El pasado 22 de agosto se cumplió el 85 aniversario de la matanza de la cárcel Modelo de Madrid, uno de los muchos episodios trágicos que tuvieron lugar en aquella España convulsa del verano de 1936. Sin embargo, sobre este episodio se cierne un silencio atronador, pasando totalmente desapercibido una fecha tan señalada como es el 85 aniversario. Y eso que las víctimas de este suceso trágico fueron importantes personalidades de la época.
Todos los años por estas fechas vemos a nuestros políticos desempolvar multitud de malos recuerdos, casualmente siempre aquellos relacionados con la represión franquista. Este verano nadie recordó a los asesinados en la cárcel Modelo de Madrid, probablemente porque fueron víctimas de aquellos seres de luz que habitaban la zona republicana. Ya saben, la eterna memoria histórica selectiva.
Por ese motivo, para luchar contra el silencio impuesto por la propaganda oficial, voy a dedicar estas líneas a recordar los sucesos que sacudieron la famosa cárcel madrileña aquellos días del verano de 1936 y a las principales víctimas de aquella tragedia.
Hay que trasladarse a los primeros días de agosto de 1936 para conocer el contexto en el que se llevó a cabo la matanza. Durante las primeras semanas de la Guerra Civil, la situación en Madrid era terrorífica. Se habilitaron diferentes checas, una especie de centros creados por los partidos políticos y sindicados, que servían para detener, torturar o asesinar a todo aquel que fuese considerado enemigo del Frente Popular. Todo aquel que había mostrado cualquier atisbo de simpatía por las ideas de la derecha corría un grave peligro.
A mediados de agosto, el nerviosismo se apoderó de los principales cuadros políticos y militares republicanos. En menos de un mes, las tropas sublevadas se hicieron con toda Andalucía occidental y buena parte de Extremadura, consiguiendo así unificar los dos territorios en dominio de los rebeldes. La marcha hacia Madrid era cuestión de poco tiempo.
El papel de la prensa
En ese ambiente de tensión, se desató en Madrid un frenesí de odio y violencia contra aquellos sospechosos de ser contrarios al Frente Popular. Así, el día 12 de agosto, el periódico socialista Claridad llevó en portada la noticia de que los presos derechistas que se encontraban en la cárcel Modelo habían recibido armas de los propios funcionarios para preparar un motín y posteriormente huir de la cárcel. Aquella noticia no hizo sino aumentar el ambiente de tensión, pues lo último que querían los líderes republicanos era que las tropas de Franco tuviesen un apoyo en la retaguardia republicana.
Aquello llamó la atención del Comité Provincial de Investigación Pública, órgano creado el 4 de agosto de 1936 para llevar a cabo las funciones de vigilancia y represión en la retaguardia. Dicho comité decidió realizar un registro en la cárcel Modelo, contando con la previa autorización del director general de Seguridad.
El día 21 de agosto, un grupo de milicianos comandados por el anarquista Felipe Sandoval fueron a la cárcel a realizar una investigación. El primer registro concluyó sin ningún tipo prueba ni indicio que hiciera sospechar que lo publicado por Claridad fuese verdad. Lo cierto es que parece bastante inverosímil que los presos planeasen un motín para huir en un Madrid que se encontraba bajo férreo control republicano y con las tropas sublevadas todavía lejos de la capital.
Al no encontrar indicios sólidos, decidieron realizar un segundo registro al día siguiente, el 22 de agosto. Tampoco en esa ocasión encontraron pruebas concluyentes; la supuesta conspiración de los presos contada por Claridad no se sostenía de ninguna de las maneras. Casualmente, la tarde del día 22, una vez acabado el registro, se declaró un incendio en la leñera de la cárcel Modelo. El caos y el desorden se hicieron dueños de la situación
Con parte de la cárcel devorada por las llamas, se produjeron fuertes discusiones entre algunos presos de derechas y los milicianos que custodiaban la cárcel. Por si esto fuese poco, en ese momento los presos comunes se amotinaron y pidieron su inmediata puesta en libertad. Sandoval accedió a la petición, a cambio de que los presos comunes se afiliaran a la CNT.
Esa decisión arbitraria de Sandoval lo único que consiguió fue aumentar la indignación de los presos de derechas, que mantuvieron acaloradas discusiones con los milicianos que custodiaban la cárcel.
Fue entonces cuando una ametralladora apostada previamente en la azotea por los milicianos comenzó a disparar contra algunos presos que se encontraban en el patio. El resultado de aquel primer altercado fueron seis muertos y 11 heridos. Entre los asesinados, se encontraba el falangista Manuel Chacel y del Moral.
Tras estos sucesos, empezó a correr por Madrid el rumor de que el incendio de la cárcel había sido provocado por los presos derechistas para intentar así facilitar sus planes de fuga. Desde luego, los milicianos, ansiosos de sangre, tenían en aquel suceso la excusa perfecta para cobrarse las piezas que tanto deseaban.
Algunos historiadores e hispanistas han respaldado la tesis de que el incendio fue provocado por los presos falangistas. Lo cierto es que, a día de hoy, nadie puede responder a la pregunta de quién fue el autor de aquel incendio. Es una de esas preguntas que a veces deja la historia sin resolver. En mi opinión, no sería descabellado pensar que fue provocado por los milicianos que no habían podido encontrar en los dos registros pruebas concluyentes de la conspiración de los presos; el incendio les servía como coartada para perpetrar el derramamiento de sangre que tanto deseaban.
Volviendo al relato de los hechos, aquel incendio sirvió para que una multitud enfurecida se concretara a las puertas de la cárcel para pedir «justicia revolucionaria» contra los presos de derechas. Los allí congregados amenazaron incluso con entrar en la cárcel si no se hacía «justicia» con los presos derechistas. Eran sabuesos sedientos de sangre.
En este ambiente de caos, los milicianos que se encontraban custodiando el interior de la cárcel decidieron que la mejor solución era formar un tribunal revolucionario que juzgara de forma inmediata a los supuestos conspiradores. El juicio tuvo lugar la noche del 22 al 23 de agosto en los sótanos de la cárcel.
Las víctimas
Entre los asesinados aquella noche se encontraba Melquiades Álvarez, fundador del Partido Republicano Liberal Demócrata. Álvarez, es considerado por muchos historiadores un representante de lo que se llama la tercera España, siendo defensor de posturas centristas y con un largo historial de pactos con partidos de izquierda y derecha. Fue presidente del Congreso de los Diputados desde 1922 hasta la instauración de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, a la que Álvarez se opuso fervientemente.
En sus últimos años, fue además Decano del Colegio de Abogados de Madrid, encargándose de la defensa de José Antonio Primo de Rivera en una de las numerosas causas judiciales que tenía abiertas el líder de Falange. Probablemente ese hecho ayudaría a que fuese asesinado aquella noche del 22 de agosto.
Durante la farsa de juicio a la que fue sometido, intentó hacer un último alegato. Mientras hablaba, uno de los milicianos allí presente le atravesó la garganta con una bayoneta, rematándolo con varios tiros.
Otro de los asesinados fue Fernando Primo de Rivera, hermano pequeño del fundador de Falange. Médico de profesión, fue discípulo de Gregorio Marañón.
También pereció aquella noche Julio Ruiz de Alda. Fundador de Falange y aviador de profesión, alcanzó gran popularidad gracias al vuelo Plus Ultra, en 1926. A Ruiz de Alda le robaron un reloj de oro en uno de los registros.
Fueron varios los ministros republicanos asesinados esa noche. Entre ellos se encontraban: Manuel Rico Avello, ministro de gobernación entre 1933 y 1934 y ministro de hacienda entre 1935 y 1936; Ramón Álvarez-Valdés, afiliado al partido de Melquiades Álvarez y ministro de Justicia en 1933, y José Martínez de Velasco, quien durante el bienio radical-cedista ocupó tres carteras ministeriales.
Junto a los mencionados, fueron asesinadas al menos 20 personas más. En total, más de 30 vidas truncadas por el fanatismo y el odio de las milicias del Frente Popular. Olvidados por la memoria histórica oficial. Sirvan estas líneas como recuerdo y homenaje a todos ellos.