Valencia, año uno: la tragedia en cifras

Los números, fríos pero elocuentes, revelan la magnitud de la tragedia y confirman que aquella jornada marcó un antes y un después en la historia reciente de España

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Hace un año, el 29 de octubre de 2024, la provincia de Valencia vivió uno de los días más trágicos de su historia moderna. La mayor catástrofe de la que hemos sido testigos los españoles que hoy poblamos nuestro país. En apenas unas horas, una DANA (depresión aislada en niveles altos), como repiten políticos y periodistas, descargó sobre la cuenca baja del Turia y l’Horta Sud una cantidad de agua sin precedentes, las compuertas de los embalses fueron abiertas y los servicios de rescate tardaron en ser movilizados.

Las calles se convirtieron en ríos, los ríos en mares desbordados, y centenares de familias vieron cómo el agua arrasaba sus hogares, sus negocios y sus vidas. Doce meses después, la huella sigue visible en el paisaje y en la memoria. Los municipios más golpeados, de Paiporta a Catarroja o Aldaia, aún intentan recomponerse entre los escombros de lo que fueron barrios enteros. Las cifras oficiales, frías pero elocuentes, revelan la magnitud de la tragedia y confirman que aquella jornada marcó un antes y un después en la historia reciente de España.

La cifra irrecuperable: 237 víctimas mortales

El balance final arroja 237 muertos, entre ellos una bebé nonata y tres personas que continúan desaparecidas. Además, 2.641 personas resultaron heridas y más de 117.000 recibieron atención médica. Se calcula que 303.295 personas se vieron afectadas directa o indirectamente, y los especialistas estiman que más de 80.000 sufrirán trastornos de estrés postraumático en la llamada zona cero.

La factura económica: 29.000 millones de euros

La furia del agua se tradujo en una destrucción material cifrada en 17.800 millones de euros, aunque las autoridades autonómicas consideran que la recuperación y adaptación del territorio exigirán otros 12.000 millones adicionales. En conjunto, la catástrofe dejó una factura económica total de 29.000 millones, equivalente a un 10% del PIB valenciano.

Los daños alcanzaron a 66.000 locales comerciales y casi 16.000 viviendas, de las cuales 1.530 fueron declaradas inhabitables. Quedaron afectados 115 centros educativos y más de 48.000 alumnos, además de 136 infraestructuras sociosanitarias, entre ellas 57 centros de salud. También quedaron inutilizados 144.000 vehículos (el 85 % siniestro total), mientras el impacto laboral se tradujo en 274.883 trabajadores perjudicados.

La superficie devastada: 564 kilómetros cuadrados

La magnitud del desastre se mide también en territorio: 564 kilómetros cuadrados de 75 municipios valencianos quedaron devastados, concentrando un millón de habitantes y casi un tercio del PIB provincial. En esos municipios se ubican algunas de las principales áreas industriales del área metropolitana de Valencia, lo que multiplicó el efecto económico y social del desastre.

El golpe a las infraestructuras

Las infraestructuras no escaparon a la destrucción. Las lluvias dañaron 1.450 kilómetros de carreteras y 566 de vías ferroviarias, afectaron 140 tramos viarios, 380 puentes y pontones, y destruyeron 2.755 kilómetros de pistas forestales. La masa forestal dañada alcanzó las 640.000 hectáreas, y 123 depuradoras quedaron fuera de servicio. En conjunto, el 74% de la red de transporte de la provincia resultó afectada.

Un millón de toneladas de residuos

Tras la retirada de las aguas, comenzó una de las operaciones de limpieza más complejas de la historia reciente de España. Las riadas dejaron un millón de toneladas de residuos, retiradas a un ritmo medio de 15.000 toneladas diarias. En las primeras semanas se despejaron 767 viales obstruidos, se evacuaron 70.000 metros cúbicos de lodo, 130.000 vehículos y 20.000 toneladas de cañas y restos vegetales.

La zona cero: quince municipios en ruinas

Quince municipios concentran el núcleo del desastre, los bautizados como la «zona cero»: Paiporta, Catarroja, Aldaia y otras localidades de la comarca de l’Horta, donde cada una superó los 20.000 damnificados. Son áreas de alta densidad poblacional (2.098 habitantes por kilómetro cuadrado frente a los 250 de la ciudad de Valencia) y con fuerte tejido empresarial, con casi 30 empresas por kilómetro cuadrado. Esa combinación de densidad humana y económica convirtió el impacto en un golpe letal para la provincia.

Una tragedia sin precedentes

En Turís se registraron 771 litros por metro cuadrado en 24 horas y 187 litros en una sola hora, récord histórico en España. Las lluvias, concentradas en las cabeceras de los barrancos, provocaron crecidas relámpago en cauces como la rambla del Poyo, que alcanzó un pico de 2.409 metros cúbicos por segundo. Las imágenes de aquel torrente arrasando barriadas enteras dieron la vuelta al mundo.

El Estado no estuvo antes: la infraestructura, en mal estado cuando no derribada y los cauces, sucios. El Estado no estuvo durante: llegaron antes los españoles a ayudar a los españoles que las instituciones. El Estado apenas está después: la reconstrucción avanza a un ritmo demasiado lento.

El recuerdo sigue vivo. Las pérdidas humanas y materiales han dejado una huella emocional profunda en la población. Repiten los políticos que la tragedia debe servir para «repensar el modelo territorial» y reforzar la prevención frente a fenómenos climáticos cada vez más violentos. La verdad es que entre los vecinos de la zona cero prevalece una sensación de absoluto abandono. Muchos siguen sin poder regresar a sus casas, las ayudas se demoran y la promesa de un «nuevo comienzo» se antoja cada día más imposible.

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