tal vez por eso prefieran el franquismo.

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