Empieza a garuar en Lima. Sin paraguas bajo el que cobijarnos, un buen amigo y yo decidimos refugiarnos de la tímida lluvia en el acogedor y legendario bar del hotel Maury, muy cerca de la histórica Plaza de Armas. Entre largos tragos de unos exquisitos pisco sours, mi acompañante, peruano, nostálgico de Fujimori, odontólogo de profesión y padre de familia, me relata que hubo una época, no hace mucho, donde el pánico le impedía hacer algo tan trivial a la par que necesario, como acomodarse en una terraza con sus cuatro hijos para disfrutar de un helado de lúcuma en el animoso barrio de Miraflores, donde residía, uno de los 47 distritos de la deliciosamente decadente capital fundada por Francisco Pizarro.

Mi interlocutor se refería al miedo a los coches bomba estacionados junto a los centros comerciales y parques, a los incesantes asesinatos aleatorios o premeditados en plena calle, a los camiones macizos de dinamita aparcados frente a los cuarteles y comisarias, y a los constantes tiroteos o, como los llamaba él, balaceras, haciendo un continuo uso de la rica jerga local que yo, instalado en el país ya hacía un tiempo, entendía fluidamente sin necesidad de detener nuestro extenso y sugestivo parlamento requiriendo su traducción.

Me platicaba, cómo no, sobre Sendero Luminoso, el implacable y sanguinario grupo subversivo que mantuvo en jaque, casi mate, a todo un Estado.

Los perros de Deng Xiaoping (II)

La cuarta espada del comunismo: honor y gloria al campesinado

Como otras organizaciones terroristas, Sendero Luminoso viene a mal nacer en la universidad, concretamente en la de San Cristóbal de Huamanga, de fundación virreinal, en la socavada, deprimida, empobrecida y olvidada región andina de Ayacucho, donde prácticamente el Estado no existía.

Al frente de la banda se situaba un lunático narcisista procedente de la ciudad de Arequipa, Abimael Guzmán, catedrático de filosofía de la mencionada institución académica, que estaba decidido a demoler el Perú, tal y como se entendía en ese momento, y convertirlo en una suerte de lejano y devoto satélite de la incipiente República Popular China.

Vayamos un poco más atrás y situémonos en el tiempo. En 1965 y 1967, Guzmán realiza sendos viajes a Pekín y allí se deja empapar de toda la esencia del maoísmo, llegando de este modo al cenit de su radicalización. Su enferma mente resuelve entonces que la única solución para la profunda crisis social, económica y política que sufría su nación era ejercer una despiadada guerra de clases, valiéndose de lo que él denominaba una necesaria violencia revolucionaria, con el único propósito de fulminar el orden establecido y crear uno nuevo dirigido por el campesinado.

El pistoletazo de salida a todo este horror marxista-leninista-maoísta se da en 1969, cuando el profesor funda oficialmente Sendero Luminoso, que no es más que una escisión, o más bien un tumor maligno, del Partido Comunista del Perú-Bandera Roja que, a su vez, surge tras un cisma en el Partido Comunista del Perú avenido por la ruptura entre la Unión Soviética y la República Popular China.

Durante sus primeros pasos, el grupo se dedicó a la captación y al adoctrinamiento, insuflando rápidamente su veneno sobre los órganos de representación y coordinación del estudiantado, no solo en las universidades del centro del país, sino también en algunas de la capital.

Sus filas engordaban peligrosamente por días y ya en 1977, su adalid, que había sido privado de su cátedra y pasado a la clandestinidad, considera que ha llegado la hora de efectuar un contundente e irreversible movimiento hacia adelante: iniciar la lucha armada con la intención de llevar a cabo un conflicto bélico contra el Estado peruano. Para ello, instaura la primera escuela militar de Sendero donde, básicamente, se enseñaban el modus operandi de la guerra de guerrillas y las tácticas de sabotaje en las que había sido aleccionado durante sus periplos en China. Además, fortalece la organización, dotándola de un sólido sistema jerárquico y una retórica y disciplina férreas.

Llama poderosamente la atención el cupo femenino se sus integrantes, siendo el 50% de los senderistas, mujeres. El grupo llegó a contar con más de 50.000 miembros y casi 5.000 combatientes dispuestos a ejercer la cuota de sangre. Esta fuerza solo es comparable, en todo el continente americano, a las huestes sandinistas de Nicaragua y a las hordas castristas de Cuba… revoluciones, ambas, que resultaron triunfantes.

En 1978 rompe todos los lazos que le unían al resto de partidos de izquierdas, convoca su primer congreso y, ni más ni menos, declara oficialmente la guerra al Perú.

Tras Karl Marx, Vladimir Lenin y Mao Zedong, se forjaba de esta manera la cuarta espada del comunismo. Así era identificado por sus fanáticos seguidores este engendro llamado Abimael Guzmán.

Rafael Angulo Hidalgo
Nacido en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Los derroteros profesionales le llevaron a residir durante varios años en Inglaterra, Perú y Chile, aunque actualmente se encuentra asentado en España. Amante del turf por encima de todas las cosas.