Al árbol de la vida hace tiempo que se le han caído muchas hojas. Desde hace ya muchos años, la mayoría de los países del mundo no ha hecho más que restringir y atacar la vida de los inocentes e indefensos aprobando leyes que favorecen el aborto, la eutanasia y demás prácticas en contra de la vida. La despenalización del aborto y la aprobación de éste ya sea a través de leyes de plazos o de supuestos, no ha hecho más que crecer. Además, recientemente, se ha empezado a criminalizar cualquier acción que intente evitar el aborto. España es uno de los pocos países que ha convertido en delito rezar y ayudar a madres embarazadas.

Pero ahora, en los Estados Unidos, donde existe una de las legislaciones más permisivas del mundo, comparable a China y Corea del Norte, con aborto libre a demanda durante los nueve meses de embarazo, el árbol empieza a reverdecer.  En el caso Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ha terminado el camino iniciado por la famosa Roe v Wade en 1973, mostrando claramente que era un camino equivocado. No ha sido fácil para los jueces ni para la sociedad americana, pero lo que esta decisión demuestra es que es posible, y muy necesario, cambiar las leyes sobre el aborto.

La Corte Suprema de los Estados Unidos ha concluido que no existe un derecho al aborto en la Constitución, al reconocer la legítima prerrogativa del estado de Mississippi para regular el acceso al aborto. Al hacerlo, devuelve las decisiones políticas sobre el aborto al proceso democrático, que es lugar que les corresponde y elimina el régimen de aborto extremo en todo el país establecido por Roe v. Wade. Esto implica que, a partir de ahora, cada Estado podrá regular el aborto y que serán los ciudadanos los que decidirán, a través de sus representantes políticos, como hacerlo. En resumen, esta sentencia no ilegaliza el aborto, simplemente establece que se podrá regular y que serán los cincuenta Estados que conforman los Estados Unidos de América los que podrán hacerlo.

La ley de Mississippi limita el aborto a las quince semanas, un poco más que aquí en España, donde se puede abortar libremente hasta la semana catorce y hasta la veinticuatro solamente en algunos supuestos. Esta decisión permite a los distintos Estados adaptar su legislación a los avances de la ciencia que no existían hace cincuenta años. Y es que necesitamos leyes adecuadas al siglo XXI que implementen los desarrollos médicos más recientes. Estos nos permiten explican mejor la realidad de la vida en el vientre materno y ahora tenemos muchas más pruebas que señalan el trauma que el aborto supone para las mujeres.

La humanidad del niño no nacido es cada vez más innegable. Ahora es más evidente que nunca: a las seis semanas sabemos que el niño no nacido tiene un corazón que late, y a las quince semanas los niños no nacidos pueden chuparse el dedo, tienen la nariz y los labios completamente formados y también ojos y cejas. Investigaciones recientes demuestran que pueden sentir dolor a partir de las doce semanas, o incluso antes. La viabilidad de un niño fuera del vientre de su madre es posible a partir de las veintiuna semanas y un día.

Durante los últimos años, los Estados Unidos han sido el mayor exportador de abortos en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo. Muchos países han sido objeto de presiones, vinculadas en gran medida a la financiación para el desarrollo, que explican que se hayan implementado tantas leyes y políticas proaborto alrededor del mundo. A menudo esto ocurre de una manera que no refleja las actitudes culturales nacionales hacia el aborto. Esta sentencia ofrece la oportunidad de retomar la conversación sobre el aborto en países de todo el mundo que se han visto influenciados por la posición extremista de los Estados Unidos.

Aunque nos digan lo contrario, el derecho al aborto no existe en ningún tratado de Derechos Humanos ni en el Derecho Internacional. Si que existe un claro derecho a la vida, en el que se incluye la protección del no nacido. El derecho internacional es fundamentalmente provida.

La Corte Suprema de los Estados Unidos nos ha demostrado que las leyes sobre el aborto pueden cambiar a mejor y que es necesario que haya debate en torno a este tema. Solo así podremos proteger mejor a las mujeres y a los niños perjudicados por el trauma del aborto. El árbol de la vida está, al fin, floreciendo.