La campaña para las presidenciales norteamericanas de noviembre ha dejado varias novedades este verano. La primera, evidentemente, ha sido la renuncia por razones obvias de incapacidad del títere Joe Biden y su sustitución urgente por Kamala Harris, ese cero a la izquierda de la élite demócrata famosa por su baja popularidad y nula iniciativa mientras ha habitado el ala este de la Casa Blanca, y con un pasado tortuoso como fiscal en California, significada como azote de las minorías étnicas.
La otra, que llama mucho la atención debido a su trasfondo político y sociológico, es la elección de los dos candidatos a vicepresidente y que van a acompañar en la papeleta tanto a Harris como a Donald Trump.
En el caso de Tim Walz, gobernador de Minessota, los demócratas han optado por un perfil marcadamente progresista pero alejado de los parámetros habituales de los progres universitaria de las costas, representante de un Estado fuertemente industrial y agrario donde el populismo no es visto como un elemento negativo, sino como señal de cercanía a los intereses y forma de vida de unas clases trabajadoras azotadas por la deslocalización y las políticas globalistas. No hay que olvidar que este Estado tuvo a un luchador profesional, Jesse Ventura, como gobernador.
Walz, profesor y exveterano de guerra, pertenece al Partido Agrario Laborista, partido federado al Demócrata, lo que da una señal de lo que pretende Kamala con esta elección: hacer un guiño a esa América trabajadora que aupó a Trump frente a una Hillary Clinton reconocida como exponente de la élite más despreciada por el americano medio de la que Kamala no puede evitar parecer heredera.
La elección de J. D. Vance como segundo de Trump en esta contienda, representa el afianzamiento dentro de la derecha norteamericana de un peso cada vez más potente de un conservadurismo más populista y anti-inmigración que supere las tesis neoconservadoras y desarrolle una crítica clara a la globalización, postulando la implementación de un patriotismo económico de hondas raices sociales en beneficio de las clases populares.
Como autor de la exitosa obra Hillbilly Elegy, escrita mucho antes de entrar en política, muestra más allá de sus vivencias personales y su trayectoria vital una radiografía de millones de estadounidenses blancos de clase trabajadora que han padecido el fin del sueño americano, con un claro declive industrial que les ha llevado a la pobreza y a la ausencia de movilidad social. Por eso, sus actuales posiciones representan una esperanza nacional-popular capaz de aunar diferentes sensibilidades conservadoras y radicales que lideren el futuro de la primera potencia del mundo. Su elección por Trump como compañero en esta campaña, es un señal inequívoca de la voluntad de seguir rompiendo con el establishment clasico del Partido Republicano.
La elección de Vance y Walz para optar a la vicepresidencia es por tanto una muestra del cambio de brújula en las intenciones de voto de los estadounidenses, que vuelven a poner la defensa de valores fuertes y de lo material por delante de postulados posmodernos, lo que hace que los estrategas electorales vean que hay que ir por ese camino.
En el caso de la candidatura demócrata como un tibio guiño a los sectores sindicalizados cada día más alejados del Partido Demócrata y en el de la republicana como una ruptura aún más clara con lo políticamente correcto, abriendo el camino a la construcción de una nueva política basada en el soberanismo y un modelo económico profundamente social, proteccionista y antiglobalista, afianzando al Partido Republicano como la opción preferencial de los trabajadores norteamericanos.