España defendió el dogma de la Inmaculada Concepción antes de que Roma lo proclamara solemnemente en 1854. Una intuición espiritual hecha convicción nacional. De universidades y teólogos a cabildos, cofradías y ciudades enteras, esta tierra de María sostuvo que la Virgen fue concebida sin pecado original, con todo lo que ello significa. Aquella defensa fue afirmación de una identidad cristiana que articula cultura, tradición y esperanza.
Que la Inmaculada sea Patrona de España es el reconocimiento histórico de esa fidelidad colectiva. En un tiempo en que tantas certezas se erosionan, recordar esta defensa es reivindicar la raíz espiritual que dio forma a nuestra nación, a través de la memoria que invita a recuperar el sentido de lo que un día movió a España entera a ponerse al servicio de un ideal de pureza, belleza y fe que hoy sigue iluminando.


