El que se queda

'Los que se quedan' es ya un clásico navideño: pocas películas recientes están consiguiendo adquirir esta categoría

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Es complicado para una película aspirar a ser considerada un clásico. Hay factores muy subjetivos que determinan el reconocimiento que se le termina dando a la larga y, muchas veces, películas muy buenas acaban siendo injustamente olvidadas. Hay, sin embargo, una categoría especial de clásico que puede ser algo más objetiva: los clásicos navideños.

Un clásico navideño se caracteriza, en general, por dos cosas: primero, porque contiene elementos navideños dentro de la propia película y, en segundo lugar, porque genera en el espectador una disposición especial a su consumo en la época navideña. Estas películas se ven en casa, en el sofá, resguardados del frío y con los diálogos memorizados. No se busca en ellas una novedad o una sorpresa, sino todo lo contrario; un lugar conocido, agradable. Son viejos amigos a los que se visita cada cierto tiempo, y siempre en Navidad. Son lo que se conoce como comfort movies.

Hay muchos ejemplos, desde La Jungla de Cristal hasta Gremlins, pasando por Qué bello es vivir, Solo en casa o La gran familia. Sin embargo, pocas películas recientes están consiguiendo adquirir esta categoría a pesar de que, en cualquier caso, solo el tiempo acaba concediendo esta honorable distinción. Yo, desde que la vi por primera vez, tengo mi favorita para engrosar esta lista eventualmente: Los que se quedan, de Alexander Payne.

No vengo a descubrir nada, hay muchos que ya han hablado mucho y muy bien de esta maravillosa película, pero es que Los que se quedan es mucho más que una candidata a clásico navideño: más que eso es, y que me perdonen los que no estén de acuerdo, la película navideña por excelencia.

Empezando por el espacio y el tiempo, la cinta nos sitúa en un internado de Nueva Inglaterra el día que dan las vacaciones de Navidad. Los paisajes son dignos de mucho más que una mención, crean el clima perfecto para disfrutar del visionado de la película junto a una taza de chocolate caliente y pertrechado con el jersey más viejo y los calcetines más gruesos que uno tenga en su haber.

Siguiendo con los personajes, conocemos a tres personas con historias muy diferentes y marcadas en algún punto por el dolor. Este dolor está causado por diferentes razones. Puede deberse a haber sufrido una injusticia que ha condicionado el resto de su vida, como en el caso de Paul, el profesor del internado. Puede ser por la pérdida de un ser querido, como en el caso de Mary, jefa de cocina del internado y madre de un hijo muerto en Vietnam. Por último, en el caso de Angus, alumno del internado y protagonista de esta historia, por la sensación de que su futuro ya está escrito y no hay nada que él pueda hacer para cambiarlo.

Y terminando con la historia, Los que se quedan habla de la relación entre tres personas completamente diferentes entre sí, en la compañía que se hacen una época especialmente difícil para estar solos como es la Navidad y en la improbable pero sincera amistad que nace entre estos tres individuos. Pero, sobre todo, esta película habla de un gesto. Un gesto poco vistoso, desapercibido para la mayoría, pero crucial. Un verdadero game changer, es decir, algo que rompe con lo establecido, que cambia las reglas y, por ende, el resultado final.

Como decía antes, desde el principio parece que el destino del problemático adolescente Angus Tully está sellado. Expulsado de varios colegios, está ante su última oportunidad de conseguir prosperar. No se puede decir que él ponga mucho de su parte, pero su mal comportamiento responde, en el fondo, a una falta de atención por parte de su madre. Él, como todos, solamente quiere sentirse querido por los suyos, nada más y nada menos. El problema es que ha desarrollado un carácter y un comportamiento que hace que todos lo den por perdido, algo que cree incluso el propio Angus.

Durante la historia, acaba por entender que las cosas no tienen por qué ser así necesariamente. Y, en un momento dado, cree poder cambiar el rumbo de su vida a través de cambiar su comportamiento. Sin embargo, su propia naturaleza le traiciona cuando mejor creía estar haciendo las cosas, y se siente un estúpido por haber pensado que podía cambiar su sino. Y es aquí es donde entra el gesto, pequeño e inmenso a la vez, que cambia las cosas. Durante la tristeza más profunda de Angus, alguien asume su error como propio, dándole una segunda oportunidad.

Este gesto está hecho con una generosidad que desborda todo cálculo humano y sin que sea pedido por nadie. Es fruto del amor más puro y es el verdadero cambio de paradigma. Para Angus, es el principio de un horizonte totalmente nuevo que se dibuja frente a él. Es una vida nueva.

Los que se quedan es la película navideña por excelencia porque habla, al fin, de la Navidad. Donde acontece un gesto pequeño que cambiará la historia para siempre. Donde hay uno que asumirá nuestras culpas y que nos dibujará nuevos horizontes hacia los que caminar. Donde nacerá el que siempre se queda.

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