Siempre me han gustado las postales. Mejor las clásicas, de cartulina, con su foto en el anverso —que siempre tiene, no sé por qué, un barniz melancólico, aunque sea reciente—, y el reverso dividido en dos mitades, una para el franqueo y otra para la dedicatoria. Pero como la nostalgia hay que reservarla para las cosas importantes, acepto sin inconveniente la variante, más moderna, de las redes sociales. En esta entrega de agosto de Podría ser peor, les envío seis postales con imágenes de libros, películas y cómics que me parecen perfectos para pasar unos días de veraneo.

El enigma de las arenas, de Robert Erskine Childers

Envío la primera tarjeta desde algún puerto del Mar de Frisia. Es verano en Londres, y Carruthers, un funcionario del Departamento de Estado, va a pasar unas tranquilas vacaciones en el modesto velero de un amigo. Pero la calma de su viaje se ve interrumpida cuando se tropieza con una intriga internacional de altos vuelos.

Publicada en 1903, esta mezcla equilibrada de novela de espías y de aventura naval fue uno de los primeros thrillers modernos: hay intriga, secretos, persecuciones y hasta una historia de amor. Si el lector tiene paciencia con los datos náuticos y geográficos, disfrutará mucho. Editada por Zenda-Edhasa.

Hatari (1962)

La segunda postal sale de una oficina de correos en Tanganyka, Tanzania, así que me temo que tardará unas semanas en llegar a su destino. John Wayne haciendo de John Wayne, Elsa Martinelli haciendo de chica Hawks, camaradería, aventura, alegría de vivir y el jazz exótico de Henry Mancini: Hatari se parece mucho a la felicidad. Está en Prime Video.

La guerra de los botones, de Louis Pergaud

¿Se puede mandar una postal desde unos pueblos imaginarios? Longeverne y Velrans están en el Este de Francia, en una idílica zona de colinas y bosques, y los habitantes de ambos, sin saber bien por qué, se odian desde tiempo inmemorial. Los protagonistas de la historia son los muchachos, empeñados en combatir una guerra sin cuartel con un curioso trofeo: los botones ajenos.

Esta novela extraña, imaginativa y nostálgica, está editada en español por Alianza Editorial. La mejor versión cinematográfica, la de 1962, está en Filmin. Ah, por cierto, ¡viva Longeverne!

Altiplano Express, de Juan de Recacoechea

Los trenes son para todas las estaciones, pero qué bien sientan en verano. El novelista boliviano Juan de Recacoechea, autor de unas novelas negras muy locales a la vez que muy clásicas, se atrevió a ambientar una historia en la línea ferra que unía La Paz, Bolivia, y Arica, en el norte de Chile, jugando con la referencia del Orient Express de Agatha Christie.

Empiezan los 50, Bolivia corre hacia la revolución, y en los vetustos vagones que cruzan el Altiplano —¡qué bellas y exactas descripciones, por cierto!— coincide un puñado de personajes unidos… por un crimen, claro. Editada por Alfaguara.

Vacaciones en el infierno (2012)

Me temo que mi trabajo me ha llevado, con más frecuencia de la que desearía, a visitar los escenarios de esta película: las ruidosas, violentas y en ocasiones surrealistas prisiones de Iberoamérica. El Pueblito, la que acoge a Driver (Mel Gibson), está en México y se parece bastante al averno. Para sobrevivir, Driver se busca un aliado improbable: un muchacho de diez años que conoce como nadie los secretos del penal.

Una película de acción rodada con oficio, ironía, autenticidad y vocación de divertir. Disponible en Filmin.

La puerta de Oriente, de Vittorio Giardino

La sexta de mis tarjetas franqueadas tiene trazos de cómic y llega desde Estambul. Vuelvo de vez en cuando a este tebeo, de dibujo bellísimo, hecho de luz y de bruma; hay puertos, mercados, mezquitas y camarotes de barcos de lujo; hay misterio, acción, geopolítica y romance.

Max Friedman, el protagonista, es un personaje tan impecablemente cortado por su autor como las americanas cruzadas que siempre viste. Publicado por Norma Editorial.