¿Quién es José Antonio Kast?

El más que probable próximo presidente de Chile encarna la vía que ha encontrado la reacción de la gente corriente ante el globalismo totalizador

|

José Antonio Kast Rist (Santiago de Chile, 1966) es una de las figuras políticas más influyentes y aglutinadoras del Chile contemporáneo. Hijo de inmigrantes bávaros asentados en la zona sur de Santiago, creció en una familia empresaria que pronto prosperó en el rubro alimentario. Ese entorno, marcado por el trabajo, la fe católica y una cultura de disciplina, ha moldeado su imagen pública: padre de nueve hijos, activo en movimientos provida y defensor declarado de la familia tradicional.

Kast pertenece a la última generación socializada bajo el régimen militar y observa la Transición con lentes distintos a los de la élite política surgida de los pactos de 1989. Estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica y pronto ingresó en la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido más identificado con el legado de Augusto Pinochet. Su trayectoria inicial fue la del militante disciplinado y doctrinario de la derecha tradicional. Fue concejal en Buin entre 1996 y 2000 y luego diputado durante dieciséis años. En el Congreso se opuso a todas las reformas sociales aprobadas desde comienzos de siglo: aborto en tres causales, matrimonio igualitario, distribución de la píldora del día después.

De la crisis de la derecha al Partido Republicano

La crisis de la derecha tradicional a mediados de la década de 2010 supuso un punto de inflexión. Entre escándalos de financiación irregular y un progresivo desgaste del gobierno de Sebastián Piñera, Kast interpretó que la derecha se había «avergonzado de sí misma»: demasiado temerosa de defender el modelo económico heredado de los Chicago Boys y demasiado complaciente con la hegemonía cultural progresista. En 2016 renunció a la UDI y un año más tarde se lanzó a una candidatura presidencial independiente. Su 8% en las elecciones de 2017 sorprendió a la prensa: mucho más que un gesto testimonial, mostraba la existencia de un sector de votantes desencantados con la centroderecha y atraídos por un discurso más frontal, más identitario, más emocional.

En 2019 fundó el Partido Republicano, que pronto sería su plataforma definitiva. La fecha no podía ser más decisiva: unos meses después, Chile se precipitó al estallido social de octubre, un punto de quiebre que reconfiguró el sistema político. Mientras la mayor parte de las élites apostaron por canalizar las protestas a través de un proceso constituyente, Kast se instaló en el extremo opuesto: denunció la violencia, exigió mano dura, criticó la tibieza del gobierno de Piñera y advirtió de una «agenda refundacional» impulsada por la izquierda. Su lectura fue clara y supo comunicarla: la crisis no revelaba un agotamiento del modelo neoliberal, sino un debilitamiento del orden público y de la autoridad del Estado. Ese diagnóstico conectó con sectores de clase media y popular que sentían más miedo que esperanza ante el clima de inestabilidad.

Las elecciones de 2021

La campaña presidencial de 2021 consolidó su ascenso. Kast encabezó la primera vuelta con un discurso centrado en la seguridad, la oposición a la inmigración irregular y la recuperación del orden perdido. Enfrentado al joven candidato de extema izquierda Gabriel Boric, la elección se convirtió en un plebiscito entre dos modelos antagónicos. Kast reivindicó el legado económico de la dictadura y propuso indultar a militares ancianos condenados por delitos de lesa humanidad, gestos que incomodaron a moderados y movilizaron al voto anti-Kast. Perdió en segunda vuelta, pero salió fortalecido: su proyecto ya no era periférico; era la columna vertebral de una nueva derecha.

Esa consolidación quedó en evidencia en 2023, cuando los Republicanos se convirtieron en la primera fuerza en las elecciones al Consejo Constitucional. La lectura era inequívoca: Kast había logrado lo que ningún líder de derecha había conseguido desde 1990, desplazar a la centroderecha tradicional como referencia principal del electorado conservador. En paralelo, tejía redes internacionales con la derecha populista global: desde la CPAC estadounidense hasta Vox en España, pasando por el ecosistema bolsonarista en Brasil. Sus denuncian, como Pedro Sánchez, su pertenencia a una «internacional reaccionaria». Para sus partidarios, es una prueba de que Chile vuelve a tener influencia más allá de sus fronteras.

Las elecciones de 2025

Su tercera candidatura presidencial, en 2025, llega en un contexto muy distinto al de su primer intento. El gobierno de Boric enfrenta un clima de inseguridad inédita, tensiones migratorias, inflación persistente y un doble fracaso constitucional que ha erosionado la legitimidad del sistema político. Kast aparece entonces como el representante del «orden», una palabra que repite en cada intervención. Propone reforzar a las fuerzas de seguridad, ampliar cárceles y replicar elementos del «modelo Bukele» salvadoreño, una idea muy popular entre los sectores más afectados por el crimen organizado. Su programa económico, fiel a su tradición, insiste en reducir impuestos, adelgazar el Estado y evitar cualquier giro redistributivo profundo. A esto añade una batería coherente de medidas de corte social conservador: oposición absoluta al aborto, crítica al matrimonio igualitario y fusión o supresión del Ministerio de la Mujer.

En la campaña de 2025, no obstante, Kast ha suavizado algunos aspectos de su discurso. Las referencias explícitas a Pinochet han desaparecido casi por completo, así como los guiños más ideológicos a la batalla cultural. La estrategia apunta a ganar el centro sin renunciar al núcleo duro de su electorado. La primera vuelta lo dejó segundo, detrás de la candidata comunista Jeannette Jara, pero con una derecha en su conjunto mayoritaria y alineada tras su figura.

La importancia de Kast en la política chilena

Más que un político conservador clásico, Kast encarna lo que algunos llaman «nueva derecha», que no es más que la vía que ha encontrado la reacción de la gente corriente ante el globalismo totalizador. Como Orbán, Trump o Ventura, ha captado el malestar de un país donde la inseguridad y la fatiga institucional han desplazado las preocupaciones sociales que dominaron el ciclo 2019-2021. Su ascenso también refleja el derrumbe de la centroderecha tradicional, incapaz de ofrecer un relato cohesionado tras años de ambigüedades.

Si llega a La Moneda, afrontará desafíos complejos: gobernabilidad con una coalición heterogénea; equilibrio entre orden y reforma institucional; gestión económica en un país exigente con las políticas sociales; y una relación tensa con el sistema internacional. Su impacto ya es real: José Antonio Kast ha redefinido la derecha chilena que por primera vez en décadas es mayoritaria en la Cámara, y ha alterado el mapa político.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.