El 8 de septiembre de 1925, a las 11.40 de la mañana, las primeras tropas españolas desembarcaron en la playa de la Cebadilla, en la bahía de Alhucemas. En concreto, lo hizo la primera oleada, comprendida por la VI y VII Bandera del Tercio, a las órdenes del coronel Francisco Franco.
Los soldados habían embarcado en Ceuta a las 14.00 del día 5 y, tras pasar casi dos días sufriendo la espesa niebla, el mal tiempo y el bombardero de las baterías y cañones de costa de los rebeldes rifeños de Abd el-Krim, llegaron al destino en el que debían establecer la cabeza de playa. Los torpederos que arrastraban las barcazas K, a bordo de las que iban los soldados españoles y sus aliados indígenas, las dejaron a 50 metros de la orilla.
Las dudas y el miedo inicial fueron apagados por la arenga y firmeza del coronel Franco, que ordenó que sonara el toque de corneta y al grito «¡legionarios a luchar, legionarios a morir!» se arrojó al combate con sus soldados, con el agua al cuello y el silbido de las balas enemigas, y lograron imponerse sobre los aguerridos rifeños y tomar la playa.
Aquel día supuso un punto de inflexión en el desembarco de Alhucemas en una operación en la que por primera vez en la historia militar moderna las fuerzas aéreas, de tierra y navales actuaron bajo un mando unificado, el del general Miguel Primo de Rivera, comandante en jefe de la operación, que dirigió las operaciones en persona desde el buque Jaime I.
El mérito fue mayor, pues se trataba también de una operación coordinada entre dos países, España y Francia, lo que añadía una dificultad extra. Aunque el peso de la operación recayó en España, pues los franceses sólo aportaron 8 buques y 6 hidroaviones, retirándose de la operación el día 9 de septiembre. Frente a ellos, el esfuerzo militar español fue de 18 500 hombres, 99 aeronaves más 3 hidroaviones y 79 navíos, entre los que estaba un portaaviones.
El combate en el macizo de Malmusi: la muerte de los primeros alistados de la Legión
Al desembarco de los primeros hombres en la bahía de Alhucemas el día 8 le siguieron el desembarco de soldados, armamento, suministros, ganado y tanques, la consolidación de las posiciones y el asentamiento de la cabeza de playa. Esto último no se logró hasta el día 13 en la Cebadilla y hasta el 19 en la playa de los Frailes, lugar donde había desembarcado la Brigada Fernández Pérez. Entonces, Abd el-Krim y los rifeños dieron por inútil cualquier acción ofensiva sobre las posiciones españolas y decidieron someter a la cabeza de playa y los buques de guerra al fuego de sus 30 cañones.
La ofensiva española se reanudó el 22 y entraron en acción harcas, mehalas y Regulares. Entabladas en duros combates con los rifeños durante la noche, el 23 lanzaron una nueva ofensiva sobre Morro Viejo y el monte (Yebel) Malmusi. Ese día, lo hicieron acompañados por las columnas de Franco, Martin y Campins y por los cañones de la marina española, la aviación y las baterías instaladas en el peñón de Alhucemas.
Después del bombardeo, los soldados de Franco y Campins, acompañados por los carros de asalto, se lanzaron con valentía y pundonor sobre los aguerridos enemigos rifeños y, tras menos de 10 minutos de combate, la bandera rojigualda se erguía sobre la cima del Malmusi. La enseña fue colocada allí por las banderas VI y VII, (las comandadas por Franco) y por el harca de Muñoz Grandes (Tetuán), el futuro laureado general de la División Azul.
El empuje de los soldados españoles y de sus aliados indígenas no sólo estaba derrotando a los rifeños del «sultán del Rif» en las armas, también estaba haciendo mella en su moral. Así, sin apenas descanso, tras tomar la cima del Malmusi la VII Bandera del Tercio y la harca de Tetuán asaltaron «los cuernos» de Xauen y ocuparon por completo el macizo del Malmusi.
Los combates fueron rápidos, pero de una ferocidad y dificultad enormes, pues los rifeños presentaron una férrea defensa entre breñas, detrás de rocas y desde cuevas, sometiendo a los españoles a un acoso continuo. Allí, las muestras de valor de los españoles, situados a la cabeza de los ataques, insuflaron coraje a los aliados harqueños, quienes, inspirados por el ejemplo de los nacionales, se repusieron de sus vacilaciones y se lanzaron sobre el enemigo con fiereza.
La del Malmusi no fue la última operación militar del desembarco, pues estas se extendieron hasta el día 13 de octubre, con la toma de la capital rifeña de Axdir, logrando importantes gestas como la toma del monte Adrar Sedum o del Amekran, del que decían que nunca un cristiano pondría un pie en él. Pero la guerra se extendió hasta 1927, cuando el último de los rebeldes se rindió al general Sanjurjo, acabando así la pacificación del Protectorado, tras más de dos décadas de contienda.
En la acción del Malmusi cayeron ilustres nombres, como el capitán Miguel Rodríguez Bescansa, que, enarbolando el banderín de su tabor y arengando a los suyos, se lanzó sobre un enemigo que les acosaba bajo un fuego intenso de ametralladora. Los hombres de Rodríguez Bescansa lograron llegar a la posición rifeña y la tomaron tras una lucha cuerpo a cuerpo. Pero ahí no acabó el combate, pues se mantuvo en la posición rechazando los contraataques enemigos hasta que recibió la orden de retirada. Ésta la efectuó llevando consigo sus bajas, pero, al saber que había quedado en el campo uno de sus oficiales indígenas (kaid), retrocedió para recogerlo y recibió un disparo en la cabeza que le produjo la muerte. Su valentía fue reconocida con la Cruz Laureada de San Fernando, la más apreciada condecoración militar de España.
Villeval y Espresati
En el Malmusi también encontraron la muerte los dos primeros alistados de la Legión. Uno fue el suboficial legionario ceutí Marcelo Villeval Gaitán, soldado de marcada disciplina, sentimiento del deber y capacidad de sacrificio, alistado el mismo 20 de septiembre de 1920 en Ceuta y del que se decía que era un hombre «de recia contextura, buena estatura, tez morena y voz cavernosa, como corresponde a un fiel discípulo de Baco».
El otro «samurái español», fiel al credo legionario, que cayó en esa acción fue el gaditano Carlos Espresati de la Vega, alistado también el 20 de septiembre de 1920 en Ceuta. Su hoja de servicio nos hace un recorrido por su desempeño en la Legión y sabemos que embarcó para Alhucemas en Ceuta el 5 de septiembre y desembarcó en Morro Nuevo el día 9 y el 23 de septiembre regó con su sangre la tierra ardiente del Malmusi junto con otros muchos compañeros de la VI Bandera de la Legión. Espresati había logrado alcanzar el empleo de sargento caballero legionario e ingresado en el Libro de Oro de La Legión al hallar la gloriosa muerte en combate en aquellas acciones.
Los reconocimientos cruzados como primer caballero legionario entre Villeval y Espresati hace que se dude con frecuencia sobre a quien le corresponde ese honor. Pero una cosa es cierta: ambos se alistaron el mismo día y ambos murieron a la par en el Malmusi. Y se unieron en lazo fuerte con tal leal compañera junto 361 españoles más que se dejaron la vida en el desembarco de Alhucemas y a los que se les ha negado el reconocimiento oficial con la cancelación de la conmemoración de todo acto en el centenario de tan célebre hito por miedo a descontentar a Marruecos, quien celebró Annual y conmemorará la ocupación militar del Sáhara con la Marcha Verde.