Aunque me licencié en Derecho, nunca me he puesto una toga ni he redactado una demanda: la vocación me llevó por otro camino profesional. Tengo, eso sí, muchos amigos que ejercen la abogacía y que me defenderían brillantemente en cualquier circunstancia. Pero el Podría ser peor de este mes no va de ellos, sino de otros, los de ficción: mis letrados favoritos de la literatura y el cine. Expertos en Civil, en Penal, en Mercantil o hasta en Militar; estrellas de despachos importantes o picapleitos sin suerte. Tipos a los que llamaría sin dudarlo si estuviera en una comisaría mugrienta, metido en un lío muy gordo, y solo me dejasen hacer una llamada. Con la venia del lector, empezamos.

1  Amanda Bonner (La costilla de Adán, 1949)

La guerra a muerte, más allá de los límites éticos, entre una abogada, Katharine Hepburn, y un fiscal, Spencer Tracy, no tendría nada de raro de no ser por un pequeño detalle: los rivales son marido y mujer. El caso que los enfrenta: una mujer es acusada de asesinar a su esposo y la amante de este.

Llena de  ironía, complicidad y giros brillantes, esta comedia de George Cukor conjuga lo procesal con lo conyugal —las escenas domésticas son, de hecho, lo mejor del metraje—. Se puede ver en Filmin.

2  Perry Mason (El caso del gatito imprudente, Erle Stanley Gardner)

«Soy especialista en sacar a la gente de los líos en los que se han metido», se presenta Perry Mason en una de sus novelas. «Si preguntáis por mí a algún abogado de familia o mercantil, probablemente os dirá que soy un simple picapleitos. Si preguntáis a algún funcionario de la oficina del fiscal del Distrito, os dirá que soy un rival peligroso, pero no sabe mucho sobre mí». Tiene una relación ambigua con su secretaria, Della Street, y de su archienemigo, Hamilton Burger, se ha dicho que es el fiscal más inepto de la historia. Su repertorio procesal es limitado: su método consiste, invariablemente, en probar la inocencia de su cliente encontrando al verdadero responsable del delito.

Nuestro hombre protagonizó más de 80 novelas, todas parecidas, de fórmula, pero de una fórmula divertida y bien ejecutada. De todas sus novelas, elijo la primera que leí, una de las más ingeniosas en su resolución: El caso del gatito imprudente. Aquí lo que escribí sobre el personaje para Libro sobre Libro. Quienes prefieran verlo en la pantalla, pueden optar entre la serie clásica de los 50 y los 60, origen de muchas vocaciones jurídicas, y la muy reciente de HBO, interesante, aunque nada fiel a los libros de Erle Stanley Gardner.

3  Georges Hautecourt (Los aristogatos, 1970)

El señor Hautecourt, abogado de la ilustre señora Madame Bonefamille, es uno de los personajes más cómicos de la amplia galería de Disney. Con más años que un bosque y más ritmo que un tambor, su principal activo es la confianza: no ve muy bien y seguramente no recuerde ya muchos artículos del Código Civil, pero podemos estar seguros de que un abogado como Hautecourt jamás nos traicionará.

4  Teniente Daniel Kaffee (Algunos hombres buenos, 1992)

Un marine ha muerto en la Bahía de Guantánamo, y dos de sus compañeros de armas están acusados de homicidio. Daniel Kaffee (Tom Cruise), un joven jurídico de la Armada, licenciado en Harvard, hijo de un jurista ilustre, asume la defensa. De fondo emerge la figura carismática y temible del coronel Nathan R. Jessup (Jack Nicholson).

Hace poco surgió una jugosa discusión en Twitter sobre el fondo moral del juicio, debatido mil veces: ¿tiene defensa el alegato de Jessup? ¿Es verdad que nos cuesta asumir la verdad sobre los que guardan el muro? ¿O es condenable su conducta tramposa, que hace cargar la culpa en sus subordinados? Con un guion afiladísimo de Aaron Sorkin y una dirección sobria y elegante de Bob Reiner, la película, ciertamente, da para muchas discusiones.

5  Paul Biegler (Anatomía de un asesinato, 1959)

Se me ocurren muchos argumentos para contratar a Paul Biegler como defensor. Fue fiscal, es un tipo tranquilo, le encanta pescar, toca el piano, es un buen amigo de sus amigos, aunque se pasen con la botella, y vive en Michigan. Por si fuera poco, lo interpreta James Stewart y lo dirige Otto Preminger. El guion, la fotografía, la banda sonora —jazz frenético— de Duke Ellington y hasta los títulos de crédito se encargan de componer una de las mejores pelis de juicios de todos los tiempos. Disponible en Movistar y en Rakuten.

6  Bob Service (Diario de un yuppie, Louis Auchincloss)

Service es, probablemente, el letrado más caro de esta lista. Estudió en Columbia y trabaja en Hoyt, Welles y Andrew, un exclusivo bufete de Manhattan. Tiene la esperanza de llegar pronto a socio. Corren los 80, y las fusiones y adquisiciones de empresas son la forma más rápida de llegar a algo en la selva social y profesional neoyorquina.

Pero en la novela de Auchincloss los casos jurídicos, que los hay, no son lo principal: el autor hace un fresco creíble y tridimensional de un momento, un lugar y una clase social, los yuppies de la Nueva York de los 80, con una visión moral menos ácida que la de Tom Wolfe, aunque igual de realista. Editado por Anagrama.

7  Frank Galvin (Veredicto final, 1982)

Lo único que se le puede reprochar a esta peli de Sidney Lumet es la desafortunada traducción de su título al español (¿hay algún veredicto que no sea final?, ¿por qué no El veredicto, a secas?) Por lo demás, es una obra maestra muy humana, melancólica y sin trampas.

Frank Galvin (un espléndido Paul Newman) no es precisamente un triunfador: bebe demasiado, busca clientes con técnicas poco éticas, ha ido perdiendo clientes y, sobre todo, se ha alejado de sus amigos. Cuando se tropieza con un viejo caso sin resolver, el de un error en la anestesia, se ve obligado a recuperar su talento, enterrado bajo muchos años de desidia. Un Boston gélido y azulado sirve de marco perfecto para la historia. Disponible (en alquiler) en Prime Video.

8  Atticus Finch (Matar a un ruiseñor)

Dejo para el final la elección más obvia: ¿quién no querría ser representado por Atticus? Aunque la mayoría la viera en su momento como una película progresista, yo opino que, con el paso de los años, se ha convertido en un manifiesto refrescantemente conservador. Plenamente recomendable, por cierto, el episodio de La trinchera sobre la peli, con Alfonso Paredes e Iñako Rozas.