Españoles sin instituciones (VIII): un sistema que se celebra a espaldas de la gente corriente

El sistema vive encastillado, sus problemas no son los reales, sino los que afectan a su propia supervivencia

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El 10 de diciembre de 2024, Pedro Sánchez se subía al atril del Auditorio Nacional de la Música para anunciar 100 actos por los 50 años de la muerte de Francisco Franco. La gira se llamaría España en libertad y consistiría en 100 recitales de cansina canción protesta que habría de terminar con un megaconcierto en el Valle de los Caídos allá por el 20 de noviembre de 2025. La bola de demolición, los martillos y otros elementos de derribo estaban preparados para el chimpún final en el camposanto del Guadarrama, sólo pendiente de la orden del director. Los palcos de ese teatro fúnebre del sistema, llenos. Ocupan el sitio previsto el Partido Popular, los nacionalistas, la corona, la Conferencia Episcopal Española, las instituciones salidas de esa Transición y el nuevo régimen alumbrado hace medio siglo.

Lo que se derribaba no iban a ser sólo las estatuas de Franco. Este sistema ha derruido en 20 años más de 560 infraestructuras, entre presas, azudes y molinos, la mayoría de ellas levantadas durante el franquismo. Una construcción que seguía en pie, la de Forata construida entre 1953 y 1969, impidió que la tragedia de la gota fría hubiera arrasado Valencia como lo hizo como Paiporta o Catarroja. Curioso regate del destino que esa ciudad, que desmontaba la estatua de Franco en 1983, se salvara por las infraestructuras que el mismo desmontado había levantado. Las redes sociales, junto los digitales, canales libres por los que circulan más noticias que argumentarios, iban a resucitar, como dijo El País, la figura de Franco por este motivo. La comparación de la ejecutoria del régimen del Estado franquista ante una tragedia como la de 1957 con la parálisis del sistema autonómico del 78 vivido en la riada en el otoño del 2024 hablaba por sí sola y hacía acumular memes.

Españoles sin instituciones (VII): el Valle de los Caídos como símbolo

Los españoles que ahora viven la tragedia de la falta de vivienda, que hubieran esperado que las máquinas entregadas al arrasamiento de embalses o monumentos se dedicaran mejor a construir hogares. Treinta millones se van a enterrar en el Valle para desenterrar a nuestros Caídos. De los cuatro millones de viviendas sociales construidas desde 1961 a 1975 se ha pasado a las poco más de 250.000 de 2011 a 2025, con mejores medios. El pueblo ve y compara. Las placas que se arrancan de las calles no son sólo los letreros que las nombran Arriba España, Avenida del Generalísimo o la Plaza José Antonio, se arrancan las placas de las viviendas construidas por los Ministerios de la Vivienda de Franco.

El sistema vive encastillado, sus problemas no son los de la gente coriente, sino otros, los de su propia supervivencia. Por eso un año después cerraba el año de celebraciones anunciado por Sánchez con una ceremonia macabra presidida por el rey. El periódico La Razón lo titulaba con imprecisión propia del sistema: España conmemora hoy, 21 de noviembre, un acontecimiento histórico: el 50º aniversario de la monarquía parlamentaria, instaurada tras la muerte de Franco y consolidada con la Constitución de 1978. España no conmemora, está siendo rehén de un sistema. Sólo Franco podía reinstaurar la monarquía. Así lo hizo y lo hizo en vida.

El acto de celebración, que tuvo lugar en el salón del trono del Palacio Real con un centenar de invitados, sirvió para rendir homenaje Felipe González y los padres vivos de la Constitución, Miguel Herrero y Miquel Roca. La centuria de asistentes iba a estar incompleta, pero no con la palma del honor de la caída en el campo de batalla sino atrapada en el fango de la corrupción. El fiscal general del Estado, que hubiera acudido sin duda, era condenado el día 20 por revelación de secretos. Tampoco acudiría Pujol, español del año 1984 para el ABC, que engrasó el sistema, algo más y peor que bipartidista, desde 1993, y aún antes, a 2000. El molt honorable ahora está en juicios también por corrupción junto a sus hijos. Entre las ausencias, la más destacada sería la del propio instaurado, Juan Carlos I, apartado por su propio hijo.

En los discursos, grandes glosas al sistema que nos hemos dado y llamadas a su reforzamiento y al espíritu de la Transición. González reconoce, en su discurso a Aznar. Las instituciones se celebran a sí mismas como en esas bodas ridículas que se hacen con uno mismo que vemos por las redes. Sologamia lo llaman. Se apartan de los españoles, se prometen fidelidad a sí mismas, en la en la riqueza propia y la pobreza ajena.

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