En la era de la ortodoxia de los dogmas no tienen cabida la heterodoxia y la libertad de pensamiento. O eres de unos o eres de otros, no hay espacio para el espíritu crítico. Todo el mundo está apoyando sin fisuras a Ucrania y jaleando a su presidente Volodímir Zelenski, casi nadie se atreve a discrepar en las tesis que encumbran al líder ucraniano. Él es el héroe y Vladimir Putin es la encarnación demoniaca remasterizada de Adolf Hitler. Buenos y malos sin aceptar matices, nos negamos a analizar la situación.

Cuando algunos osados se atrevían a ultrajar el nombre del máximo mandatario del país invadido, yo era de los que no cabía en su asombro ante lo que sentía como banalización de la barbarie. Incluso estuve a punto de coger un recipiente de agua bendita y echárselo por encima a un amigo cuando tuvo la desfachatez de asegurar que era toda una pantomima y que iban contra Putin. Estaba siendo víctima de la maquinaria propagandística de los poderes facticos. Algo razonable teniendo en cuenta que teníamos las gestas de Zelenski en todas las televisiones, e incluso, muchas plataformas compraron los derechos de la serie de televisión que protagonizaba antes de ser político o los periódicos ofrecían en los quioscos sus biografías no oficiales. Lo veíamos como un héroe compareciendo en los parlamentos escogiendo la retórica apropiada en cada momento. Cuando habló ante el parlamento español utilizó el ejemplo de Guernica para ganarse el apoyo de nuestros legisladores, al presentarse en la Cámara de los Comunes en Gran Bretaña tiró del símil de lo que hizo Inglaterra contra la Alemania nazi o frente a los canadienses les advirtió de lo que hubiese pasado si la famosa Torre CN de Toronto hubiese sido atacada por bombas rusas. Donde más duele, en el corazón, en los sentimientos, puso la piel de gallina a todo el globo con un discurso cuidado y meditado.

Era demasiado perfecto para ser real. Eso es quizá lo que ha hecho que haya tenido un desengaño amoroso con él. Evidentemente, sigo condenando la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin, creo que es desproporcionada a cualquier contexto. Sin embargo, Zelenki y sus asesores se han pasado de frenada. Desperté del letargo al ver una publicación en la que describía una foto del dirigente ucraniano con una actriz de Hollywood. El hecho de que el palacio presidencial de un país en guerra se haya convertido en una alfombra roja al más puro estilo de los Oscar es inapropiado. ¿Es una guerra o un largometraje pagado por las élites? Suena a conspiranoico, pero son precisamente esos hechos los que dan pie a todo tipo de interpretaciones disparatadas. No he visto a Tom Cruise visitar Siria o Afganistán y hacerse fotos con los soldados estadounidenses que hasta el verano pasado instruían a la población local. Es todo muy extraño, quizá demasiado. Se han empecinado en llenar de marketing el conflicto con Rusia y al final se han pasado con el maquillaje. Tanto, que al final canta, da que pensar que a lo mejor Estados Unidos y compañía tenían intereses en que lo que está ocurriendo se diese. Es decir, que occidente estaba deseando que Putin cometiera el error de invadir suelo ucraniano. Es más, el Gobierno turco ha afirmado en las últimas horas que el conflicto entre Rusia y Ucrania se podría haber desencallado en la cumbre de Estambul pero que algunos miembros de la OTAN no tenían intereses en la que la guerra terminase para así debilitar a Putin.

¿Acaso en Occidente no somos los adalides de la democracia y de la paz? Desgraciadamente, hay intereses más importantes que esa concordia en cuanto a Ucrania. Estoy convencido de que el intento de conquista del presidente ruso ha sido una trampa por parte de las autoridades occidentales para finiquitar su estancia en el Kremlin. Es todo mucha casualidad. Es más, voy a meterme en un jardín: estoy por apostar que el mero hecho de que Zelenski, actor de profesión y comunicador nato, diese el salto a la política no es casualidad. Creo que es toda una orquestación de los Estados Unidos para derrocar a Putin. Conocidos son los vínculos de Ucrania con los norteamericanos y la Unión Europea desde que se diera la guerra del Dombás, empezando porque el hijo del presidente de paja de los Estados Unidos, Joe Biden, forma parte del consejo de dirección de una de las empresas gasísticas más importantes del país. La guerra se va saldado con la expansión de la OTAN hacia Finlandia y Suecia, y con el aumento de las exportaciones de gas al resto de países por parte de los Estados Unidos.

No existen las casualidades, si estamos aquí es porque a algunos mandamases han hecho todo lo posible para ello. Sabían que iban a caer en la trampa. De la misma forma que el mayor error para Napoleón fue invadir una Rusia en la que sus tropas se murieron de frío, la idea es que el régimen de Putin fuese hoy más débil por equivocarse al entrar en Ucrania. Que Kiev fuese su Borodinó.