Tenemos una silla preparada para ti. En torno a estas palabras se sintetiza con precisión la experiencia en común de una Comunidad —con mayúsculas, dada la importancia lo que significa— formada por creyentes de un municipio, de lo que sería denominado como de clase media, situado en el extrarradio de Madrid. Haciendo honor al mensaje de integración y acogimiento, decenas de mujeres y hombres laicos trabajan en común, guiados por la Palabra, impulsados por el ejemplo de un grupo de religiosos encabezados por un hiperactivo y super ocupado sacerdote y profesor de universidad, que coordina de manera prodigiosa numerosos grupos y actividades que regalan la posibilidad de que otros centenares de vecinos que participan de esa parroquia tengan esa silla siempre a su disposición.
La realidad que se respira allí es la de la esperanza de que desde el mensaje de Cristo se puede y se debe construir un espacio de refugio y protección para tu entorno, pero al mismo tiempo con capacidad de ampliar y ganar espacios de evangelización. Un compromiso con el mundo desde la cercanía de lo local, permeable con las diferentes realidades de la vida cotidiana y que riegue con el Evangelio estos tiempos de descreimiento e individualismo tan alejados de la Palabra de Dios.
Desde ese compromiso se generan decenas de proyectos que van de los grupos de catequesis, ayuda social, comunicación, formación, cultura, jóvenes… pero no con vocación de ONG sino con la certeza de que se crea comunidad, de que se construye una familia donde las otras familias encuentran un espacio para de forma acompañada hacer juntos el camino que nos corresponde en este mundo.
Existe esperanza. Por supuesto. Hay una semilla que germina en la sociedad y que, sin vivir ajena al mundo moderno, a las nuevas tendencias, a los inmensos problemas que agudizan los que ya teníamos, busca respuestas y las encuentra en lo común, en lo sencillo, en lo espiritual. Que es capaz de sacarle horas a las ya colmatadas por las obligaciones personales y profesionales para regalarlas a los demás y al mismo tiempo hacerlo con una mirada hacia dentro de uno mismo sintiendo la trascendencia de las cosas.
Aunque escuchando lo que nos cuentan muchos medios de comunicación no lo parezca, hay espacios en esta sociedad del consumo sin límites, de la satisfacción inmediata y la búsqueda del reconocimiento por lo que se parece más de por lo que se es, que encuentran en la inspiración, consciente o intuitiva, de la Doctrina Social de la Iglesia el modo de articular sencillas Comunidades con el único objetivo de hacer el bien. Espacios comunes formados por hombres y mujeres capaces de reír, de compartir, de disfrutar de sus familias, de sus amigos y de las alegrías de la vida, pero también del dolor, la preocupación, la enfermedad, el desconsuelo… sabiendo que no estás solo.
En todos nuestros pueblos y barrios hay sillas preparadas para ti. En tu mano está el llamar a la puerta y sentarte juntos a otros muchos que sienten y anhelan lo mismo que tú.