Ésa es la sensación que uno debe tener cuando ve cómo ha evolucionado la práctica de la eutanasia en Bélgica durante los últimos años. El sorprendente aumento de casos de eutanasia en los últimos años, su liberalización para incluir a niños y los continuados abusos de los doctores mandan señales nada positivas respecto a esta práctica, minoritaria alrededor del mundo, y recientemente aprobada en España. Coincidiendo con el 20 aniversario de la despenalización de la muerte asistida en Bélgica y el 21 aniversario en los Países Bajos, y con la reciente aprobación de ésta en España, parece adecuado ver cómo estaremos en ese tiempo.

Según el último informe de la Comisión Federal para el Control y la Evaluación de la Eutanasia de Bélgica, unas 27.000 personas han muerto mediante este procedimiento desde que fue aprobado el 28 de mayo de 2002. Durante los primeros ocho años después de la despenalización, se comunicaron una media de 493 casos al año. Esta cifra se triplicó durante el periodo 2010-2014 en el que la media ascendió a 1.450 casos al año. La media anual de muertes por eutanasia ha aumentado sistemáticamente, hasta llegar a una media de 2.275 casos por año durante el periodo 2015-2019. Estos son los datos oficiales y comunicados a la Comisión, pero hay muchos casos que no se llegan a comunicar nunca.

Estas cifras son consecuencia directa de la liberalización de las leyes, que empezaron despenalizando la práctica de la eutanasia en algunos supuestos hasta convertirse en un derecho que se otorga a aquel que la pide. En 2002 solamente se permitía la eutanasia en casos en los que se sufriese una enfermedad o condición que produjese un sufrimiento mental o físico duradero e insoportable y que no pudiese ser aliviado. Años más tarde, en 2014, la ley se reformó para eliminar el requerimiento mínimo de edad, permitiendo que niños, sin ningún límite de edad, fuesen eutanasiados.

En 2020, seis años después de su primera modificación, y dieciocho años de la adopción de la ley de eutanasia, la ley belga fue modificada por segunda vez, convirtiendo el procedimiento excepcional en un procedimiento médico casi ordinario. En esta última reforma se han introducido enmiendas que restringen enormemente la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios involucrados. Sin esperar a que se asienten las recientes modificaciones de la ley, ya se está abogando por incluir a los enfermos de demencia en el procedimiento de la eutanasia y a castigar con la pérdida de su acreditación a aquellos hospitales y residencias que, directa o indirectamente, pidan a sus médicos no practicar eutanasias en el centro.

El ejemplo de Bélgica y otros países es un ejemplo de la inevitable pendiente resbaladiza que supone la despenalización de la eutanasia. Dos décadas son más que suficientes para transformar una cultura de la vida en una cultura de la muerte, en la que la dignidad de las personas depende de su estado físico, convirtiendo a los enfermos en seres molestos que es mejor apartar del camino.

Es un craso error, y un mal camino, pues, gracias a la reciente aprobación de la eutanasia, en no poco tiempo pasaremos a ser líderes, además de en abortos, en muertes por eutanasia. Sino me creen, aquí pueden leer que les ha pasado a los países que han aprobado la eutanasia. Se lo resumo en una frase: cuesta abajo y sin frenos.