Sesión continua

Quienes amen el cine, amarán esta cinta. Y quienes no aman el cine, entenderán un poco más a los que sí lo hacemos

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Otro septiembre más. La cotidianidad se reactiva en septiembre. Y más de uno, en algún momento, ha pensado que no quiere regresar a ella. Wake me up when september ends, como dice el tema de Green Day. Quien sabe surfear septiembre, sabe surfear la vida. El mes de la reactivación, de la vuelta al cole, del primer día de trabajo, de la vuelta a la oposición ya en serio (agosto se hizo muy cuesta arriba viendo el Instagram de tu amigo), de las hojas de los árboles volviéndose poco a poco del color de tu tweed… Las transiciones son difíciles. Que se lo digan a nuestros abuelos. Al pause del verano le sigue el fast forward de septiembre: un tiempo donde se aceleran los acontecimientos. Mi agenda ya está repleta de eventos y aún ni hemos empezado.

Aunque en realidad las horas de nuestras biografías siguen en el periodo estival. La vida es una suerte de sesión continua, como esa maravillosa película del maestro José Luis Garci. La vi hace unos días. «El cine es una vida de repuesto» es una máxima que José Luis Garci ha repetido en varias entrevistas, programas de radio e intervenciones públicas. Sesión continua precisamente desarrolla esa idea garciana. Y de fondo advierte contra los peligrosos efectos secundarios de quienes se emborrachan de cine. ¡Pero qué relajación provoca encontrarse beodo de John Ford, Ernst Lubitsch, Woody Allen, Billy Wilder, Howard Hawks, Alfred Hitchcock…!

Es un fuerte dilema el que se plantea Garci: ¿merece la pena vivir en el cine y abandonar la vida real? ¿Si el mundo carece de sentido, mejor vuelco mis horas de existencia en el arte más bello, atractivo y definitivo que ha ideado la mente del hombre? ¿Cuál es el coste de vivir de cine y no vivir nuestra vida? A veces me pregunto si el cine en sí necesitaría un Vital advisory. Addiction content, un aviso a espectadores: una vez entras, no hay escapatoria. Y yo pienso: Hallelujah! Quien no quiere vivir un tiempecito en una obra de teatro de Calderón de la Barca, en una sinfonía de Beethoven, en un cuadro de Monet, en un libro de Dickens o en una película de Ford se engaña a sí mismo: la vida necesita a veces de esos pause, esos intermezzos de la vida, que son la admiración de una obra de arte por unos momentos. Más arte y menos lexatín, como reza el título de un libro de Mario Huete.

Pero Garci no sólo filosofa con Sesión continua, también cuenta la historia de dos hombres tan apasionados por el séptimo arte que olvidan lo que significa vivir, amar o comprender a quienes más queremos. Ese ensimismamiento culpable de que a quienes tanto disfrutamos con una película a veces nos han llamado la atención: «¡Esto no es una película! ¡Esto es la vida real!». Asimismo, en el largometraje Garci aprovecha para desvelar al espectador los intríngulis del proceso de producción: especialmente divertido son los habituales desencuentros entre el productor y los guionistas, tan separados por la diferencia de criterio respecto a qué es una buena película (el primero piensa en la taquilla y los segundos en emular a Shakespeare). Me ha animado a no posponer más la lectura de «así se hacen las películas» de Sidney Lumet.

Los más cinéfilos disfrutarán de las innumerables referencias a lo largo de esta historia sobre el cine según Garci. Ya le recorre a uno un escalofrío en el primer minuto de metraje: una dedicatoria en agradecimiento hacia los artesanos del celuloide que nos han dado tantas horas de alegría, aventura, suspense y melancolía. Quienes amen el cine, amarán esta cinta. Y quienes no aman el cine, entenderán un poco más a los que sí lo hacemos. Win-win. También este servidor quiere intentar transmitir por qué merece la pena darle muchas veces al pause de la vida, el tiempo suficiente sin llegar al coma fílmico, para vivir de cine. Silencio, LA IBERIA sigue rodando.

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