La calufa engendra su buen lote de líneas sobre lo estéticamente desgraciado de la manga corta, las chanclas, las bermudas, las camisetas de tirantes, los tatuajes embadurnados de Nivea solar, el salpicón de marisco, los outfits de las barbacoas e incluso las propias barbacoas. Servidora, a pesar de no ser negacionista del feísmo canicular, piensa que hemos llegado a un punto sin retorno donde la moralina antipiscinera, antimangacortista y antiestival ha acabado transformándose en un auténtico coñazo.
De entrada, por la masificación de escribientes y analistas de la cosa. Cuando los Burgos y Ussía criticaban el pantalón corto y las canillas masculinas al aire hacia finales del felipismo, sólo eran dos y aquello tenía gracia. Hoy, cualquier quídam te cuenta su particular sufrimiento ante la visión, metamorfópsica, de esa gente que quiere ir «fresquita». Es de agradecer que estemos rodeados de estetas, la verdad. Pero si dos ya eran suficientes para sacar punta a los horrores veraniegos, tres son multitud y más de tres, una muchedumbre de la que es obligatorio huir.
Una se imagina las trazas de quien perpetra, no sin cierto amargor, esos manuales de instrucciones antiveraniegos o de «elegancia estival» que van del tuit a las seiscientas cincuenta palabras primorosamente decoradas. La conclusión es inapelable: el verano no es para puretas mentales embutidos en una camiseta oscura. Tampoco para los inseguros, para aquellos que no saben vestir de acuerdo a la ocasión o para quien, creyendo gastar un espíritu aristocrático, lo tiene más bien de notario con plaza en Soria. Por supuesto, nada en contra del cuerpo de Fedatarios Públicos o la ciudad castellana. Es el marco mental. Ya me entienden.
El verano es, sobre todo, para la piel tostada de los veintitantos y los treintaitantos. Es para el que se lanza a tu boca en un pinar mientras que, a lo lejos, en la verbena, la orquesta ataca Mayonesa. Es para las siestas de dos rombos y los romances cortos, que son los más largos en el recuerdo. Es para vivir, y beber, creyendo ser libre después de tu aprobado en Mercantil I o Farmacología II. Es para montar en una cabalgadura a motor de explosión y bajar, con el fresco, un puerto de montaña entre semana mientras arden al sol de poniente las big four llenas de minions. Es para leer las memorias de Churchill, o las de Rosa Villacastín, que es un poco lo mismo. Es para poder aparcar en Madrid o hacer castillos de arena con los churumbeles si te da la gana. Es para amortiguar el estacazo que te pega el chiringuito por un pez al espeto porque, total, es verano y hemos venido a jugar.
Como en un coto de caza, deberían darse precintos a esos moralistas que quisieran escribir sobre el «buen gusto» estival. O eso o dejar que sólo traten del tema los antiguos. Los decanos de las columnas dedicadas a la barbacoa o al pantalón corto que tan buenos momentos nos hicieron pasar hace casi treinta años. Cuando el diario conservador era el diario conservador. Hoy el asunto está un poco ajado y cansa que otros, sin acompañarse del trazo de un Mingote o de un Javier «Barca», cuenten lo elegantes o lo sofisticados que son.
La canícula saca lo peor del hombre occidental: el pragmatismo y la comodidad importados de esos territorios donde se habla guiri y el feísmo es ley, pero que tanto admiran los moralistas estivales. Los mismos a los que les gusta Chanel y luego se quejan cuando ven un sobaco masculino al viento. Con todo el cariño: quien puede lo más puede lo menos. Así que mucho ánimo. Vosotros no lo sabéis, pero en el fondo nunca habéis defendido otra cosa que la mentalidad de una España sobaquera y mangacortista. Ahora no me seáis melindres.
Por último, nada en contra de quien decida llevar corbata cuando el calor aprieta, pero que aguante, como un macho, su elección estética. No hace falta ser Jeanne Damas para saber que estar guapo exige su lote de sufrimiento. Y si es en silencio, mejor. Doblemente guapo.
Según Alexa, la Tercera Guerra Mundial comenzará el próximo 23 de noviembre de 2023. Rusia atacará Alemania a las seis y cinco de la mañana. Nos quedan dos veranos. Ustedes verán si le echan cuenta a las cosas de la boomerada esteta.