Tengo a mi alrededor buenos amigos —amiguísimos— que detestan viajar. Es más, lo ven casi como una imposición social y ante cualquier propuesta siempre alegan que como en Madrid en ningún sitio, que para qué van a salir de aquí y beber otra cerveza que no sea Mahou.

Escribo estas líneas en una playita de Fuerteventura. Mientras los rayos del sol templan mi cerveza que, por supuesto, no es Mahou, rumio todos los argumentos que mis amigos han ido acumulando para no acompañarme. Recuerdo cada uno de ellos y no puedo evitar entristecerme al pensar en todo lo bueno que se están perdiendo. Y todo lo bueno que se van a perder.

¿Acaso no es viajar un modo de admirar y contemplar todo lo que Dios ha creado para nosotros, su criatura predilecta?

Cómo no voy a descubrir la creatividad de Dios en la Playa de las Palomitas, cómo no voy a sentir el amor de Dios en un atardecer en La Barrosa o cómo no voy a percibir la omnipotencia de Dios en los Picos de Europa, o en el mar bravo de Finisterre.

Cómo no voy a sentir el soplo del Espíritu en el Balcón de Andalucía, las caricias de Dios en el txirimiri que me golpea mientras me pierdo en San Sebastián o cómo no voy a creer en La Providencia cuando me ofrecen agua en la etapa más agotadora del Camino de Santiago. Y todo esto sin salir de España.

¿Acaso no viajar es, por tanto, un modo de deshonrar la Creación?

Con cada ciudada visitada, cada rincón descubierto lo que hacemos no es más que desenvolver el regalo que nos ha sido entregado. Lo mínimo que uno puede hacer  es seguir añadiendo ceros al cuentakilómetros, seguir agradeciendo y contemplando.

El viajar se presenta de este modo no como forma de ocio sino como oración.

Quizá no convenza así a mis amigos, que seguirán prefiriendo las cervezas en el Dos de Mayo o las tostadas con tomate en el Sanpas. Lo que sí sé, me digo mientras apuro la cerveza, es que ya tengo (auto)justificación cuando elija mi siguiente destino.

María Chamorro
Madrugo mucho para contarte noticias en esRadio. El resto del dia lo pierdo entre whisky, libros y toros. Soy de las que se tropieza dos y tres veces con la misma piedra.