Por qué fracasan las parejas (y tú puedes evitarlo)

No se trata de encontrar a la mujer de tu vida, sino de encontrar a una mujer buena y decir: «Quiero hacerte la mujer de mi vida»

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Hace pocos días me llamó mi amigo Pepe. No se llama Pepe, pero lo que voy a escribir sobre él no es bonito. Pepe empezó a salir con una chica hace medio año. Ahora me cuenta que no les va bien. Ella es mayor y tiene más dinero. Él no puede permitirse todos los planes que a ella le gustaría hacer. Además, ella piensa que él es un fanático porque va a Misa los domingos. Existen otras diferencias, pero con esto es suficiente para hacerse una idea. Al cabo de un rato de enumerar sus desdichas, Pepe me pregunta: «Tío, ¿por qué tengo tan mala suerte?».

A ver, no creo que sea mala suerte. Mejor di mala puntería. Mala suerte es que te cague una paloma. Pero si tienes cáncer de pulmón después de cincuenta años fumando no es mala suerte. Busca otra palabra.

La llamada de Pepe coincide con mi lectura de un libro bien interesante: Por qué otros van a fracasar en el amor… pero tú no (Rialp). El libro aporta algunos datos esclarecedores. Por ejemplo, ¿son más felices los matrimonios concertados o los de libre elección? Según el autor (y un estudio), los matrimonios libres son más felices durante siete años, pero después su satisfacción se reduce a la mitad. Por su parte, los matrimonios concertados pasan a ser más felices al cabo de diez años y permanecen así. Entiendo que volver a los matrimonios concertados no es la solución. Pero sí se puede cambiar la mentalidad. El amor no es un estado en el que se está, sino un proceso que se construye.  

Claro, para construir algo sólido conviene elegir bien. El libro también explica que no tiene sentido la idea de encontrar una pieza del puzle que encaja a la perfección contigo. Sobre todo, porque esa pieza no existe. Lo que tiene sentido es un proceso en el que dos fragmentos de un material similar se esculpen mutuamente y, poco a poco, terminan encajando. En una palabra: no se trata de encontrar a la mujer de tu vida, sino de encontrar a una mujer buena y decir: «Quiero hacerte la mujer de mi vida». Cambia el enfoque.

Sin embargo, la mayoría de la gente decide utilizando dos criterios: estatus socioeconómico y atracción física. Es el caso de Pepe. Él reconoce estar enganchado físicamente a una chica con la que tampoco ve mucho futuro.

Por último, para elegir bien hay que tener en cuenta que esto no es Disney. El número de candidatos tiende a cero cuando pides más de tres requisitos. O sea que más vale tener muy claro que tres cualidades queremos en la otra persona. Si no, terminaremos eligiendo por azar o biología, como tanta gente. Y nos irá mal, como a tanta gente. Además, una vez que sabes lo que quieres es más probable que lo encuentres. Conviene pensarlo en frío. Porque, con la cabeza caliente, es fácil hacerse trampas al solitario. Todos conocemos algún Pepe o hemos sido Pepe alguna vez. Cuando sabes que esa chica no te va a hacer bien, pero repites las tonterías de El manual del calentado: «¿Quién soy yo para juzgar?», «Va a cambiar», «Todo el mundo merece una oportunidad».

Tampoco quiero contar todo el libro. Merece la pena. Es breve, entretenido y revelador. Cita estudios y cuenta experimentos reales. Ojalá lo lea mucha gente y se reduzca el número de Pepes que se preguntan por su mala suerte.

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