Los tiempos electorales que se avecinan son una trampa para la derecha. Empiezo así, inoculando la dosis de realidad sin un miligramo de anestesia por qué hacer lo contrario sería perjudicial para los pacientes electores, además de estar siendo incoherente con mi principio de lealtad y sinceridad. Este año todos los que abogan por unos determinados principios, sin saberlo, o quizá siendo conscientes, pero conformándose con lo malo conocido, no van a ver cumplidas sus expectativas; se trata de un engaño, los que quieren gobernar van a hacer trampas al solitario. Al igual que ocurrió en el 2011, cuando Mariano Rajoy prometió derogar todas las leyes instauradas por José Luis Rodríguez Zapatero para después asentarlas, Alberto Núñez Feijoo perpetuará las normas cocinadas por Pedro Sánchez y sus socios.

Dicha circunstancia me lleva a atravesar una crisis existencial y a no tener la remota intuición de a quién votar en las elecciones. Podría apostar por el Partido Popular, pero mi instinto me dice que escoger la papeleta azul sería en balde, porque van a copiar todo lo que han hecho los otros. Mirar a Vox se antoja parecido; van a apoyar sin fisuras a un gobierno del PP a sabiendas de que les engañarán y los populares no cumplirán lo pactado. Se me ocurre, algo así como bohemia rebeldía existencial, apoyar a la izquierda pensando a largo plazo y no dejándome llevar por las tensiones de estos tiempos líquidos.

Lo mejor para España es que el Gobierno de Pedro Sánchez deje de existir, partiendo de la base de que nunca debió engendrarse. Sin embargo, la victoria de la derecha en diciembre de 2023 será un logro pírrico del que los enemigos de la razón sacarán ventaja en los próximos años. El conservadurismo quizá gane esta batalla, pero seguirá perdiendo la guerra. Si Feijoo gana las siguientes elecciones dejará intactas las estructuras sociales de la izquierda y no hará ni un ápice de autocrítica porque es complicado hacerla cuando uno está en la cresta de la ola; una vez más la socialdemocracia moderada se ha erigido como la máquina perfecta para ganar elecciones, pensarán los eruditos de Génova 13. Mientras, la falsa progresía retrógrada no se habrá replegado del campo de batalla, estará esperando en la trinchera a que llegue el momento de volver a avanzar en las siguientes elecciones que pierda la derecha.

Así pues, la victoria en las elecciones será estéril y la izquierda podrá avanzar en su agenda sin que el conservadurismo le haya puesto ningún obstáculo. El cazador paciente volverá a atrapar a su presa ayudado por la propia sumisión de esta. Lo peor que le puede pasar a la derecha es que este Partido Popular que se ha convertido en una copia barata de Ciudadanos gane las elecciones generales; servirá para cuadrar los números del balance de situación, no para derrotar a los adversarios en la batalla cultural. No le vendrían mal cuatro años en la oposición para rearmarse ideológicamente.