Carmen Martín Gaite vio la luz en Salamanca el 8 de diciembre de 1925 y pocas autoras del siglo XX conservan, un centenar de años después, un eco tan vivo entre lectores, editores, dramaturgos y cineastas. Su obra, compendio de inteligencia crítica, memoria personal y una rara capacidad para escuchar la intimidad ajena, vuelve este año al centro de la conversación literaria con reediciones, obras de teatro, cómics, ciclos audiovisuales y exposiciones que reivindican su vigencia.
Martín Gaite fue novelista, ensayista, poeta, traductora y guionista. Transitó con naturalidad entre géneros y épocas, con el pulso de la exploración de los deseos, miedos y contradicciones de quienes tratan de encontrar un lugar en el mundo. Esa mezcla de introspección y mirada histórica, capaz de hacer de lo cotidiano símbolo de una generación, es quizá la razón última de su permanencia.
Reediciones y nuevas lecturas
Ediciones Siruela, una de las casas que más ha cuidado el legado de la autora, ha asumido buena parte del impulso editorial del centenario. Entre sus publicaciones destaca la primera novela gráfica de Caperucita en Manhattan, reinterpretada por Helena Bonastre y Catalina González Vilar. Las autoras han combinado fragmentos originales con un diseño visual que rinde homenaje a las ilustraciones que la propia Martín Gaite realizó para la primera edición.
La lectura contemporánea de Manhattan como escenario de libertad, clave en la obra original, adquiere hoy un matiz más irónico. Como recordaban Bonastre y González en una entrevista reciente, aquella ciudad «símbolo de emancipación» se enfrenta ahora a un clima político y social que pone en cuestión ese imaginario.
Siruela ha lanzado además Leer a Carmen Martín Gaite. La interlocutora añorada, una colección de ensayos breves coordinada por Lola Lapaz en la que ocho escritoras y periodistas revisan la influencia de la autora en sus propias trayectorias. A lo largo de 2025 también se han reeditado Visión de Nueva York, los collages que la autora elaboró durante su estancia en la ciudad en 1980 y 1981; Páginas escogidas, una antología comentada por José Teruel; y De hija a madre, de madre a hija, un volumen íntimo con dos relatos atravesados por la memoria familiar.
En escena y en pantalla
El Teatro de la Abadía ha recuperado esta temporada Caperucita en Manhattan bajo la dirección de Lucía Miranda, con funciones entre el 13 de diciembre y el 9 de enero. La adaptación insiste en la dimensión emocional del texto, una obra que Martín Gaite escribió mientras su hija Marta afrontaba la enfermedad que la llevaría a la muerte un año después. Las resonancias autobiográficas —educar, dejar volar, proteger la libertad pese al dolor— laten bajo la aparente ligereza del relato.
En paralelo, la Biblioteca Nacional inaugurará el 18 de diciembre la exposición Carmen Martín Gaite (1925-2000). Un paradigma de mujer de letras, comisariada por José Teruel. La muestra se prolongará hasta junio y busca presentar, desde manuscritos y materiales personales, el retrato intelectual de una escritora que nunca dejó de observar el mundo con curiosidad insaciable.
La Fundación SGAE se suma al homenaje con el ciclo Palabra e imagen, que programará en la Sala Berlanga, del 2 al 4 de diciembre, proyecciones y coloquios sobre la presencia de Martín Gaite en el audiovisual. Entre las obras seleccionadas figuran la serie Fragmentos de interior, basada en la novela homónima, y los largometrajes La seducción del caos y Emilia… parada y fonda. Cada sesión incluirá debates con especialistas que revisarán la vigencia de sus temas y su peculiar modo de narrar desde la interioridad.
Una voz que atraviesa generaciones
Integrada en la llamada Generación del 55, Martín Gaite llegó a Madrid en 1950, formó parte del grupo literario de Ignacio Aldecoa y obtuvo pronto reconocimientos como el Premio Café Gijón por El balneario (1955) o el Premio Nadal por Entre visillos (1957). Su trayectoria posterior fue igual de fecunda: ensayos, teatro, cuentos, poesía, guiones y varias obras mayores como El cuarto de atrás, que en 1978 le valió el Premio Nacional de Narrativa, primera mujer en recibirlo.
A lo largo de cinco décadas, su obra supo tratar cuestiones que hoy vuelven a resonar: la identidad femenina, los usos amorosos, la educación sentimental, la memoria de la posguerra, la maternidad o el deseo de libertad. Quizá por eso el centenario no suena a arqueología, sino a conversación interrumpida.
Veinticinco años después de su muerte, las instituciones culturales quieren recordarla; pero son los lectores —los de siempre y los que están llegando— quienes demuestran que Carmen Martín Gaite no necesita efemérides para seguir viva. Su literatura permanece como aquello que siempre defendió: un espacio para escuchar, comprender y acompañar, en medio del ruido, a quienes buscan su propio relato.


