Las instituciones de las que hablamos en esta serie no sólo están desamparando a los vivos, también están abandonando a los muertos. Más de 34.000 españoles de ambos bandos fueron enterrados en el Valle de Los Caídos, compartiendo el suelo sagrado que el Gobierno socialista quiere profanar con la pasividad de la jerarquía eclesiástica, la Corona, el partido más votado de la derecha —por ahora—, que gobierna una infinidad de administraciones, los mandos militares, que tienen los restos de miles de sus caídos en las naves del monumentos…
La Comunidad de Madrid se ha escudado en la «lealtad institucional» para no incoar el expediente de Bien de Interés Cultural del conjunto. Cabe preguntarse qué genero de lealtades puede sobreponerse al que se le debe a la Historia y al sacrificio de unos españoles que depositaron algo mas que una papeleta en una urna por una España mejor. Terminada la guerra, se construyó un gran cementerio que los acogiera a todos, para que todos fueran custodiados por los monjes benedictinos bajo el signo de perdón de la Cruz. El abrazo eterno de los españoles fue interrumpido por la arrogancia de la actual «lealtad institucional». Si algún sitio físico representa el desabrigo de los españoles de su manta institucional, ése es el Valle de los Caídos.
Españoles sin instituciones (VI): una España que nace en Ferraz
El día 12 de noviembre se conocía el proyecto ganador que llevará a cabo las obras en el Valle en virtud del propósito «resignificador» —es decir profanador— del centro. La curia no hizo ninguna declaración al respecto. Sí pudimos leer y oír, en cambio, algunas reacciones en su medio de difusión favorito: la COPE. La emisora episcopal informaba en su web que las actuaciones en el interior de la Basílica serían «mínimas» y celebraba que «el proyecto elegido, la Base y la Cruz, respetaría, en principio, los acuerdos alcanzados entre el Gobierno y la Iglesia».
Curioso que se respeten «en principio» los términos del acuerdo entre la Iglesia y el Gobierno que el comunicado del Arzobispado de Madrid del 16 de abril decía que eran «generales y nunca se han detenido en los detalles y particularidades del mismo». No sé si algún obispo dijo al tomar los hábitos que respetaría «en principio» las obligaciones de su ministerio. Los fieles esperamos que los templos se respeten completamente, en principio y en final, y nuestros pastores, con sus pecados y virtudes, sean portadores de los principios de la fe, sin componendas ni medias tintas. Parece que hay miedo a contestar al anuncio de profanación como se merece.
Quizá ese temor se deba al ambiente de sospecha que cebaba la noticia filtrada a El País tres días antes según la cual el Vaticano abría una investigación por pederastia al obispo de Cádiz cuando era cura en Madrid. Se adivinaba detrás de la curiosa coincidencia el mismo patrón aplicado en el mes de marzo. Reunión Gobierno-Vaticano, se habla del valle, noticia de casos de abusos en la Iglesia, se retoma lo del Valle, la curia calla. La novedad es que en este caso el propio presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Argüello, admitía la verosimilitud de la denuncia.
Es fácil pensar que la Iglesia está siendo chantajeada y que el Valle de los Caídos es el rescate que pide el secuestrador. Es más difícil, en cambio, creer que la curia no está cediendo a la trampa y que preparan el maletín que van a dejar escondido en una papelera de Añastro para que lo recoja la otra parte. Si lo hacen, la grieta de la que se tendrían que preocupar no es la que se proyecta en la explanada de la basílica. La sima fundamental sería la abierta entre la jerarquía de la Iglesia y los fieles. No habría ya confianza ni respeto. Y eso no hay visita del Papa a España que lo arregle. Si los obispos ceden, esconderse detrás de la muceta del papa con las reliquias de los mártires en el pectoral será inútil.
Hay más instituciones que han fallado, pero lo de la Iglesia es una catástrofe. Diga lo que diga la elitista Ayuso, con sus menas de todos los acentos y su preferencia por Sillicon Valley. Los enterrados en el Valle de los Caídos son también España y hay un pueblo, aún vivo, que no está dispuesto a abandonarles entre el chantaje de unos y la cobardía de otros. Toda la democracia española ha fallado en el Valle de los Caídos. Con lo que las instituciones que la democracia ha generado no podían sino fallar también con la bendición episcopal incluida. No han considerado entre sus votos el voto de los muertos. El Valle de los Caídos es la urna más digna de España, y los que la abandonan, los mas indignos por mucha fruta que tengan en las camisetas, mucha faja, muchas estrellas en la bocamanga.


