La prosa bienhumorada de Dimas Garay ya nos contó qué son los Thinkglaos, y hace pocos días se celebró en la sede de la Bolsa de Madrid uno de estos saraos. El invitado era el filósofo Higinio Marín, y el encuentro se convirtió en una fiesta para las inteligencias vivas y los corazones despiertos. El lector inquieto encontrará en YouTube la sesión entera. Recomiendo su escucha atenta, y hasta tomar alguna nota, para que las ideas se posen y luego el runrún silencioso haga su trabajo. No me den las gracias por el consejo, porque, como explica el propio Marín, hay bienes que, por su propia bondad, merecen ser poseídos y conocidos por todos, y, cuando uno descubre algo así, entonces corre a contarlo. Es justamente lo que yo ahora pretendo: venir corriendo a contarles lo de Higinio, una charla memorable que, al tiempo que merece la pena, merece y procura la alegría.
Para mantener el interés, sólo contaré un pasaje. El caso es que, al final de la sesión, desde el público se le planteó al invitado la siguiente cuestión palpitante: en medio de todo lo que fluctúa, ¿cómo vivir mejor el presente? Muchas veces nos habremos hecho esa pregunta. ¿Es posible estar «aquí y ahora», sin empozarse en lo que ya pasó ni padecer el azoramiento por el futuro? Uno se acuerda aquí de lo que el buen padre de familia le dice a su hijo despistado: «Debes estar en lo que se celebra». Vale. ¿Pero cómo estar presente en esa celebración de la vida que acontece a cada instante?
Higinio Marín propone distinguir entre el «obsequio» y el «regalo»: en el obsequio no estoy yo; en el regalo, sí. El regalo no es tal si, de algún modo, el que regala no está en lo regalado. «La intimidad humana anhela conseguir lo que dijo Salinas: no ser el que te lo da, sino lo que te doy». ¿Pero cómo conseguir eso? Poniéndome a mí mismo en lo que hago, procurando en todo la perfección que le corresponda. En ese momento se despliega la maravilla oculta del lenguaje: justamente porque estoy presente en lo que hago, eso se puede convertir en un «presente», y lo puedo regalar. Y así puedo habitar el presente, colmándolo.
Desaparecen ya las servidumbres del pasado y el futuro. En palabras aladas de Higinio Marín: «En tanto que yo no colmo, con mi presencia, el presente, me derramo en el futuro o en el pasado, imaginando quimeras o recordando con nostalgia lo que ya no es». Ausentarse del presente resulta, pues, mísero. La riqueza consiste más bien en «caber en el presente», en «abrirlo», en realizar «el esfuerzo de estar en lo que hago», más allá de los alucinógenos del recuerdo o los ensueños. De modo que, oh sorpresa, vive el presente quien puede presentarlo como un presente, como un regalo de sí mismo. Vive el presente quien se convierte en oferente y ofrenda al mismo tiempo.