En los últimos días, Polonia ha aparecido en los informativos de los grandes medios a causa de la sanción millonaria impuesta por la burocracia de Bruselas ante la actuación soberana de su Tribunal Supremo. Sin embargo, nada se ha contado de lo que ocurre cada día en su frontera con Bielorrusia, es decir en la frontera de la misma Unión Europea.

El gobierno bielorruso lleva meses enviando oleadas migratorias integradas por nacionales de países de Oriente Medio hacia las fronteras polacas, con el objetivo de utilizarlos como arma política. Lukachensko es conocedor de la postura suave de Bruselas ante la inmigración ilegal y de su dureza con el gobierno polaco, por lo que desde Minsk se intensifica la presión con la voluntad de quebrar la estabilidad dentro de la UE, algo que de momento no ha funcionado, no precisamente por la misma unión, sino por la denostada Polonia.

La presión es tal, que en el mes de septiembre el gobierno polaco se vio forzado a decretar el estado de emergencia, prorrogado durante otros 60 días. El Ejecutivo de Varsovia ha justificado reiteradamente que el acceso a su territorio ha de efectuarse por vías legales. De lo contrario, no acogerán a nadie. El ministro del Interior, Mariusz Kaminski, ha asegurado que numerosos inmigrantes tienen vínculos con “grupos criminales o extremistas, de hecho, hace unos meses en varios móviles de los inmigrantes se encontraron imágenes y vídeos degradantes, como necrofilia, pedofilia…”

Ante la gravedad del problema, el pasado 13 de octubre Polonia aprobó en su parlamento un plan para reforzar sus fronteras. Un programa de 400 millones de euros que se suma a la movilización de más de 6.000 soldados polacos ya desplegados en la frontera con Bielorrusia. Desde enero hasta octubre se calcula que han interceptado más de 14.000 intentos de acceso y que, de esas detenciones, unas 8.000 han ocurrido en los últimos dos meses. El 25 de octubre se registraron 582 intentos. Al día siguiente, Polonia autorizó su expulsión inmediata de los inmigrantes ilegales, sin opción de asilo y bajo pena de no volver ni a Polonia ni al espacio Schengen durante un periodo de entre seis meses y tres años.

El gobierno bielorruso niega que ellos sean los responsables de la llegada de inmigrantes procedentes de Oriente Medio, aunque su relato cae por su propio peso: hace unos días, los tripulantes de un helicóptero polaco encontraron el cuerpo sin vida de un sirio de 24 años en las fronteras con un visado de entrada a bielorruso. Ambos gobiernos se han reunido por medio de personal diplomático, sin alcanzar un punto cercano a la resolución del problema.

Una oleada que no sólo llega a Polonia

No sólo el gobierno y la nación polaca están sufriendo esta crisis fronteriza, también otros países cercanos. Alemania ya cuenta 6.126 ingresos no autorizados que, procedentes de Bielorrusia, han cruzado Polonia. Ante la oleada, el gobierno de Berlín ha decidido enviar 800 agentes adicionales a la frontera con Polonia.

Otros países de la Unión Europea como Lituania y Letonia también se han visto afectados por la ola migratoria impulsada por Bielorrusia. Ambas repúblicas bálticas han reportado el mismo modus operandi y la misma procedencia de los inmigrantes, siempre de nacionalidades como Irán, Iraq o Afganistán. La primera ministra Ingrida Shimonyte ha advertido que Lituania construirá un muro para proteger sus fronteras.

¿Qué hay detrás de estas oleadas?

Todo apunta a que estos movimientos migratorios que se dan al mismo tiempo son consecuencia de las sanciones aplicadas por la Unión Europea a Bielorrusia, tras los dudosos resultados de las elecciones celebradas en 2020. Después del castigo de Bruselas, Minsk ha dejado las fronteras abiertas y ha amenazado con seguir haciéndolo, al no contar con los recursos ni el dinero para acoger a los miles de inmigrantes que ahora mismo esperan en la frontera con Polonia, es decir con la UE.

Las autoridades polacas han acusado directamente al régimen de Lukashenko, sobre lo que Kaminski ha definido como guerra híbrida, llegando a afirmar que se trata de una operación planeada por Minsk y apoyada por Moscú.