Yo sin ti, tú conmigo
Tú sin mí ¿Cómo sigo?
Todo un trabalenguas este estribillo de Varry Brava. ¿Puede ser el grupo más divertido y con los ritmos más desenfadados de la actualidad? Yo digo sí. «El buen rollo, las ganas de bailar sin parar / olvidar los problemas y empezar a saltar». Alegría, subidón, optimismo, risas, fiesta… Simplemente, Óscar Ferrer, Vicente Illescas y Aarón Sáez. Varry Brava.
Dejaba Vicente en Instagram unas líneas, estos días, reflejo absoluto de las ganas de escenarios, carreteras, aplausos… y no me extraña nada. Hace justo tres años, al término de uno de esos conciertos con llenazo de seguidores, su manager entraba al camerino y les anunciaba las buenas nuevas llenas de actuaciones firmadas para salir de gira por América, Italia… La semana siguiente estábamos todos confinados en casa. ¡Cómo para hacer uno planes…! «Tres años del vaivén de emociones, de compartir temas con el público a cambiar los escenarios por el salón de casa y los directos por videollamada por la maldita pandemia». Parece que siempre estamos en puertas del apocalipsis musical, pero la orquesta sigue tocando, les decía Gotzal Díez. Parece que en el mundo de la cultura a la gente le atrae más el apocalipsis que pensar que se puede tirar para adelante. Hay que luchar contra el victimismo.
Así que esta gira tiene doble energía, doble emoción, ganas y ritmo. Aunque parezca una locura, sienten que aquel 2022 ha sido el año 0. Hoy tienen más planes que nunca, más ilusiones que nunca y más canciones que nunca en esas cabezas bullendo sin pausa. Prometen que este 2023 van a cambiar muchas cosas.
Pongo en antecedentes a los que aún no se hayan enganchado al ritmo Brava. El nombre y esas «v» que tanto llaman la atención vienen de la época de cinco amigos en el colegio, «hacía poco que había muerto Barry White y llevábamos todo el verano escuchando a muerte a Nina, un tema precioso que se llama Brava. A Barry le trastocamos la “b” por una “v”». Son muy fans de la música italiana de los 70 y 80, «queríamos ser una banda de música disco italiana pero todo ha ido degenerando, como deber ser, y ahora somos una banda moderna, que es lo que pasa cuando haces cosas que hace tiempo que no hace nadie».
En 2009 presentaron su primera maqueta: Ídolo. Poco a poco, el grupo ha logrado hacerse un hueco en el panorama musical nacional gracias a una apuesta ecléctica y muy vitalista que va desde una mezcla de indie, rock, pop, canción italiana y pop ochentero. O pop hedonista, como les define Jam Albarracín, «nosotros nos juntamos para divertirnos, sin muchas más pretensiones; para bailar y hacer bailar. Y eso le ha gustado a la gente: una banda de espectáculo para pasárselo bien. Es pop hedonista, sí; si hedonista es disfrutar de uno mismo hacia los demás y de los demás hacia uno mismo, eso es, hedonistas».
«Siempre fantaseé con una banda elegante, divertida y gamberra»
Al habla con el vocalista, Óscar Ferrer, comenzamos por el principio, como se tienen que comenzar las cosas… Aquel colegio de monjas donde estudió, «quedaba cerca de la casa de mis abuelos maternos. María era mi abuela, la madre que no me parió pero que me crio y me educó. Mi abuelo siempre le cantaba María de la O. Una mujer entregada a su familia, bondadosa y muy lista sin saber leer ni escribir». Ellos le criaban entre semana y los fines de semana los pasaba con sus padres, «recuerdo a mi madre haciendo las cosas de casa y la radio siempre encendida con música en castellano». Escuchan casi todo, lo mismo Concha Piquer que Radio Futura o Prince. No tienen reparos ni prejuicios. Siempre les ha gustado toda la música y esperan poder tocar toda clase de música. «Santiago Auserón dice que un músico es un tipo que se pasa la vida quitándose prejuicios hasta que se muere», y en eso están. Luego, salían a dar paseos en el Citroën GS blanco de su padre —sigue recordando Óscar— con el casete siempre en marcha: Nicola Di Bari, Adriano Celentano, Roberto Carlos, Demis Roussos, Francesco Napoli, Matt Monro… «A los 10 años me fui a vivir, definitivamente, a casa de mis padres y un día encontré, arriba de un armario, una guitarra con dos cuerdas. La limpié, la barnicé, dos cuerdas eran suficientes. El reproductor llegó en los Reyes Magos del ‘99 y empecé a comprar discos a través de Discoplay: Mike Oldfield, Bob Marley, Santana, Creedence, John Lee Hooker… los Beatles… Si no hubiera sido por ellos tal vez nunca me hubiera dedicado a la música». Por esa época conoció en el instituto a Vicente Illescas y a Aarón Sáez, «nos juntábamos en una casa medio abandonada que tenía la abuela de Vicente. Pasábamos horas escuchando a Nacha Pop, Siniestro Total, Golpes Bajos, Radio Futura, Antonio Vega, la persona y el compositor que más me influyó en mi adolescencia. Un mundo interior en el que me siento muy reflejado», cuenta de Vega.
En 2008, Aarón y él retoman la idea de banda divertida, elegante y gamberra con la que habían fantaseado unos años antes, «en 2009 maquetamos en cinco días, nosotros mismos, diez canciones que hicimos en poco más de un mes… Quién me saca de aquí era una de las canciones». El sueño empezó con aquella maqueta, y ahora a ver quién les saca de aquí… No gires les recuerda lo agradecidos y afortunados que se sienten a la música por haberles elegido, «un ejemplo de lo caprichosa que es la magia y el azar de la música». A partir de ahí, discos como Demasié, que fue el salto a nivel nacional. Desde entonces, han recorrido todo el país para ofrecer centenares de conciertos en decenas de salas y en los principales festivales. Hoy, si estás por Italia y pones la RAI podrás escucharles también porque son sintonía del programa Mi casa o tu casa —el formato del programa de Bertín Osborne— presentado por Cristiano Malgioglio, mítico compositor de Raffaella o Mina. Los conciertos ya arrancan a lo largo y ancho de España y llevan bajo el brazo Varryvision, su actual pequeño universo que comenzó con Bambú, uniendo canciones y show entre músicas y otras experiencias artísticas, «como un programa de tele muy loco».
Aarón Sáez reconocía hace poco sobre su compañero Óscar, «lo admiro mucho por muchas cosas, pero siempre lo voy a envidiar por su pasión». Este grupo si algo tiene es esa pasión que te arrastra, que te vuelve un hooligan, infatigable, un perfeccionista o un obsesionado, «sin esa maravillosa y bendita pasión es mejor que no intentes sobrevivir en este mundo de la música, el arte y la farándula». Asegura que, «llegaremos más lejos o menos, seremos más grandes o más pequeños, duraremos eones o un suspiro, pero si hoy estamos aquí, entre otros motivos que tienen difícil explicación, es porque el tipo de la gorra que baila sin parar tiene una pasión por dentro que no le cabe en el pecho».
Y esa pasión la pone igual en una piedra, en un cenicero de Martini de Wallapop, en su familia, en sus canciones, en una camiseta de fútbol, en el día a día y, sin duda, en una banda de amigos, «con la que vamos recorriendo las ciudades mientras esa pasión, esa llama extraña y narcótica que nos consume y que siempre brilla en él con la fuerza de los mares, nos marca el camino».