Consenso es la palabra más adulterada por el Partido Popular cuando intenta esconder la cabeza en tierra cuan avestruz. Es la escapatoria perfecta para una organización cuyo único fin no es otro que gestionar la herencia recibida e institucionalizar la ideología progresista. En virtud de la falta de consenso el Tribunal Constitucional diseñado por los populares estuvo refrigerando en el mortuorio la cuestión del aborto porque quería creer que estaba muerta. Sin embargo, tras la iniciativa del latido liderada por García-Gallardo en Castilla y León podemos contemplar cómo no era un asunto sin vida sino secuestrado por un falso consenso que disfruta de manera grosera del cortijo de los diputados.

Tras doce años de silencio y ciento de miles (más del millón) de no nacidos asesinados, por fin se va a desbloquear en el tribunal de garantías aquello que cuando su corte era conservador resultaba impracticable. Tal vez fuera precisamente por evidenciar esa complicidad de carácter globalista que el Partido Popular y el PSOE comparten. Porque si bien el PSOE puede ser más osado y suponer la primera avanzadilla en el derribo antropológico de nuestro tiempo, el PP actúa como una retaguardia que cuida de los avances llevados a cabo por los bravos socialistas. A fin de cuentas, los izquierdistas destruyen y los conservadores conservan lo derribado.

Parece que los herederos de Alianza Popular no recuerdan el motivo por el que millones de ciudadanos dejaron de votar a Rajoy, esperando que surgiera alguien que defendiese unos mínimos de dignidad humana, ya fuera enfrentándose al lobby abortista o bien rechazando la subversión de la familia tradicional que se propone todo el colectivo LGTBI. Aunque no lo parezca, hubo un tiempo en el que los herederos de Fraga y Aznar hacían el paripé respecto a confrontar la subyugación ideológica izquierdista. Sin embargo, el ostracismo fue el lugar reservado para todo aquel que quisiera pelear por la vida, ya fuera desde la política o desde la sociedad civil. A este marginamiento se le bautizó como consenso.

Porque, ¿qué es el consenso? El consenso es aquello que el PSOE señale como tal, es la aceptación e interiorización de los postulados revolucionarios de aquellos hijos de Rousseau y Robespierre que quieren crear un hombre nuevo. El Partido Popular, en su querencia de ser liberal abraza este mismo fin de derribar antropológicamente al hombre, siendo más nocivos que la izquierda, aunque no se den cuenta o no quieran darse cuenta. Este consenso se cimenta sobre nuevos acuerdos como que Dios no existe, que la moral es la relativa o que el no nacido no es una persona y por ello no amerita protección. Era esta falta de consenso, esta falta de alinear a la sociedad, la que los magistrados del Tribunal Constitucional conservadores echaban en falta para fallar sobre el aborto. Doce años después, con una sociedad —más— adoctrinada y desarraigada podrá Conde-Pumpido culminar la obra que el PP mantuvo intacta por esa ausencia de consenso.

Y, sin embargo, basta un latido para demostrar que no hay consenso sino silenciamiento, censura a la verdad que representa el no nacido. Una voz que sin poder alzarse nos recuerda que, aunque a ellos no se les pueda ver, acabar con ellos es un atroz crimen humano.

Ricardo Martín de Almagro
Economista y escritor. Tras graduarse en Derecho y Administración de Empresas, se especializó en mercados, finanzas internacionales y el sector bancario. Compagina su actividad profesional con el mundo de la literatura. Actualmente se dedica al análisis y asesoramiento de riesgos económicos y financieros.