Rafael de León: un genio olvidado

Sin él no puede entenderse la historia de la copla, el género musical español por antonomasia, y nuestra raíz cultural más profunda

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Una de las peores costumbres españolas es olvidar a muchos de nuestros genios, especialmente en el mundo de la música y la cultura. Decía Alfredo Pérez Rubalcaba que en España enterramos de maravilla. Y tenía razón el dirigente socialista. Pero no es menos cierto que también en eso fallamos a menudo. Existen no pocos casos de gente con un talento descomunal que, por un motivo u otro, pasan al más absoluto de los olvidos, sin tan siquiera recibir panegíricos a la hora de la muerte. La lista de casos es infinita, pero hay uno especialmente sangrante, que nos duele a quienes, como yo, amamos el género de la canción española: el de Rafael de León y Arias de Saavedra.

Nacido en Sevilla en 1908, Rafael de León fue un poeta y compositor español que cosechó innumerables éxitos artísticos. Era el primogénito de los diez hijos de los Condes de Gómara: don José María de León y Manjón y doña María Justa de Arias de Saavedra y Pérez de Vargas. Pasó sus primeros años en la capital hispalense, donde desarrolló una sensibilidad extraordinaria, siendo la capital del sur el lugar en el que se empaparía del ambiente andaluz que marcó su obra.

Su poesía estuvo siempre caracterizada por el neopopularismo y un mensaje lírico andaluz. La inmensa mayoría de la intelectualidad y del mundo literario ha evitado considerarlo miembro de generación del 27, si bien cada vez más son más las voces que le incluyen en el grupo de ilustres españoles.

De García Lorca a la Cárcel Modelo

Una vez concluidos los primeros estudios, en 1926, marchó a Granada para estudiar Derecho. Allí conocería a Federico García Lorca, del que sin duda bebería durante toda su carrera como poeta y compositor. Fue precisamente en esos años, a caballo entre Granada y Sevilla, donde empezó a componer sus primeras canciones de la mano del compositor García Padilla, padre de Carmen Sevilla. También en esos mismos años empezó a empaparse del ambiente de los tablaos flamencos y de los cafés cantantes.

En 1933, a los 25 años, abandona su Sevilla natal para irse a probar éxito a Madrid. Allí se coloca de pianista en un café cantante para ganar unas pesetas, donde conocería al maestro Quiroga.

Una de las vivencias que marcaría para siempre la vida de Rafael de León fue su estancia en la cárcel Modelo de Barcelona, donde estuvo recluso desde 1936 a 1939. Allí fue condenado por alta traición el 13 de diciembre de 1938. Finalmente, salió de la prisión en 1939, con la llegada de los nacionales a la ciudad condal. Durante su estancia en prisión recibió Rafael la noticia de la muerte de su hermano, Pedro de León, caído en la batalla del Ebro como combatiente del ejército nacional. Un hecho que le marcó profundamente y por el que escribió esta preciosa elegía, publicada en 1941 bajo el título Héroe:

Yo quizás fuera el último en conocer tu muerte,
y por eso no pude llorar sobre tu sábana.
Vivía en un planeta sin torres ni jardines,
donde estaban prohibidos el llanto y la sonrisa.
Pero yo presentía mi sangre derramada.
Éramos diez hermanos, y de ellos, seis varones,
y la balas sabían el camino de sombra,
que va desde la nube al pájaro que vuela.

Y Sevilla, Sevilla, afilaría su torre
mojada de naranjos y en espuma del río,
y en su cielo plomizo de final de septiembre,
tu nombre de estudiante daría a una glorieta.

Porque yo, de soldado, no puedo imaginarte,
matrícula y diploma de la filosofía,
y te veo muriendo de cara al parapeto
con un libro de Horacio abierto entre las manos…

Fue en 1941 cuando publicó su primera obra de poesía bajo el título Pena y alegría del amor. Y dos años después, su segunda obra, titulada Jardín de papel.

Si por algo destacó, fue por su ingente obra como compositor de coplas y canciones populares. Temas que marcaron un antes y un después y que, ciertamente, han permanecido inalterables en la memoria colectiva de varias generaciones de españoles. De su autoría son coplas míticas como Ojos Verdes, Francisco Alegre, Capote de Grana y Oro o La Lirio. ¿Quién no ha escuchado alguna vez, aunque sea sólo el nombre, de esas coplas? Sin embargo, estoy seguro que muchos desconocen su autoría.

Ya en los años 30 despuntó como compositor de algunas de sus más conocidas composiciones. Concretamente, fueron las tres Marías las que comenzaron a darle un hueco en el mundo de la copla: María de la O, María Magdalena y Ay, Maricruz. De esa década fue también el tango Rocío, un éxito indiscutible que se escuchaba a todas horas en la España republicana. Ciertamente, era cantado continuamente en los patios de vecindad. A modo de curiosidad, hay que decir que fue tal el éxito que llegó a publicarse en los periódicos el siguiente anuncio: «Se solicita chica de servicio, pero que no sepa cantar Rocío».

León, Quintero y Quiroga

Pero fue en los años 40 cuando experimenta su consolidación definitiva como letrista de coplas. En plena posguerra nacería el mítico trío León, Quintero y Quiroga. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esos tres apellidos? Efectivamente, junto a Manuel Quiroga y Antonio Quintero formaría el famoso trío de cuya colaboración saldrían los grandes clásicos de la copla.

Quintero se ocupaba, principalmente, de la dirección de los espectáculos, pues era el que tenía más conocimientos teatrales, si bien también colaboraba en las letras. León era el principal letrista del famoso trío, a las que Quiroga perfumaba con música de aires sureños. Entre los tres crearon lo que en su día llamaría Juanita Reina canciones matrices: «Las canto yo, me moriré, vendrán otras y las seguirán cantando, y morirán las que vengan y aun así se seguirán cantando».

Éxitos que marcaron una época y que reflejaban como nunca se ha hecho la cultura popular española. Historias de amor, desamor, celos, entresijos familiares… pero también de tradiciones, especialmente dedicadas al mundo del toro. Incluso de historia, y como prueba de ello ahí está su Romance de la Reina Mercedes o Eugenia de Montijo. Historias contadas en poco más de tres minutos que tenían una estructura narrativa perfecta, con un inicio, un desarrollo y un desenlace.

Historia de la copla

Su haber como compositor no puede ser más amplio: más de 5.000 obras. Sin él no puede entenderse la historia de la copla, que es el género musical español por antonomasia, y nuestra raíz cultural más profunda. No hay ni una artista de las grandes que ha dado el género que no haya contado en su repertorio con canciones de Rafael de León: desde Concha Piquer hasta Isabel Pantoja, pasando también por hombres como Antonio Molina, Manolo Escobar o Juanito Valderrama.

La gran estrella que marcó la vida de Rafael de León fue Concha Piquer. Su musa. La intérprete que más gustaba al poeta sevillano y que estrenó sus mayores éxitos. Para ella escribió joyas como Tatuaje, Romance de la Reina Mercedes, A la lima y al limón o Con Divisa Verde y Oro.

Para Juanita Reina, la otra gran dama de la copla, León tuvo la brillantez de escribir Francisco Alegre, Capote de Grana y Oro, Y sin embargo… te quiero o Silencio por un torero. Y para Lola Flores, los temas que marcaron la trayectoria de la artista jerezana: La Zarzamora y Ay, pena, penita, pena.

En los años 60, cuando ya la copla empezaba a dar señales de agotamiento, Rafael escribió de la mano de Juan Solano bellísimas coplas para Rocío Jurado, que comenzaba a hacerse un hueco de la canción. De aquella época son Mi amigo, Un clavel o Con ruedas de molino. La lista de artistas es interminable. Durante los últimos años de su carrera, Rafael de León fue maestro de una jovencísima Isabel Pantoja, para quien escribió los temas de sus ocho primeros discos. Así, la tonadillera empezó a despuntar con éxitos como Embrujá por tu querer, Aquella Carmen, Garlochí o Esta Pena Mía. De aquella joven trianera diría que sería la última estrella de la copla. Y no se equivocó el poeta sevillano.

Un legado ocultado

En 1980, el poeta recibió muy ilusionado uno de los pocos homenajes que se le hicieron en vida, que fue una placa en el Parque de María Luisa, en su Sevilla natal. Una placa en la que rezaba una de sus innumerables poesías.

Rafael falleció en diciembre de 1982, pasando la noticia bastante desapercibida. A decir verdad, fueron pocos, muy pocos, los homenajes que recibió Rafael de León después de su muerte. Y para mayor desgracia, se puede decir que su nombre ha desaparecido prácticamente en estas décadas en el mundo de la cultura española.

La figura de Rafael de León tiene una importancia cultural incuestionable. Por ello, resulta incomprensible el olvido, desprecio y hasta maltrato a los que ha sido sometida la figura del autor hispalense. Sabiendo cómo funcionan las cosas en España, no es de extrañar que este manto del olvido se deba a cuestiones políticas. Casi me atrevería a asegurar que si hubiese sido un militante izquierdista o antifranquista, hoy Rafael tendría un reconocimiento mucho mayor del que goza actualmente.

Curiosamente, León contaba con algunos detalles biográficos que lo hacían idóneo para ser manoseado por la cultura predominante, como el ser abiertamente homosexual. Pero parece que las cuestiones políticas pesan más que otros hechos.

Sus obras son historia de España. Fueron muchos los que lloraron, en el silencio de sus casas, con las canciones de Rafael de León de fondo en las míticas radios de cretona. Eso también es escribir la historia de una nación. Y también fueron muchos los que las cantaron en las fiestas de los barrios. En las calles, o en los patios mientras se tendía la ropa. Fueron muchos, en definitiva, quienes recitaron sus canciones sin saber quién era su autor. Esa es su verdadera gloria inmortal.

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