El Green Deal frente al New Deal (y II): el fracaso del Pacto Verde Europeo

Si Bruselas sólo considera los aspectos medioambientales, Europa quedará aún más rezagada en la competencia global

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A estas alturas está claro: el Green Deal, que nadie ha tomado como propio, ha fallado en dos frentes. En primer lugar, en el ámbito de la competitividad. Los firmantes de la Declaración de Amberes señalaron claramente que, si Bruselas sólo considera los aspectos medioambientales, Europa quedará aún más rezagada en la competencia global, a pesar de que su rendimiento actual ya es muy bajo. Las solicitudes de las cerca de 1.300 empresas y organizaciones profesionales que firmaron la declaración son evidentes y, como lo afirmaron en febrero de 2024, los signatarios confían en que, en el nuevo ciclo institucional, los líderes de la Unión Europea presten finalmente atención a la situación del sector industrial.

Otros sectores industriales criticaron los planes por los riesgos de desindustrialización (La Mesa Redonda Europea de Industriales), por las cargas regulatorias que disminuyen la competitividad (Consejo de Presidentes de BusinessEurope) o por las políticas que debilitan industrias (APPLIA). Tras la Declaración de Budapest, la UE buscó tratar el asunto a través de su Competitiveness Compass y Clean Industrial Deal. Sin embargo, tal como lo evidenció el European Policy Innovation Council, la gran parte de las recomendaciones del Informe Draghi, que se enfocó en el fortalecimiento de la competitividad de Europa, aún no se han lograda.

El Green Deal frente al New Deal (I): una mala imitación

Ni competitividad ni resultados

Sin embargo, aparte de la competitividad, el Green Deal también ha fallado en cuanto a los resultados prometidos. En teoría, el programa de acción ambiental que lo respalda debería orientar la política ambiental europea hasta el final de la década. No obstante, al leer su evaluación de medio término, queda claro que la iniciativa fracasó y que los cambios positivos anticipados sin duda no se llevaran a cabo hasta 2030, lo que probablemente también impedirá alcanzar los objetivos para 2050. El documento de evaluación prevé que, de los 28 indicadores analizados, Europa solo puede alcanzar cinco; es posible, aunque poco probable, que cumplan tres; es más bien improbable que logre 15; y seguramente no alcanzará los cinco.

El Tribunal de Cuentas Europeo tampoco muestra un optimismo particular respecto a la política verde de la Unión. De acuerdo a su informe de 2024, los objetivos de hidrógeno verde de la UE para 2030 no son factibles y son improbables. Cabe recordar que la Comisión Europea previó la producción de 10 millones de toneladas de hidrógeno renovable y la importación de otros 10 millones de toneladas para finales de la década.

En su análisis, el tribunal también indica que los objetivos fijados no se fundamentan en una diagnosis exhaustiva, sino en anhelos políticos. Ésta es precisamente la actitud de la que la UE debería desprenderse de una vez por todas. Ya sea siguiendo la tradición del New Deal estadounidense, ofreciendo a los miembros de la comunidad una propuesta meticulosamente elaborada que tenga en cuenta a las personas, o siguiendo la tradición europea, convocando a todos los actores a dialogar antes de imponer y regular de manera voluntarista. No obstante, lo que no debería escatimarse de ninguna forma es que, al formular sus visiones, regrese del mundo abstracto de los grandes ideales al ámbito de las realidades que determinan la vida de la gente corriente.

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