Se cumplen tres décadas del 2 de octubre de 1995, el día que (What’s the Story) Morning Glory? vio la luz. El segundo álbum de Oasis sigue siendo mucho más: es el símbolo de una generación que vivió un país en plena euforia cultural. El disco británico más importante de los 90 es una muestra de un Reino Unido que pasó para no volver.
Cuando salió al mercado, Oasis ya era un grupo conocido y reconocido por el éxito de Definitely Maybe. Fue Morning Glory el trabajo que que catapultó internacionalmente y para siempre a la banda. Grabado en apenas unas semanas en los estudios Rockfield de Gales, el disco contiene himnos que nunca han dejado de sonar en Mánchester y el resto del mundo: Wonderwall, Don’t Look Back in Anger, Some Might Say o Champagne Supernova no son sólo aquello tan manido de «la banda sonora de una generación».
La mezcla de las letras y la música de Noel y la voz de Liam es una fórmula irresistible. Música directa, sin pretensiones de sofisticación, pero con la ambición de conquistar al público masivo. En el Reino Unido se encumbró como el álbum más vendido de los noventa y, a escala global, supera ampliamente los 20 millones de copias.
La prensa especializada nunca se rindió del todo a Oasis. Quizá hasta ahora. Entonces, el disco fue tachado de grandilocuente, incluso vulgar, en comparación con propuestas más refinadas de la época. El tiempo, en camnio, ha acabado por hacer de Morning Glory el canon de la música británica. Representa todavía no sólo a una banda, sino a un país que, bajo el paraguas de la Cool Britannia, se reconoció en esa mezcla de nostalgia y desparpajo juvenil.
Treinta años después, el aniversario coincide con el reencuentro de los Gallagher. Oasis volvió a subirse a un escenario el 4 de julio en Cardiff, antes de regresar a Mánchester, su ciudad natal, en cinco conciertos que fueron ceremonias de reconcilición con la historia y de recuperación de una juventud pasada.
Hoy, Oasis es exponente principal del presente artístico y de la memoria cultural del Reino Unido. Un destello de un país que pasó y de una generación que creció con su música. Sus canciones nunca han dejado de sonar en pubs, reuniones familiares y festivales. Treinta años después, Morning Glory es disco y símbolo.