Después del último año y medio en el que mi salón se convirtió en una especie de refugio donde pasar el exilio forzoso del Metropolitano, aislado de todo lo que hace al fútbol más que un deporte. Después de año y medio, como digo, el domingo los atléticos nos dirigimos al estadio con la ilusión de la primera vez.

En los aledaños disfrutamos como nunca la primera Mahou de la temporada y de nuestra libertad, valga la redundancia. La inmensa mayoría de los rojiblancos lo hacíamos sin autocastigarnos con una mascarilla a 35 grados. Fotos, abrazos y sonrisas al grito de “Campeones”. Se acercaba el momento de oler el césped, jalear la dirección de orquesta del Cholo y buscar la sonrisa del mejor portero del mundo. La vuelta a casa, por fin.

Llegó la hora de la verdad, y dentro del estadio las reglas del juego eran otras. Desinfectarse antes de entrar, mascarilla obligatoria en todo momento, distancia de seguridad, prohibido comer y beber (excepto agua). Además, para asegurarse de que las libertades de los aficionados eran correctamente cercenadas, todos los sectores del estadio permanecían rodeados de policías del pensamiento. Su máxima —perdóneme, Sabio—, muy atlética: bozal, bozal y volver al bozal. Ni siquiera el homenaje a los que nos esperan en el tercer anfiteatro, el ofrecimiento del título de Liga del capitán a la afición o el Partido a Partido de Leiva y Sabina se impusieron a la mascarilla antes del pitido inicial. Prohibido ser feliz.

Me maravilla la base científica según la que la Coca-Cola contagia más que el agua. También debe de ser evidente la diferencia entre un abrazo de gol o un abrazo de despedida a las afueras del recinto. Menos clara me queda la necesidad de portar un bozal al aire libre. Por supuesto, en Madrid el virus es menos letal y la capacidad de los estadios se limita a un 40%, no como en el País Vasco, cuyos campos mantienen el aforo a un 20%. Queda pendiente la reflexión ante la inacción de los clubes de LaLiga, tan necesitados como están de ingresos, que es capítulo aparte. No olvidemos que #SaldremosMásFuertes.

La realidad es que sólo durante la celebración del gol de Correa el virus declaró una tregua unilateral. Ahora entiendo mejor a los que siempre rabian y critican al Cholo: será que cuantos más goles se meten, menos contagia el virus. De fútbol, naturalmente, no saben mucho, pero les auguro un gran futuro como virólogos. Debe de ser por eso que en Inglaterra los estadios están llenos y sin restricciones.