El escritor húngaro László Krasznahorkai ha sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2025, según ha anunciado este jueves en Estocolmo el secretario de la Real Academia Sueca, Mats Malm, quien ha destacado su «obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte».
«Incluso en su obra, la visión pesimista de la vida de Krasznahorkai se fusiona con su extraordinaria vitalidad lingüística», señala el comité del Nobel, que define al autor como «un gran escritor épico de la tradición centroeuropea, heredero de Kafka y Thomas Bernhard, caracterizado por el absurdo y el exceso grotesco, pero también por un tono contemplativo y refinado».
Malm explicó que habló con el autor, que se encontraba en Fráncfort, para concretar los preparativos de la ceremonia de entrega, prevista para diciembre. Con esta elección, la Academia premia una literatura exigente, profundamente filosófica, en la que el caos del mundo contemporáneo se convierte en materia poética.
El heredero de Kertész y la Europa interior
Nacido en Gyula en 1954, Krasznahorkai estudió Derecho y Filología Húngara antes de dedicarse a la escritura. En 1987 abandonó la Hungría comunista y se instaló en Berlín Occidental. A partir de entonces comenzó un itinerario vital y literario que lo llevó a Mongolia, China y Japón, países que influirían en su visión mística y en el tono de sus obras posteriores.
Su primera novela, Sátántangó (1985), lo situó en el centro de la vida literaria húngara y sigue siendo su título más conocido, en parte gracias a la monumental adaptación cinematográfica de Béla Tarr, con quien colaboró también en El caballo de Turín. Junto a Melancolía de la resistencia (1989), esas obras establecen su universo: pueblos en ruina, personajes arrasados, un tiempo que parece detenido y un lenguaje torrencial que transforma la desesperanza en arte.
En España, el autor ha mostrado una afinidad singular. Durante la recepción del Premio Formentor de las Letras 2024, en Marrakech, evocó su fascinación por El castillo de Kafka, leído a los doce años, y recordó sus textos ambientados en nuestro país. El último lobo, situado en Extremadura, y otros relatos inspirados en Barcelona, muestran, según sus propias palabras, su «maravilla ante España».
El apocalipsis como estado natural
Krasznahorkai, de 71 años, es una figura de culto en la literatura europea contemporánea. Su estilo, de frases interminables, cadencia hipnótica y una visión del mundo entre lo místico y lo grotesco, ha sido comparado con el de Joyce, Beckett o Dostoievski, aunque su voz es única. En sus libros no hay héroes ni victorias, sino una obstinada búsqueda de sentido en medio del derrumbe.
En Guerra y guerra (1999), un archivista intenta preservar un manuscrito que contiene toda la historia de la humanidad antes de desaparecer; en Ha llegado Isaías o Y Seiobo descendió a la Tierra, la experiencia artística se convierte en vía de redención. Todo en su obra apunta a una pregunta: ¿puede el arte sobrevivir al caos?
El jurado del Nobel parece haber respondido afirmativamente. Su premio a Krasznahorkai no celebra el nihilismo, sino la resistencia estética ante el colapso moral del mundo. Su literatura es una meditación sobre la permanencia de la belleza en medio de la destrucción, una afirmación de la palabra como último refugio.
El largo reconocimiento
El Nobel corona una trayectoria marcada por algunos de los más prestigiosos reconocimientos literarios internacionales. En 2004 recibió el Premio Kossuth del Gobierno húngaro; en 2015, el Man Booker International; en 2021, el Premio Austríaco de Literatura Europea; y en 2024, el Formentor de las Letras, que lo definió como «uno de los narradores más intensos de nuestro tiempo».
Con él, Hungría recupera la voz literaria universal que ya tuvo con Imre Kertész, Nobel en 2002 por su testimonio sobre el Holocausto. Entre ambos se dibuja una continuidad: la de un país que ha hecho del sufrimiento histórico una fuente de sabiduría moral y artística.
El Nobel mira hacia el Este
El Premio Nobel de Literatura ha sido otorgado en 117 ocasiones entre 1901 y 2023, con solo 18 mujeres galardonadas. La última, Han Kang (2024), fue reconocida «por su prosa poética que afronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana». Le precedieron Jon Fosse (2023) y Annie Ernaux (2022), cuyas obras ahondan en la memoria, la introspección y la verdad personal.
La elección de Krasznahorkai prolonga ese camino hacia una literatura que rehúye lo fácil. Frente a la inmediatez del presente, su prosa lenta y monumental reivindica el tiempo, el silencio y la profundidad. Si Fosse exploraba lo indecible y Ernaux desnudaba la memoria, Krasznahorkai ilumina el abismo.
La Academia Sueca ha querido premiar, en definitiva, una ética del lenguaje: la de un escritor que contempla la desintegración del mundo sin renunciar a la belleza. Su Nobel no es sólo un homenaje a Hungría, sino a la literatura como acto de resistencia frente al fin de los tiempos.