Dejando a un lado lo de la utilidad de la moción de censura, lo que más me ha llamado la atención de esta constructiva cita ha sido la actitud de Ramón Tamames. Esa sinceridad, la naturalidad elegante de decir lo que piensa sin importarle las consecuencias o el decoro parlamentario confundido con el cinismo; con una espontaneidad adornada con cultismos llamó pesados a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz sin despeinarse. Al presidente del Gobierno le reprochó su tozudez al leer en la tribuna sus veinte folios preparados por sus asesores, a la vicepresidenta segunda le aconsejo fraternalmente que tenía que mejorar su capacidad de síntesis.

Rompió con lo establecido, con los mensajes procesados y precalentados, dio rienda suelta a su subconsciente para que fuese éste el que construyese las palabras y no la en ocasiones falsa y políticamente correcta conciencia posmoderna. Soy de los que piensan que se puede llamar gilipollas a alguien cargando el mensaje de corrección fraterna y hacer que la otra persona te lo agradezca; los reproches con caridad se transforman en caricias filiales de un hermano que te quiere. En este mundo hipócrita, frívolo y calculador, no está bien vista la sinceridad. Los puritanos consideran de mala educación decir la verdad, expresar lo que uno piensa. Tamames no sólo ha elevado el nivel intelectual y discursivo de la Cámara Baja, también ha otorgado a la institución de una sobriedad y transparencia de la que adolece desde hace años. La realidad es que la mayoría de nuestros políticos nos mienten, practican al pie de la letra esa máxima periodística de que la realidad no te fastidie un buen titular. No dicen la verdad aprovechando la coyuntura líquida y cortoplacista de nuestro tiempo; nos acordamos de lo que un dirigente dijo ayer, pero nos olvidaremos de lo que éste anunció la semana pasada. Sólo hay que ver cómo Isabel Díaz Ayuso se presenta como activista provida cuando le interesa y una moderna libertina cuando tiene que sacar su perfil más moderado, sabe que el votante se va a quedar con el mensaje más reciente y va a desechar al limbo de la obsolescencia la proclama anterior.

España merece un gobierno que le diga la verdad. Sé que estoy pidiendo mucho. En mi reciente experiencia como presentador de un programa de radio me ha llamado la atención la práctica política de intentar mentir al oyente y al que le entrevista. Hace unas semanas cuando entrevistaba a un dirigente de Podemos, al preguntarle por los motivos que habían llevado a su partido a perder representatividad en los últimos años, me negó el hecho de que su partido hubiese caído a nivel electoral; ignoraba que su partido hubiese pasado de tener 62 escaños en el 2015 a tener los 30 en la actualidad. ¿A quién quería engañar? Estaba mintiendo y lo sabía, no era un despiste circunstancial, estaba cometiendo dolo en su falso argumentario.

Ojalá, cómo dijo Tamames, esta moción de censura sirva para que cambien algunas cosas, como el hecho de que los dirigentes miren más a la verdad, la única que les hará libres.