Los ignotos están ‘Increíble’

Crónica de la III Capea Popular de Terra Ignota

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Hay mucha profundidad en la simple búsqueda de parecidos en la cara de un bebé. Una generación anterior acoge a las siguientes, las recibe de manos de sus padres, a los que conoce, y de ese conocimiento, en mayor o menor medida, puede uno destacar rasgos, comportamientos y formas de estar en la vida. Para que esto se dé, es imprescindible, además de los hijos, la comunidad. Ese espacio seguro en el que puede que no todos los miembros se conozcan entre sí ni tengan confianza en mismo grado, pero del que todos se saben parte. Y por eso puedes verte un día comiendo pilaricas con chocolate, y sorprendiéndote al mismo tiempo porque, claro, este bebé que tienes al lado tiene que ser, sin duda alguna, el pequeño Muelanueva, porque tiene los mismos ojos y mirada que su padre y se ríe, fíjate, igual igual que su madre. Y qué me dices de la pequeña Magdalena que lo mira todo con los enormes ojos de su madre y se deja alzar cuando ha comprobado que sus padres confían, porque la comunidad también es esto. Y mira que esta familia es nueva en la Terra Ignota. Los padres están tranquilos con sus hijos entre gente de fiar, y los hijos se fían porque perciben la confianza de sus padres. Imagina no alegrarte al ver que Daniel, el deseado, ha venido este año y es tal y como te lo imaginabas porque no podía ser de otra manera. El parque infantil es cada vez mayor. Da gusto pasear por el recinto y darse cuenta de cada familia que crece. Algún padre estrenaba asistencia con toque de queda a la hora del baño de su bebé, de modo que, presentes o no, los pequeños ordenan, en gran medida, la vida del ignotero.

Pero no sólo de bebés está conformada la nueva generación ignotera, que tenemos ilustres adolescentes con antigüedad, sí. Y también nuevos, con rango ya adquirido en el servicio a los demás, que menudo debe ser cuando le han fichado quienes le han fichado. Y tienen pelazo, que no hay que esconderlo tampoco. Me alegró mucho reencontrarme con la delegación del Levante, que además vino a familia completa, bellezones todos. A media tarde vi a un chico joven, pelazo también, que no había parado en todo el día y estaba un momento tranquilo, sentado allí, a la sombra. Tuve que acercarme a saludar, claro, ya lo siento por romper ese momento suyo de masculina paz. Parecerte a tus padres tiene algo de viaje en el tiempo para quien te mira. Imagina no acercarte a saludar al Heredero, tratando de contener, eso sí, la ternura que te despierta constatar que el Pirata también fue joven. Que una cosa es que él lo diga y otra muy distinta es verlo ahí, hecho carne. También hay chicas, claro, las más bonitas y capaces, pero hay algo al presentar este ambiente tan sano al mundo de afuera que me hace preservarlas un poco más, qué quieren que les diga.

La capea de Terra Ignota regala un día de convivencia sin papeles como hace años que no vivimos. Esta nueva generación ignotera de leones y princesas gozan de un día durante el cual se comparten postres, melocotones, licores, pastas, galletas, quesos, chistorra y demás embutido y todo tipo de viandas con fruición; si a una pequeña de Levante se le mete algo en el ojo en Alcalá de Henares, le atiende un médico valenciano que estaba de charla con un amigo gallego del Papa, sin temor a la segunda opinión del cirujano del norte. La verdadera tarjeta sanitaria es esto. Y mientras están pendientes de que lo de las vaquillas quede en nada. Que una está aquí tan a gusto, tan increíble, que se le olvida que esto es una capea de verdad, tú, que hay vaquillas.

Hay algo hermoso en ver crecer a una comunidad, no sólo en número sino en madurez. Del mismo modo que un bebé aprende que no ha de llorar para que le den de comer porque al crecer aprende a expresar su necesidad de otra manera, los distintos perfiles ignotos nos empezamos a conformar como familia extendida. Después del primer año en que entramos todos al mismo tiempo, en tromba, hoy cada uno se asienta en su espacio sin necesidad de competir, alegrándose por el éxito del otro, y reconociéndose parte complementaria de la misma España feliz y segura, y del mismo Credo, en mayor o menor medida.

Si los años anteriores sirvieron para unirnos, este año ha demostrado que empezamos a crecer desde una base. A nosotros nos aglutinó el desprecio sufrido por cada uno en su realidad, la soledad vivida, el rechazo a la manera conservadora de vivir y de defender aquello en lo que creemos, pero, como bien dice Ciriaco, el odio aglutina, pero sólo el amor construye. Y qué mejor manera para pasar de la infancia a la primera juventud de la vida en Terra Ignota que de su mano, bueno, de su guitarra. Pues con él empezamos el viernes de concierto cantando nuestro himno primero, al unísono, ¡por fin!, nuestro «¿por qué la ley?». Pero como no cupimos todos, Ciriaco, que es tan ignoto como lo son ya los melocotones, se descolgó con otra actuación no prevista en la capea. Porque el espíritu común es ese: nadie se queda fuera. Cada uno va desarrollando su proyecto y encontrando su voz. Y entre todos nos aupamos.

Y si, como digo, empezamos el fin de semana cantando a voz en grito «¿por qué la ley?» de la mano de Ciriaco, también de su mano, pero ya sueltos, si preguntas a cualquier ignoto cómo está después de volver de Madrid, quizá pienses que está bromeando al contestar «estoy increíble». Porque aunque nos duela el cuerpo y todo nos salga mal, después de esta capea, un ignoto siempre contestará «estoy increíble». Porque viéndolo en conjunto, si decimos la verdad, no estamos solos. Imagina, sabiendo eso, no estar increíble. Imagina como debería estar uno formando parte de una comunidad de reales amigos imaginarios, creciendo en número y madurez, construyendo una Terra Ignota donde vivir libremente, empezando el día con una misa solemne y trabajando el día por una vida mejor para los que vienen detrás. Pues como voy a estar. Estoy increíble.

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