Estoy tan cansado de la turba twittera del pájaro azul que en la mayoría de las ocasiones paso por alto muchos comentarios de la masa enfurecida. Estos días me he topado con un vídeo de un minuto protagonizado por Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia y no he podido evitar hacer un alto en el camino de la ignorancia del metaverso. Miles de boomers, como diría O’Mullony, que se escandalizaban por unas declaraciones en las que la italiana hacía un alegato en defensa de la batalla de las ideas, criticaba el relativismo moral y todas las deconstrucciones posmodernas que están minando nuestros valores universales. Un nutrido grupo de personas de distintas sensibilidades ideológicas, desde la izquierda a los moderaditos más cursis, encabezados por algunos dirigentes de Ciudadanos, mostraron su reprobación contra aquel discurso. Me pregunto si he estado en el mismo partido que esos ingenuos. Lo digo porque Cs se jodió cuando Albert Rivera renunció a dar la batalla ideológica y cedió a los límites marcados por el marxismo cultural. Todavía recuerdo cuando nos convocaban a las marchas del Orgullo y salíamos escaldados. No escarmentábamos, ése no era nuestro lugar. Era incoherente luchar contra el lobby nacionalista para enrolarse en otro cargado del mismo germen ideológico excluyente. Así les ha ido en Andalucía y consumaran su desaparición.

A veces tendemos a complicarnos la vida, a buscarle tres pies al gato, cuando todo es más simple de lo que parece. El mundo se divide entre las personas conformistas con el panorama que nos rodea y aquéllos que se niegan a respirar en un ambiente degenerado, peligroso y precario. Existen los que su máxima aspiración en la vida es independizarse a costa de compartir piso y tener una suscripción a Netflix y Spotify. Están aquéllos a los que les es indiferente que algunos de nuestros barrios se hayan convertido en guetos hostiles para los vecinos de siempre. Ignoran que, paradójicamente, desde que se da una supuesta educación sexual en los colegios el número de abusos y violaciones no deje de aumentar. A lo mejor, tiene que ver el hecho de que a un niño de diez años se le hable de sexo y otros asuntos para mayores de edad cuando tendría que estar más atento de entrenar a su Pokémon o a jugar a los Playmobil, como señaló Pablo Mariñoso. Enfermos. Están depravados y quieren que nos volvamos todos tarados. La ideología de género es el mayor peligro de nuestra era. No sé si acuerdan de esa a la que enchufó Irene Montero en el Ministerio de (des)igualdad de cuyo nombre no quiero acordarme que animaba a practicar la pedofilia para educar afectivamente a los críos. Así son. Por eso ha surgido una reacción heterodoxa a la barbarie. Estar en contra de la ingeniería social no es ser de extrema derecha, rebelarse constituye el mayor acto de libertad.

El problema es que hay muchos complejos por parte de la derecha. Ahora con el auge de Vox, más. La semana pasada escribí un artículo sobre una Cruz de piedra que quiere quitar el alcalde socialista de Elche y muchos dirigentes del PP que me dijeron que lo iban a compartir no lo hicieron cuando los compañeros ilicitanos de Santiago Abascal lo difundieron. Tienen pesadillas con la foto de Colón, se han tragado el cuento de la criada. Han comprado el marco mental de la izquierda y no se salen del relato oficial. El izquierdismo y sus variantes han conseguido que el Partido Popular no derribe ni una columna de las estructuras culturales. Es el PSOE state of mind, del que tanto habla mi estimado Miguel Ángel Quintana Paz. Están obcecados en aquello que dijo Clinton de «es la economía, estúpido». Está claro que lo primero es tener para comer, por eso precisamente la izquierda no está preocupándose de los problemas de la gente planteando paridas con perspectiva de género, pero debemos revertir la normalidad degenerada por la batalla cultural emprendida por la falsa progresía. Todos éramos felices en los 2000 hasta que llegó ZP y empezó a hacer y decir tonterías. Mi padre, que compartía cuadrilla de amigos con él en la infancia siempre dice que era idiota de pequeño y que lo es de mayor. Él fue el encargado de comenzar la destrucción de nuestra sociedad. Una concordia entre nosotros que queremos recuperar, una dignidad más importante que la economía, estúpidos. La guerra espiritual empezó cuando unos sectarios arrancaron la pureza del ecosistema y lo llenaron de perversión. De no ser por aquello, no habría empezado ninguna contienda del pensamiento.

Mientras haya un grupo de burócratas que reduzcan la gobernanza de una nación a cuadrar las cuentas de una empresa, todo seguirá igual. De la misma forma que unos dirigen a la sociedad hacia el abismo de la desesperanza, se debe rescatar de la oscuridad a los caídos y enseñarles la Verdad.