He vuelto a birlar un título. Soy una ladrona de títulos y tiene una explicación: me fascinan.

Este se lo he robado a Rodrigo Cortés, que así tituló una de sus películas y una novela (recomendables ambas). La novela me la dedicó en una de sus conferencias sobre cine a la que fui con la intención de ponerle cara a esa voz que me tenía embobada desde la radio. La dedicatoria dice: «Para Yanire, que no se hunde, ni bien ni mal, porque es insumergible». Hace unos días se la leí a un amigo y me dijo: «O sea, que flotas». Y entonces ya me pareció menos poética y, por qué no reconocerlo, menos verdadera. Vamos que si me hundo. Alguna ola traicionera me cogió desprevenida y me llevó hacia el fondo centrifugándome hasta no saber dónde quedaba el cielo y dónde el suelo. La cuestión es, y de eso va el título, que importa el modo en que te hundes porque de ello depende el salir de nuevo a la superficie.

No te confíes en la mar. Hundirse de vez en cuando es normal, pero vamos a evitarlo, porque cuando ya no tienes dimensiones de niñez, deja de tener gracia lo de tocar el fondo con la espalda y salir a flote magullado y tiritando. Perdido. Tronado. Febril. Avergonzado. Como si acabaras de leer un periódico español.

Las deudas son una manera muy lamentable de hundirse. Tenemos a países enteros a punto de derrumbarse por las deudas. Sonando el tic tac del colapso. ¡Los derechos nuevos nos han salido carísimos! Nuestra generación y las siguientes están a un paso de endeudarse para cubrir necesidades básicas; como dice una gran tuitera, «a tres caries de la ruina».

Si el modo en que un hombre se hunde importa, imagina que a ese hombre lo hunden manos despiadadas que desaparecen en cuanto puede coger aire. Imagina el desconcierto de no saber quién ha intentando asfixiarte y, al mismo tiempo, saber que lo volverán a intentar.

Pues algo así vivimos. Por salir ya del plano metafórico, digamos claramente que nos están jodiendo como a los concursantes de Humor amarillo, que da igual cuántos golpes se lleven, el público se parte de risa. El mundo se ríe de los europobres mientras estudiamos el ángulo exacto del saludo nazi y las fábricas van cerrando.

Anda la gente en España estos días o muy enfadada o muy entusiasmada con Trump y su nueva corte de aspirantes a Ironman. Ya no es ni divertido ver los péndulos de los que cuelgan los que acusaban de populismo/catetismo al trumpista hace unos pocos años y ahora bailan hasta el YMCA. Qué poco hemos aprendido. No perdemos ocasión de humillarnos a nosotros mismos prestando más atención al show extranjero o patrio (¡dejen de mandarme memes de Errejón!) que a nuestra lista de la compra menguante.

Señoras y señores: dejen de preocuparse por las cutrísimas declaraciones diarias de unos y otros, pues no habrá un gobierno en España que pueda ejercer de otra cosa que no sea de conserje de un portaaviones y gerente de un parque acuático.

Rompe el cristal de la pecera. No te hundas. Ni bien ni mal. Sé insumergible. Vamos, que no te creas nada.