Se antojaba idílico el día en Altea. Ese pequeño pueblo de Alicante, bello y con encanto auguraba ser el escenario de un bonito día al lado del amor de mi vida. Lo fue, disfrutamos con sencillez como los niños que una vez fuimos. Hubiera sido para enmarcar de no ser porque tardamos dos horas y media, cinco entre ida y vuelta, en desplazarnos de la capital de la provincia a nuestro destino. Cogimos el tren durante una hora hasta que en la parada del intercambiador tuvimos que esperar media hora para embarcarnos en el cercanías que por fin nos llevaría a nuestro destino: un vagón con ruedas sacado de una película de los 70 de las que tanto le gustan a Iñako Rozas. Se pueden imaginar. Enclaustrados como si fuéramos directos a Auswitch. Lo siento por los pieles sensibles a los que no les guste el humor negro. El caso es que tardamos más en ir a Altea que a Albacete, tuvimos dos horas de trayecto cuando en coche tardas máximo cuarenta minutos.

Todavía dependemos de las cuatro ruedas, qué se le va a hacer. Les cuento todo este relato porque es curioso como los ecofriendly que nos gobiernan se empeñan en fomentar el uso del transporte público desincentivando coger el coche mientras tenemos unas infraestructuras del siglo XX. Compartía el otro día un usuario en Twitter una comparativa de unas vías y el trazado ferroviario era el mismo en 2022 que en 1891. Nos quieren tomar el pelo. Pretenden que no conduzcamos con gasolina, pero no hacen nada para facilitar los trayectos. La realidad es que no tienen alternativas para la ciudadanía porque les importamos un bledo. No es que no la tengan por falta de recursos, que para eso están los millones de la Unión Europea, lo que pasa que es que esos euros van para las causas feministas, chiringuitos y placeres varios. Veía el otro día la película El Reino y cuando a uno de los capos corruptos le imputaron por desviar fondos de la Unión Europea pensaba en los chorizos que se estarán haciendo un chalé con los Next Generation. No entiendo como siendo uno de los objetivos de esta refundación la transición hacia un modelo más sostenible, no se trabaje en proyectos más eficientes. ¿Pretenden que el que trabaje en Altea y viva en Alicante tenga que invertir cinco horas de su tiempo en trasladarse de su casa al trabajo y viceversa? No se hacen esta pregunta porque ellos tienen coches oficiales y Falcón. El metro es ese aparato bajo tierra en el que van los pobres, dirán.

Si supieran lo que cuesta un café no harían políticas tan paradójicas. Saben que son una estupidez de la misma forma que saben que unos escépticos necesitados en tener fe en algo van a comprar el relato. Me recuerda a eso de los días internacionales que escribía Ricardo Morales. Gentes insulsas sin criterio sólido. Acabo de pensar en esos que van de ecologistas pero que cada mes se montan en un avión para ver el mundo. Está muy bien, oye, pero deja de exigirle a otros que no cojan el coche para no contaminar. Producen más emisiones la sobreexplotación del espacio aéreo con el boom de las aerolíneas baratas que recorrer treinta kilómetros en coche. Dile a un extremeño que no coja su vehículo para ir a Madrid. Criaturas alejadas del mundo en lo alto de la Torre de Marfil, mentes privilegiadas que plantean ecuaciones olvidando que su elevación afecta a personas.

Te dirán que tienes que coger un tren sacado de Downton Abbey mientras ellos se mueven en coches oficiales amparándose que son exigencias de agenda. Nos anuncian que nos vamos a morir de frío porque tenemos que ahorrar gas mientras los parlamentos arden por la calefacción en invierno. Se inventarán argucias que bien podrían ser un aforismo como que tener el aire acondicionado engorda. No tendrás nada, te morirás de frío, te dará una insolación, y llegarás tarde por ese tren que va a pedales, pero serás feliz.

Feliz 2030 y próspero año eterno.