Es conocido por todos aquello que supuestamente dijo Otto von Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”. Y, aunque algunos empeñen, todavía no lo han conseguido. ¿Por qué? porque es la Tierra de María y Ella intercede por nuestra matria, digo patria. Lo de Tierra de María no lo dice el que escribe, fue San Juan Pablo II quien, en una visita en 2003, al despedirse tras la canonización de cinco santos españoles se refirió así a nuestro país. Él mejor que nadie pudo comprobar durante su pontificado el cariño con el que España ha tratado siempre a la Virgen y lo que ha hecho por ella y por la Iglesia de Cristo.

Claro que para confiar en esto hay que creer y tener Fe. Todo comienza cuando, según las crónicas, Santiago Apóstol, allá por el 40 d.C. se encontraba en Hispania transmitiendo el mensaje de Jesús, concretamente en la dura Celtiberia, donde la romanización no estaba siendo muy fácil. Tras recorrer con sus discípulos toda la cornisa Cantábrica llegó a las inmediaciones de Caesar Augusta, Zaragoza, donde acampó a orillas del río Ebro. Allí, mientras rezaba para poder realizar con éxito la misión que se le había encomendado, al apóstol se le apareció la Madre de Dios, todavía en vida, sobre un pilar de mármol y entre ángeles. La Virgen le mandó a construir una iglesia en la cual, el altar se situase en torno al pilar dónde se había aparecido. A continuación, le transmitió lo siguiente a Santiago: “Permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”. Así el hijo de Zebedeo y sus ocho discípulos se pusieron manos a la obra y construyeron lo que la Madre les había encomendado, al terminar la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, siendo ésta la primera iglesia dedicada a María Santísima en el mundo.

De la Reconquista y al Nuevo Mundo

Desde entonces, y para aquellos que quieran creerlo, su mano intercedió en los momentos más importantes de nuestra historia. Son muchas las leyendas de apariciones que durante siglos han dado sentido a victorias y hechos milagrosos que, de no haber sido así, hubiesen cambiado el rumbo de nuestra historia y del mundo por completo. Ejemplos durante la Reconquista tenemos miles, como Covadonga, la conquista de Sevilla con la leyenda de la Virgen de los Reyes y Fernando III, así como la curiosísima batalla de Tentudía, en las inmediaciones de Calera de León (Badajoz), cuando caballeros de la Orden de Santiago al mando de su Gran Maestre, don Pelayo Pérez Correa, derrotaron a unos moros que los esperaban para impedirles el paso hacia la conquista de la antigua Híspalis.

Todavía, como reveló sobre aquel Pilar, la virtud de Dios tendría que obrar mayores portentos y maravillas por su intercesión sobre la nación española. Siendo ésta la elegida entre todas las que habrían de llegar al Nuevo Mundo para descubrirlo, conquistarlo y evangelizarlo, realizando así la mayor obra jamás contada por una nación en la historia de la humanidad, otorgando protección, derechos y ciudadanía a todas y cada una de aquellas personas que poblaron los territorios bajo dominio hispano. Construyeron iglesias, misiones y universidades, algunas más antiguas que muchas de las que hay en el Viejo Mundo. Mientras otras se limitaban a esclavizar y exterminar a sus pobladores, los españoles se mestizaron con ellos.

En Lepanto, “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros” como la denominó Cervantes, un 7 de octubre de 1571 la flota de la Liga Santa liderada por la España de Felipe II, derrotó a los turcos en el golfo de Patras acabando con el dominio de Alí Pasha sobre el Mediterráneo y la amenaza Otomana sobre Europa. Cuando don Juan de Austria, Capitán General de la armada combinada, antes de entrar en batalla enarboló la bandera con la imagen de Cristo crucificado y su Madre, los soldados españoles hincaron la rodilla en cubierta y oraron hasta que el enemigo se aproximó lo suficiente a las galeras cristianas. Aquella victoria significó la consagración por parte del Papa Pío V del 7 de octubre a la festividad de Nuestra Señora de las Victorias que posteriormente Gregorio XIII, su sucesor, denominó del Rosario, ya que ese día se recitaron miles de rosarios para pedir por la victoria a la Virgen, popularizándose su uso desde entonces.

El papel y la posición de la monarquía hispánica durante la Contrarreforma y el concilio de Trento, así como la aparición de santos como Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús, fueron claves para que se erigiera como estandarte de la defensa del catolicismo y la consolidación de la Iglesia de Cristo ante la Reforma Protestante. En este contexto, en diciembre de 1585, en las frías y pantanosas tierras de Flandes, allí donde muchos hijos de Santiago entregaron su vida para honor y gloria de nuestra historia, se desarrolló la batalla de Empel. Cercados, exhaustos y agotados por el asedio holandés, los Tercios al mando de don Francisco de Bobadilla resistían como jabatos el bombardeo de los navíos calvinistas con pocas esperanzas de salir de allí con vida. La mañana del 7 de diciembre mientras unos soldados cavaban una trinchera para soportar el fuego de la artillería enemiga, uno de ellos encontró un tablón con la imagen de la Purísima reflejada, este hecho subió la moral de la tropa y su posterior petición de auxilio. Al día siguiente, 8 de diciembre festividad de la Inmaculada, el río Mosa (donde se encontraba la isla) amaneció congelado y eso hizo retroceder a los barcos neerlandeses por miedo a quedar atrapados en el hielo, pudiéndose montar la carga hispana y la desbandada de la tropa enemiga. Dicen los relatos de los allí presentes que los holandeses se retiraban gritando y quejando que Dios debía ser español, porque si no, no entendían tal milagro. Desde se le otorgó el patronazgo de nuestra infantería.

El dogma

La relación de España y la Inmaculada Concepción viene de lejos, quizás es el único lugar en el que se ha defendido tanto y desde tan antiguo dicho Dogma. Ya en el S. VII, en el XI Concilio de Toledo, el rey visigodo Wamba ya fue titulado como “Defensor de la Purísima Concepción de María”. Como hemos visto, Carlos I y Felipe II portaban su estandarte en sus campañas militares. En Huelva en 1515 se construye el primer templo del mundo dedicado a la Inmaculada, la ciudad de Sevilla juró la defensa de la “Concepción de María, Toda Pura” en 1615, incluyendo el título de “Muy Mariana” en su escudo ya en el S. XX. En el S. XVIII el Papa Clemente XIII declaró a la Inmaculada como patrona de España y las Indias. Un siglo más tarde la Santa Sede concedería a los sacerdotes españoles el privilegio de vestir casulla azul durante su festividad como agradecimiento a la defensa que siempre hizo nuestro país de su Dogma.

Son muchas las ocasiones en los que mitos y leyendas afloran en nuestra historia y más, en hechos tan decisivos como los que hemos citado. Quizás haya casos parecidos a estos en otros lugares, pero cierto es que nuestra trayectoria a lo largo de los siglos y nuestra cultura han hecho que nuestra historia esté firmemente ligada a ellas.

Cuenta el exministro de exteriores Jorge Fernández Díaz que en una audiencia con el Papa Benedicto XVI, pidió al Santo Padre que rezara por España, por su unidad. Éste le respondió que el diablo quería destruirla, prosiguió diciendo “El diablo sabe los servicios prestados por España a la Iglesia de Cristo, conoce la misión de España, la evangelización de América, su papel durante la Contrarreforma, la persecución religiosa de los años treinta… El diablo ataca más a los mejores y por eso ataca especialmente a España y la quiere destruir”. Pero no se quedó ahí y le mostró las cuatro herramientas para luchar contra esto: “Humildad, Oración, Sufrimiento y Devoción a la Santísima Virgen”. Concluyó transmitiéndole que nunca lo conseguiría.

Pilar, Montserrat, Rocío, Carmen, Covadonga, Rosario, Esperanza, Torreciudad, Guadalupe, Asunción, Inmaculada, Reyes, Dolores, Ángeles, Candelas, Blanca, Angustias, Almudena, Nieves, Luján, Caridad del Cobre, Copacabana, Aparecida, Rosario de Chiquinquirá, Carmen de Maipú, Paz y un larguísimo etcétera de advocaciones y patronazgos vinculados a cada uno de los rincones de nuestra piel de toro y nuestra hermana Hispanoamérica, son el ejemplo del amor y la vinculación que siempre ha tenido nuestra tierra a la Santísima Virgen.

Esto no es fácil de entender, pero todo es cuestión de Fe. Aquel 2003 fue la última vez que Karol Wojtyla pisaría España antes de su muerte, despidiéndose para siempre de la forma con la que mejor había identificado a nuestro país: “¡Adiós, España! ¡Adiós, tierra de María!”.