“A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba, porque mi ruta había extraviado”. O algo similar se tradujo al español en el comienzo de una obra legendaria: una travesía divina por el infierno, el purgatorio y el paraíso cuyo protagonista bien podría ser Antoine Griezmann.

El máximo goleador de la historia rojiblanca en la Champions League transita en la actualidad un camino similar al de Dante. Parecido y a la vez inverso, pues al contrario que el florentino, el maconés comenzó su viaje acariciando el cielo rojiblanco para luego descender a lo más profundo del averno. Desde agosto navega para enfrentar sus penas por el Río Aqueronte junto al Maestro Simeone, dispuesto a guiarle en su particular reencuentro con Beatriz: esa divina virtud futbolística que le encumbró como uno de los mejores jugadores del mundo en el pasado, materializado en un Balón de Bronce y un Mundial con Francia.

La afición del atlético espera mucho de este viaje con Griezmann, no sólo como jugador, sino como persona y líder. Después de un recibimiento áspero, parece estar preparada y dispuesta a purgar sus pecados y acompañarle en este largo camino. La alargada sombra del Cholo funciona por el momento como paraguas para tapar que, así como una de las mayores virtudes en la vida es la de saber irse, no menos importante es la de saber llegar. Y en este caso concreto, saber volver. Carencias que la afición padece por dentro para no entorpecer aún más si cabe su paseo por los distintos círculos del infierno, pero que evidencian que todavía existen valores en nuestra sociedad que imperan por encima de la estulticia moral que aparenta prevalecer. En realidad, los buenos somos más.

El crédito del maestro maquilla que, hasta el momento, su viaje no es alentador. Desde el punto de vista futbolístico, el Cholo —siendo menos cholista que el papa— le ha buscado hueco a marchas forzadas en el once inicial otorgándole una confianza extra que no se ha ganado todavía en el campo. Ello ha provocado el desplazamiento a otra posición del futbolista más desequilibrante de los últimos tiempos (Correa) y amenaza con frenar la progresión del joven más ilusionante (Joao Félix). Griezmann ha encontrado un equipo construido para ganar por acoso y derribo, que derrochaba entusiasmo y carácter en cada envite y donde, en estos momentos, no encaja su parsimonioso y previsible aporte para el control del juego como enganche. Dante se desmayó a las puertas del limbo, y el francés a las puertas del vestuario atlético después de su animada presentación. Cierto es que el equipo parece continuar de pretemporada, pues está sin chispa y sin confianza en las áreas, pero si desciendes del cielo al averno, lo único de lo que no se puede dudar es del compromiso y la energía por recuperar el trono perdido.

Por el momento, en el lugar donde residen todos sus demonios —concretamente en la misma portería de cuyo estadio prefiero no acordarme—, Griezmann ha puesto la primera piedra sobre la que construir el compromiso con una afición a la que le debe la ilusión por volver a ser, y no simplemente a estar. “Allí serás uno más”, le dijo su mujer Erika. Y Dante, desde el Empíreo, bien podría haberle dicho que la temporada hasta el momento no es ni Divina ni Comedia. A ti encomendamos su alma —y la nuestra—, Cholo.