Decidí hace tiempo alejarme de los vendedores del catastrofismo pandémico al por mayor y tal vez sea esa la razón por la cual espero estas navidades con muchas ansias. También me pasó el año pasado, no os vayáis a pensar. Es que la felicidad no te la pueden arrebatar mediante decreto ley. O sí. Pero bueno, mejor será que no les dejemos ni tan siquiera intentarlo. Aunque con esta pasividad por parte de la ciudadanía está difícil la cosa.

A lo que iba, las fiestas. Si te dejas llevar acabas convirtiendo el comedor de tu casa en un hospital quirúrgico y sustituyendo el delantal por un traje NBQ. Lo siento, pero por ahí no paso. Por suerte, mi cena de Nochebuena no será un centro médico y en mi familia no habrá ni certificados de vacunación ni prueba de antígenos ni PCR ni medidor de CO2 ni mascarillas. Sin duda, lo que sí habrá son besos, abrazos, alegría y, por supuesto, discusiones.

Como cada vez hay más aspectos de nuestra vida sometidos a debate político, este último ingrediente se ha convertido en algo imposible de evitar. Más aún si reparamos en el hecho de que se están sentando alrededor de una misma mesa distintas generaciones, siendo cada uno de su padre y de su madre, nunca mejor dicho. De modo que tener una opinión diferente no debería considerarse un tema tabú, sino algo normal.

Sin embargo, nace un problema cuando se deja en casa el respeto y se saca a pasear la estupidez. Y ahí es cuando te das cuenta de que algunos familiares están de acuerdo con la libertad hasta que no eliges lo que ellos eligen, no haces lo que ellos hacen o no dices lo que ellos dicen. Por eso, cuando te recomiendan que evites los temas políticos, en realidad, te están diciendo que no disientas del discurso hegemónico ni cuestiones los principales dogmas del pensamiento woke imperante en nuestros días. Se han creído que la veracidad de sus postulados reside en la existencia de consenso, pero por muchas personas que afirmen que 2+2=5, esto jamás será verdad.

A pesar de que mi experiencia vital no sea mucha y mis veintisiete años no me concedan autoritas alguna, me voy a atrever a aconsejaros que no os calléis. Que no os importe ir a contracorriente. Que no os importe cuestionar. Si en una conversación algo no os encaja, decidlo, pues no habrá otra ocasión para ello, y si no es por vosotros esa mentira se transmitirá y se repetirá hasta convertirse en verdad.

No te calles cuando tu tío llame negacionista a quien no se quiere vacunar y defienda la obligatoriedad del pasaporte de vacunación.

No te calles cuando tu prima hable de la extrema derecha y el auge del fascismo en España.

No te calles cuando tu hermana diga que a las mujeres nos matan por ser mujeres, que todos los hombres son violadores o que no existe el género.

No te calles cuando tu tía afirme que el cambio climático existe por culpa del capitalismo.

No te calles cuando tu primo apoye la subida de impuestos para los ricos para alcanzar una sociedad igualitaria.

No te calles cuando tu cuñada hable de intervenir más la economía y nacionalizar empresas de sectores estratégicos como la energía o la banca.

No te acobardes por no pensar como ellos, más bien siéntete orgulloso. Decía Mises, siguiendo a Virgilio, «Tu ne cede malis sed contra audentior ito» o lo que es lo mismo «Jamás cedas a la maldad, por el contrario, oponte a ella con todas tus fuerzas».

Eso sí, demuéstrales que, a diferencia de lo que ellos hacen, tú sí puedes brindar, disfrutar y estar rodeado de personas que no tienen tus mismas ideas.