Con temperaturas en torno a los cero grados y los lagos del National Mall congelados, alrededor de 50.000 personas se manifestaron ayer en Washington contra las restricciones impuestas en los Estados Unidos bajo la excusa de combatir un virus. La marcha transcurrió desde el obelisco en memoria de George Washington hasta el monumento a Abraham Lincoln, en el que Martin Luther King pronunciara su I Have a Dream en otro tiempo de segregación. Allí mismo se sucedieron los discursos entre las 11.30 y las 15.30. Las manifestaciones estadounidenses son sensiblemente más largas que las españolas. Aunque hiele.

El acto no fue ni mucho menos el primero de esa naturaleza celebrado en Norteamérica, pero sí el más organizado. Un antes y un después. Algo así como una convención de las principales autoridades científicas sobre las llamadas «vacunas» y algunas de las voces más valientes sobre las implicaciones morales de las medidas: los médicos Robert Malone, Peter McCullough, Richard Urso, Pierre Kory, Christina Parks o Jessica Rose, que leyeron su declaración de lealtad al juramento hipocrático, apoyada por más de 17.000 colegas, el comunicador Bret Weinstein o el activista Robert F. Kennedy, hijo de Bob y sobrino de JFK, entre otros. Todos presentados por el humorista JP Sears y convocados bajo el lema Defeat the Mandates (Derrotemos los mandatos). Todos, por cierto, cancelados en una u otra red social.

A pesar del frío, era el momento. Primero, porque la campaña de inoculación infantil es más implacable cada día. Segundo, porque en las últimas semanas se está viviendo una intensificación de las ilegales limitaciones de la libertad (civil y natural). Tercero, porque el número de casos se dispara, especialmente en las áreas de los Estados Unidos donde hay más ciudadanos inoculados, lo que tampoco sirve para que se dé un debate serio y libre al respecto. Cuarto, porque recientemente hasta el mismísimo Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) sugería que la inmunidad natural es superior a la propiciada por las vacunas.

Abrigados hasta con mantas, los asistentes llegaron de todo el país a la capital federal, donde el 93% de la población ha recibido al menos una dosis, y cuya alcaldesa impuso a un mes vista la vacunación obligatoria y la necesidad de presentar una prueba de ello para ingresar en bares, restaurantes y recintos de ocio, en vigor desde el pasado día 15. Llegaron, además —algo llamativo en comparación con otras grandes manifestaciones recientes— con independencia de su orientación política, credo o raza. Entre ellos, el ex NBA Kwame Brown, número uno del draft de Pau Gasol, quien con frecuencia ha criticado la vacunación obligatoria: «Creo que tenemos que volver a la compasión por nuestros semejantes. La gente se está quedando sin trabajo. La gente no puede ir a casa de sus amigos y familiares. Creo que todos deberían tener derecho a elegir si quieren hacerlo, y de eso se supone que tratan los Estados Unidos».

Entre los intervinientes, que repetían aquello de «si hay riesgo, debe haber elección» y que, en consecuencia, calificaron la vacunación obligatoria como un crimen contra la humanidad, el Dr. Aaron Kheriaty, despedido hace tres semanas por la Universidad de California-Irvine después de desafiar su política de inoculación forzosa, defendió que «los estadounidenses necesitamos recuperar nuestro derecho de reunión y nuestro derecho a los espacios públicos. Creo que lo más importante de este evento es que es apolítico. Y es una oportunidad para todos nosotros de estar juntos en solidaridad y amor mutuo, para hablar en contra de los mandatos coercitivos, para dejar que los médicos sean médicos sin que otras entidades se interpongan entre el propio juicio de un profesional y el cuidado de su paciente». El médico, convertido en crítico de referencia de los pasaportes y el pinchazo forzoso, dijo que espera que la manifestación «catalice el movimiento en los Estados Unidos».

Ya hacia el final del acto, Will Witt, miembro de Prager U y uno de los organizadores de la marcha, declaró que cuenta con que sea importante para ayudar a revertir las medidas cada vez más coercitivas provenientes de la Casa Blanca y avisó: «Van a escuchar mucho que ésta es una gran manifestación de gente que viene a negar la ciencia. Pero esta marcha se trata de los mandatos y de las medidas draconianas que estamos viendo en todo el país en este momento, especialmente en lugares como Washington, la ciudad de Nueva York, Los Ángeles o San Francisco».

Y así es. Entre ayer y hoy, mientras los titulares ya van versando sólo sobre Ucrania, los medios de siempre (WaPo, NYT, CNN o El País) cuentan —leída una crónica, leídas todas— la historia de un aquelarre terraplanista de hombres blancos. Pero no. Claro que no. Lo preocupante sería que lo vieran con buenos ojos.