El acceso a la vivienda se ha consolidado como uno de los principales muros que enfrentan los jóvenes españoles en su transición real hacia la vida adulta, y con ella a la de todo un país. Más de la mitad de quienes viven de alquiler o son propietarios dedican de media entre un 30% y un 50% de sus ingresos en pagar ese gasto.
Según el estudio Jóvenes, vivienda y futuro, impulsado por IKEA junto con Ipsos y Talento para el Futuro, seis de cada diez jóvenes señalan los precios excesivamente altos, tanto en compra como en alquiler, como el principal obstáculo para independizarse. A esa barrera se suman la precariedad laboral, los requisitos de solvencia que imponen los arrendadores y la fiscalidad asfixiante.
Tragedia generacional
Más de la mitad de los encuestados, el 51%, recibe ayuda familiar para afrontar el gasto de vivienda. Ese apoyo, regular u ocasional, se presenta como una especie de salvavidas que amortigua las deficiencias del mercado y la inestabilidad laboral, aunque es en realidad una trampa de la que resulta muy difícil escapar. Los jóvenes pagan impuestos para sufragar las pensiones con las que sus mayores les ayudan a sobrevivir. Muchos aplazan sus planes vitales: retrasan la independencia, renuncian a actividades personales o de ocio, posponen la paternidad.
El acceso a una vivienda digna no solo condiciona la economía. Seis de cada diez jóvenes reconocen que la dificultad para costear un piso impacta en su bienestar emocional. Estrés, ansiedad y frustración son los sentimientos más recurrentes. La vivienda adecuada se percibe, en cambio, como un factor de estabilidad: la tranquilidad mental y la posibilidad de plantear una planificación del futuro importan.
¿Soluciones?
A la hora de señalar responsables, el 55% de los encuestados reclama al Estado la obligación de garantizar viviendas asequibles, mientras que un 32% apuesta por fórmulas de colaboración público-privada. Casi el 90% cree que las medidas adoptadas hasta ahora por las administraciones son insuficientes, percepción que se agudiza entre quienes ya han cumplido los 25 años.
Si trágico es el panorama, más oscuro es el catálogo de soluciones recogidas por la opinión publicada. La rehabilitación de edificios vacíos, las viviendas modulares o flexibles y el alquiler social. También son repetidas las ayudas directas o los avales públicos y la regulación de los precios en zonas tensionadas. Todas, expresiones de un marco mental intervencionista, feudal, en el que los políticos todavía son solución y no causa de problemas. Una manera de pensar que sencillamente ignora que la falta de vivienda disponible en España se debe a un problema esencialmente de oferta: apenas se construye.
La falta de vivienda es un drama generacional, estructural, que no sólo condiciona la independencia, sino que redefine los proyectos vitales de millones de españoles. Una generación que, entre la incertidumbre y la falta de respuestas, se ve obligada a vivir a crédito del futuro y, en demasiadas ocasiones, de la caridad familiar.