Los Reyes ya han pasado y regresan ahora a su país por un camino distinto del que tomaron para venir. Han tenido una revelación en sueños. También los niños deben ir a dormir pronto en la Noche de Reyes porque en los sueños también se descubren cosas. no en vano fue en un sueño como San José conoció su papel en la Encarnación y, por tanto, en el camino a la Pascua y la salvación de la humanidad: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Hay sueños que cambian la historia de un hombre en apenas unos instantes.

También en sueños supo que debía huir a Egipto a toda prisa. Puede hacerse esperar, pero cuando el Señor te llama conviene no distraerse: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle». A San José le deparó la Providencia poner a salvo a su mujer y al recién nacido. Ese hombre tiene sobre sí la carga de salvar a ese niño, su hijo de acuerdo con la ley, la criatura que sostuvo en sus brazos en el portal de Belén y cuyo nombre Dios mismo le puso. Ese carpintero descendiente de un rey y esa madre joven de cuya presencia se retiró un ángel también parten, pues, a un lugar desconocido.

Después de la Noche de Reyes, pues, hay que ponerse en camino. La partida es condición sine qua non para el regreso. Si queremos que los magos vuelvan el año que viene hay que dejarlos partir cuando aún brillan las estrellas y el sol no ha salido. La noche es propicia a las revelaciones, los secretos y las maravillas y tratar de desvelarlos puede precipitar toda suerte de desgracias. Uno puede terminar confundido, desencantado o, lo que es peor, privado del misterio.

He aquí el verdadero regalo: la fe, es decir, la confianza en Dios, el abandono como el niño en los brazos de su madre. Los niños, que aún no están maleados por la vida, están más cerca de Dios. Por eso, el empeño en privarles de la infancia deben poner en alerta a todos los hogares. Todo tirano sabe que, para dominar al ser humano, hay que acabar en primer lugar con el niño. Nuestro tiempo, que pretende convertir en un derecho el asesinato de los no nacidos, tiene sobre sí, pues, el peor de los estigmas y las sombras más profundas. Ya lo dijo Juan Pablo II el Grande: «El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre». Este giro antihumano ha empezado ensañándose con los niños mediante la muerte de su cuerpo y de su alma.

El paso de los Reyes Magos deja una larga estela de risas, alegría e ilusión. Nos devuelve al tiempo del encanto y la sorpresa. Nos libera de la cotidianidad y, de algún modo, nos salva. Estos magos que han venido a adorar a un niño regresan cada año a salvar al niño que llevamos dentro. Recuerden que, para entrar en el Reino de los Cielos, hay que hacerse pequeño como el bebé del portal o como esos que se despiertan al alba para ver si han pasado los magos de Oriente. Los más afortunados, los más abiertos al misterio, podrán ver, al cabo de muchos años, su rastro en la lejanía. Entonces comprenderán el milagro y la belleza de estos días.

Feliz Día de Reyes.