La saga James Bond pasa por una transición tras el fin de la era de Daniel Craig y el relevo creativo que la familia Broccoli ha otorgado a Amazon MGM Studios. Con Denis Villeneuve confirmado como director de la próxima entrega y Steven Knight, creador de Peaky Blinders, a cargo del guion, el gran interrogante sigue siendo quién asumirá el icónico rol del agente 007. En los últimos años ha surgido de manera tan recurrente como artificial la cuestión de si puede James Bond ser una mujer. La respuesta es clara, sencilla y objetiva: no puede. No sería James Bond.
El espía británico es un personaje construido desde los años cincuenta por Ian Fleming, a través de unas características que han definido un icono a lo largo de más de medio siglo. Evidentemente, su sexo, su nacionalidad o su raza, son elemento fundamentales de su identidad, cuya alteración simplemente haría otro personaje.
El debate sobre un Bond mujer, además, no tiene nada que ver con la demanda real del público. Lo que espera cualquier seguidor de 007 es que el personaje conserve su esencia, pese a los cambios físicos de sus intérpretes, siempre británicos (Connery, Moore, Craig), con la excepción irlandesa de Brosnan y la australiana de Lazenby.
Precisamente, el de Drogheda, que encarnó al agente entre 1995 y 2002, ha insistido en que el próximo Bond debe mantener una identidad, porque es «un hecho» que el espía debe ser un hombre británico, y valoró el paso de la creación a Amazon con la esperanza de que traten el personaje «con dignidad, imaginación y respeto». Hasta Helen Mirren ha demandado que no se altere la identidad original del personaje: «Soy muy feminista. Pero no puede ser una mujer. Simplemente no funcionaría. James Bond tiene que ser James Bond, de lo contrario se convierte en otra cosa».
Aunque parece no ser suficientes para algunos —ninguno seguidor de la saga—, durante la etapa de Daniel Craig los personajes femeninos se hicieron más complejos, menos decorativos, como Vesper Lynd (Eva Green) o Madeleine Swann (Léa Seydoux), quienes dejaron de ser meras acompañantes, sin interpretar a 007.
James Bond es un hombre. Tener que repetirlo es muestra de la demencia colectiva en algunos sectores. Modificar su sexo o su raza —atentos— no sería ningún avance, sino la prueba de que las cabezas pensantes de Hollywood carecen de talento para crear iconos femeninos. Lo difícil consiste en desarrollar nuevas heroínas cinematográficas que dejen huella sin prostituir lo que ya funciona.
¿Alguien se imagina a la reina de Inglaterra encarnada por un hombre? ¿O a Martin Luther King interpretado por un blanco? El sinsetido sería comparable al de un Bond mujer.