Salgo a correr con un amigo y me habla sobre una chica. Conectaron mucho hace tiempo y luego desconectaron. Ahora él le ha vuelto a escribir y ella ha contestado.

Mientras trotamos le digo que no me parece buena idea volver a quedar. ¿Por qué no? Pues porque no tenéis los mismos valores. Porque es difícil que cambies a una persona que ya tiene una visión del mundo consolidada. Él me dice que ella tiene muchos y buenos valores y que lo cómodo es buscar a alguien que piense como tú, pero eso no tiene emoción. Seguimos corriendo y debatiendo hasta que me paro. Estoy cansado de correr y frustrado porque no consigo explicar mi postura con argumentos sólidos.

Hay amigos que son como hermanos. Este es uno de ellos. Sube a mi casa y, mientras merendamos, aparece una señora sabia y sensata. Coincide que es mi madre. Mi amigo, indeciso y necesitado de consejo, le cuenta su historia mientras la mujer sabia escucha con atención. Yo no digo nada. Soy consciente de que puedo presenciar una tutoría sobre el amor y me interesa mucho.

Mi amigo termina y mi madre le explica que tiene mala pinta. Mi amigo intenta matizar:

—A ver, es verdad que no va a Misa, pero quizás, si lo hablamos y lo entiende, se acerca a la fe.
No se trata de ir a Misa. Es algo más profundo. Es la forma que tiene de entender las relaciones. Es lo que significa ser hombre y ser mujer. Ella tiene la visión de la sociedad en la que vivimos. Si no entiende que no es buena idea tener un novio y un mejor amigo al mismo tiempo (y que sean personas distintas) es difícil que tú se lo expliques.
—Pero quizás se lo puedo explicar y convencerla. Tiene un gran corazón.
—En teoría sí, pero luego la práctica se complica casi siempre. Si no compartís la misma visión del mundo es difícil que salga bien. O sea que mejor no enredes que os haréis daño. Vamos, creo yo. Luego haz lo que quieras, por supuesto. Pero, por mi experiencia, no parece buena idea.
—Pero alguien tendrá que explicarle otras visiones, ¿no?
—Claro, pásale mi número si quieres.

Aquí mi madre cuenta una historia de hace muchos años. Trata sobre dos compañeros de trabajo: un hombre casado y una mujer soltera. Tomaban café a diario y charlaban sobre lo divino y lo humano. Mi madre le comentó a otra amiga que aquello le daba mal rollo. La amiga le contestó que menuda tontería, que eso era una visión católica, cerrada y alguna cosa más. Pero mamá tenía razón y aquello terminó como el rosario de la aurora: el hombre abandonó a su mujer embarazada y se fue con la compañera. «Si en principio la teoría soporta todo, pero luego llegas a casa agotado y tienes que bañar niños y querer a tu mujer, que para entonces ya está despeinada y es un poco intensa, mientras que tu compañera de trabajo te entiende, es simpática y serena».

Mi amigo agradece los consejos y dice que yo no he sido tan convincente. Está claro que me falta práctica. Pero qué suerte escuchar a una mujer sabia a pleno rendimiento. Luego comentamos mis cotilleos. Pero aquí hemos venido a comentar los de otros.