En Madrid abre un templo evangélico cada cuatro días, un ritmo que ya hace de la capital de España el principal polo de expansión protestante de Europa. Lo que comenzó como una consecuencia directa de la inmigración iberoamericana, expresado en una forma de culto discreto en locales de barrio, ha terminado por configurar una ciudad paralela con especial fuerza en los distritos del sur.
En la Comunidad de Madrid ya existen más de 800 (817 a la fecha de este texto) inmuebles dedicados al culto evangélicos, el equivalente a uno de cada cinco en toda España. En 2020 eran 732, lo que refleja un salto vertiginoso en apenas un lustro. Desde entonces, la región ha incorporado un templo nuevo cada cuatro días. Esa aceleración ha dado lugar a un vuelco histórico: ya hay 2,5 lugares de culto evangélicos por cada parroquia católica en la región.
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El mapa de la fe en los barrios
El fenómeno se percibe sobre todo en los distritos del sur, donde se concentran bolsas enormes de población iberoamericana: Usera, Carabanchel, Villaverde o Puente de Vallecas concentran decenas de templos levantados en antiguos locales comerciales, garajes o naves industriales. La estética es sencilla, sin símbolos externos ni arquitectura monumental, pero con una alta capacidad de congregación. Allí, cada domingo, los cultos reúnen a cientos de fieles.
El motor de esta expansión es la inmigración procedente del otro lado del Atlántico, hispanohablante y, por lo general, de bajo poder adquisitivo. Colombianos, ecuatorianos, dominicanos o venezolanos han trasladado a Madrid el crecimiento del protestantismo que experimentaron en sus países. El modelo evangélico, además, facilita la creación de nuevas comunidades con pocos recursos materiales. Los templos funcionan también como espacios sociales en los que buscar vivienda o encontrar «redes de cuidado mutuo frente a la soledad del migrante».
Una transformación del paisaje religioso
El crecimiento del protestantismo en Madrid dibuja un mapa inédito. En barrios donde apenas quedan españoles y las parroquias católicas, en consecuencia, pierden feligreses, los lugares de culto evangélico multiplican su presencia y visibilidad. La capital de España se ha transformado en lo que algunos pastores denominan «la milla de oro evangélica», un espacio donde formas importadas de religiosidad reconfiguran la vida cotidiana.
El auge plantea desafíos de convivencia. En algunos barrios, los vecinos se quejan del ruido de los cultos o de la ocupación del espacio público en celebraciones al aire libre. Al tiempo, la expansión genera un nuevo peso social y político de estas comunidades, que buscan mayor reconocimiento institucional.
Madrid como laboratorio
Madrid concentra hoy el movimiento evangélico más fuerte de Europa occidental y se ha convertido en un laboratorio de pluralidad que altera el panorama espiritual del país. La capital, todavía epicentro catolicismo, ofrece ahora un paisaje en el que coexisten, pared con pared, bares, mezquitas, parroquias y, cada vez más, templos evangélicos que crecen al ritmo de los «nuevos madrileños» de los que presumen el alcalde y la presidente de la Comunidad.
En menos de una generación, en apenas dos arzobispos, Madrid ha pasado de ser un bastión católico a erigirse en el nucleo del crecimiento del protestantismo en Europa. Un vuelvo, consecuencia de la inmigración masiva, rasgo constitutivo de la nueva identidad madrileña, que nada tiene de identidad y aún menos de madrileña.